domingo, 31 de mayo de 2009

Invasiones francesas

Antes de la crisis éramos los otros inmigrantes y yo. Hacíamos mercado en silencio. Sin aspavientos. Las góndolas eran todas nuestras. Dado su carácter de mer-ca-dos, y no de hi-per-mer-ca-dos, uno va a lo que va. Sin tentaciones. Sin sección de ropa para niños. Sin electrodomésticos. Sin cosméticos. Sin promociones engañosas. Solo comida. Tienen una característica: la cadena tiene su propia no-marca la que comparten el 90% de los productos, así, al no pagar los costos absurdos de mercadeo y publicidad, son muchísimo más baratas. Y no lo digo sin conocimiento de causa: angustiada de pagar semanalmente más de 180 euros por lo básico, hice mi lista de mercado en Excel, metí todo lo que compro y comparé. La diferencia era de 50 euros semanales. No había nada más que discutir.

Pero llegó la crisis y con ella las invasiones francesas. Señoras que empezaron a comprar con los otros, o sea, con nosotros los inmigrantes. Lo hacen de forma vergonzante. A veces las escucho confesar lo terrible que es comer cosas que no son de marca. Otras confiesan que hacían mercado sin mirar los precios. Me miran aterradas cómo cojo feliz todas las cajitas de un euro: tomates, fresas, papas, champignones… Una mujer anciana me coge el brazo suavemente:

- Madame, esas fresas vienen de España y allá usan pesticidas…
Yo las miro por debajo y efectivamente vienen de España. Me da curiosidad y descubro que más del 60% de lo que compro no es francés… España, Alemania, Italia, Filipinas… Le muestro a mi esposo y él me dice sin sorpresa:

- El secreto para que algo sea barato, es que no sea francés.

Llego a pagar. Una mujer pregunta a la cajera si se ha sentido la crisis.

- Si claro, antes nos tocaba cargar el almacén dos veces al día y ahora nos toca cargarlo 4 veces y los sábados hasta 6 veces. Ahora a la gente le “toca” comprar aquí.

Afortunadamente en la prehistoria de mi vida, aprendí a hacer mercado en la plaza, en hipermercado o en la tienda de la esquina. También, que mirar el precio no es sinónimo de pobreza sino de sentido común. Y sin falsa modestia confieso que en la casa de mi mamá y ahora en la mía siempre se ha comido balanceado y delicioso.
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En la fotografía se observa un merengón realizado en su totalidad con productos de la Plaza del 7 de Agosto. Los merengues están rellenos de guanabana fresca y sobre ellos cae crema de leche batida. Los loritos son comprados en un almacén ubicado en la misma plaza, que se especializa en desechables y decoración para fiestas.

Limonada

Mueble negro. Esquina rota. Puertas de vidrio. Diseño de los 80`s. La primera esposa de mi esposo sabía que no te quería en la repartición. A ella tampoco le gustabas. No sales con nada de este cuarto. El Nintendo que albergas se llena de polvo desde que llegó la Wii. Estas lleno de películas en formato Betamax, que no tenemos forma de ver y que además pasan a cada rato por televisión. Por eso me llevé a mi esposo a Ikea y compré una cómoda que al menos es del mismo color de los otros muebles. Por mí, te botaba a la basura. Ahora, en este instante. Pero acompañaste a mi esposo en su juventud. Eres el recuerdo de su vida de soltero. Albergabas el Betamax y las películas inconfesables. El te mira y no te quiere botar. Y te puso acá en el corredor. Esta es tu segunda y última oportunidad. Adiós las puertas horrendas. Pegante a la esquina rota. Bienvenidos los juguetes y los libros del bebé. Mañana te pongo algunas calcomanías o algo me inventaré para disimular ese bisel dorado del demonio. Espero que te veas mejor. En fin… Si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada.

viernes, 22 de mayo de 2009

Dos dias en Paris

Tío Roberto,

Me pides una crónica de nuestros dos días en Paris. Fuimos acogidos amorosa y generosamente por mí amiga Teresa y su esposo Philipe. Ella es una mujer inteligente que se inventó su vida. Yo vivo orgullosa de ella porque siendo colombiana, consiguió un trabajo en su profesión y es una persona exitosa. Su esposo es un amor. Muy francés. Muy dulce con el bebé, se ha ganado el título honorífico de tío. Ellos viven en la parte más moderna de Paris donde quedan las oficinas y, me imagino yo, las multinacionales. Me llevaron a comer sushi. ¡Qué felicidad! Hicimos el paseo en barco por el Sena. Hacía frio y lloviznaba, pero pasamos delicioso. El paseo vale la pena. Luego me acompañaron 5 minutos a uno de mis sitios favoritos: la librería del museo George Pompidou. Compré dos pendejadas. Por la noche preparamos un pescado con plátanos al horno. Al otro día fuimos a conocer el Arco de la Defensa… un sitio que parece sacado del futuro. Bueno tal vez los que habitan allí ya están en el futuro. Tomé muchas fotos, pero el clima no fue benévolo y teníamos miedo por el bebé.

Dicen que para conocer el Louvre necesitas 3 meses y medio de día y de noche, para ver por 3 segundos todas las piezas de todas las colecciones. Yo creo que con esta ciudad pasa igual… Necesitas toda una vida para ver los miles de cosas que hay para ver. Por eso yo me dedico solo a sentir que estoy en Paris. Es la cuarta vez que voy y sigo pensando que me gustaría conocerla.
Si bien disfruté mucho de la multitud, del ruido, de la sensación de estar en “la gran ciudad”, me impactaron las hordas de pandillas. Muchachos muy jóvenes, agrupados por razas y orígenes, vestidos y peinados igual. Hablando duro. Marcando su territorio. Debe ser difícil ser pobre y crecer en una de las ciudades más caras del mundo. (2 tazas de té, una de café y una cerveza a presión: 18 euros / $55.000).

Me di gusto también montando en metro. Ahora que soy un inmigrante me gusta estar rodeada de otros inmigrantes. Nadie habla, todos están serios, o tristes, no sé… Nadie te mira, a nadie le importas, es una extraña comunidad en la que nadie pretende ser mejor que tú.

El bebé estuvo muy juicioso, a pesar de que no era un paseo para él. Mi esposo estuvo adorable a pesar de que Paris le parece una ciudad insoportable. Yo estuve dichosa, con una ventaja adicional: volví feliz a la casa. A pesar de haber sido una “niña de la gran ciudad”, he aprendido a disfrutar de la vida simple de este pueblo.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Trenes

La máxima ilusión era ir a Cartagena en avión. Sueño de cada año de infancia y más tarde de juventud que se esfumaba con los precios de los pasajes. Lo hicimos algunas veces. La pasamos delicioso. Cuando no lo lográbamos alguien comentaba: “Lástima que en Colombia no haya trenes como en Europa…” Y ahí comenzaban las historias de viajes extraordinarios en tren. Yo me acostaba pensando cómo sería la vida si por ejemplo uno pudiera ir en Semana Santa al Amazonas y a mitad de año al Cabo de la Vela. Que había unas estaciones lindas. Que sacábamos la cabeza por las ventanas del vagón. Que antes de los 20 años ya habría conocido el Océano Pacífico. Eso nunca pasó. Nadie se puso en la tarea de hacer trenes que atravesaran los Andes. No conozco ni los Llanos, ni el Pacífico, ni el Amazonas.

La semana pasada mi esposo nos llevó a Paris en tren. Cargados como caracoles, fuimos a visitar a su hermano y a mi amiga Teresa. Para dormir al bebé durante el trayecto, le cantaba al oído: “Trencito cañero, que rueda por las calles, trencito de mi valle, que lindo eres tú.”

- ¿Es una canción colombiana?
- Sí mi amor.
- Pero en Colombia no hay trenes…
- Sí, si hay, pero no son como este…
- Lástima, debería haber…

Niños ricos que viajan

Niña rica 1. Sentada frente a mí, había en el tren una muchacha de unos 18 años. Era norteamericana y viajaba con sus padres y una tía. Estaba conectada a un Ipod, comiendo chicle y haciendo mala cara. 4 horas de mala cara.

- ¿Casinos? ¡Casinos los de Las Vegas! ¿Playas? ¡Playas las de Miami!

Entender lo que decía me hizo arrepentirme de las horas que invertí aprendiendo inglés. Sus padres sometidos a sus deseos, trataban de convencerla de que no era tan malo pasar vacaciones en Francia, que la Costa Azul era bonita, que era romántico viajar en tren, que ahora podría comprar todo lo que quisiera en Paris… y la muchacha solo hacía mala cara. Le molestaba todo lo que no era como Estados Unidos, que en Europa todo era viejo, que en su país todo era más grande, más nuevo, más rápido. Extraña enfermedad: Solo podía ver lo que Europa no era.

Niños ricos 2. Hace unos años visité El Vaticano en una excursión donde había con un grupo de Cubanos de Miami. Pegados a una cámara de video no veían nada y por el contrario filmaban el momento en que el Chico, había metido el pie en un charco. Cuando llegamos a la Capilla Sixtina, el Zarco, preguntó con un ojo cerrado y el otro en el lente:

- Ajá, ¿Y aquí que hay pa’ ver?

Yo que estaba cansada de oír chistes malos y bromas de mal gusto, subí mi dedo índice derecho y señalé hacía arriba.

- Ajá chévere, ¿y tú sabes qué es?
- No, ni idea.

Había esperado toda mi vida para ver la Capilla Sixtina y lo último que quería era perder mi tiempo. 5 minutos de explicación no podían borrar 20 años de exceso de comida chatarra y de reality shows.

Niños ricos 3. Un amigo que quise mucho y que ha tenido serios problemas para salir del closet, me contaba que cuando era joven sus papás lo mandaban a él y a su hermano de vacaciones a aprender idiomas. Por su “problema” y también por su timidez exacerbada, iba a todas las clases y se quedaba estudiando por las noches, mientras su hermano esquiaba, paseaba y conquistaba a todas las niñas dispuestas a portarse mal. A la fecha él hablaba 6 idiomas incluido el japonés. Su hermano vivía aún en la casa de sus papas, tratando de reponerse del tercer divorcio.

Aclaración: En términos generales me había gustado ser una niña rica. Pero en términos prácticos, qué bueno no haberlo sido.

sábado, 9 de mayo de 2009

Colegio

- Hola mija, ¿Qué el bebé está cumpliendo un año?
- Si tía, gracias por llamar.
- Ah si mija, dile que feliz cumpleaños. Pero es que yo me quedé pensando en otra cosa cuando tu mamá me contó.
- ¿En qué tía?
- ¿En qué colegio vas a meter al niño? Te toca empezar a pensar en eso, en conseguir lo del bono, las entrevistas... Acá hay colegios en los que debes inscribir al niño al nacer...
- Pues cuando tenga la edad, lo pondremos en el colegio más cercano a la casa.
- ¿Mija, es que la situación de ustedes es así de terrible? Yo no sabía…
- No tía, es que acá la educación es pública y gratuita. Se acostumbra a que el niño vaya al colegio de su barrio. Eso me parece buenísimo así no le toca pegarse esas madrugadas infames que les tocan a los pobres niños que estudian a las afueras de Bogotá.
- Pero me parece de quinta mija, ¿Qué va a decir el pobre chino cuando le pregunten en que colegio estudia? No, en el de mi barrio… ¿Y es que no hay colegios privados?
- Si tía, pero no vale la pena. Además le dan los cuadernos, los libros y en algunas zonas hasta computador personal cuando ya son grandecitos. Son unos colegios bonitos, sin lujos pero con todo lo necesario. A mí me parece genial.
- ¿Les dan los cuadernos?
- Si tía, claro que no son los cuadernos carísimos que se usan en Colombia, con viejas en bola en la carátula. Son sencillos, económicos. Los profesores hacen que los niños, reconten y peguen fotocopias de cada tema. Tienen un método muy bonito por lo simple. Sin pretenciones.
- ¿Si mija, pero y si quiere ir a la universidad, si lo recibirán por haber ido a un colegio público…?
- Tía es que en Francia eso no es un estigma como en Colombia. Es lo normal. Claro que lo reciben.
- Increíble mija. Si vieras que a las hijas de Pedro el conductor, estudian en un colegio privado, pero allá en el barrio de ellos. Estan en el mismo curso y en el mismo salón, y no las dejaron presentar los exámenes porque compartían los libros. Que hasta que no compraran un juego de libros para cada una, nada.
- ¿Y qué hicieron?
- No mija, no sé, creo que fue a hablar al colegio…
- ¿Y no le ayudaste? ¿No pusieron la queja?
- ¿Pues sabes que no se me ocurrió?

Pregunta

La Fnac. Sábado 4:30 pm. Sección de música, películas y multimedia. Almacén lleno. Quería comprar un DVD para hacer aeróbicos en la casa. Me acerco al señor de la sección de información y empiezo a describir lo que quiero. Simultáneamente, el bebé empieza a gritar. Y a gritar. Y a gritar. El señor, se pone en dedo índice en la boca, mientras nos escucha, reflexiona y luego pregunta:

- Señora, su hijo no ha cantado nunca con AC-DC?

Gracias por venir

Esta semana cumples un año. Qué felicidad. Te compramos un triciclo rojo y un acction man de bombero. El triciclo es para llevarte al parque: tiene cinturón de seguridad y una palanca para que yo te empuje. Además tiene un toldito para que no te me quemes con el sol. El muñeco te lo compramos porque hace unos días te robaste una muñeca de tu hermana y te encanta. Vamos a hacerte una fiesta en la guardería. La abuelita nos trajo todo lo necesario. Yo me levanto todos los días pensando en qué te voy a poner, en qué me falta comprar. Estoy loca de feliz. Quería hacerte un ponqué, pero en la guardería está prohibido que los niños coman cosas que no sean de marca, compradas en supermercado y con fecha de vencimiento. A mí no me importa, yo me adapto a las reglas, aunque no dejan de divertirme. De un restaurante mexicano te llegó una tarjeta para reclamar un regalo, era un walkman, y aunque nos dijeron que estabas un poco chiquito para él, tu papá se las ingenió para oírlo contigo y bailar. Yo le mandé una tarjeta de invitación a tu fiesta a toda la gente que nos quiere. Te han mandado felicitaciones, besos y abrazos. Yo te doy las gracias por venir mi chiquitico, la hemos pasado delicioso.

sábado, 2 de mayo de 2009

Camello

Esta semana los niños de mi esposo se quedaron con nosotros. Mi suegra aprovechó para venir. Y como de costumbre la casa de 3 se volvió casa de 6, y a veces de 7 porque mis sobrinos se turnaban para quedarse a dormir con sus primos. Yo tengo que hacer rendir los mismos 150 euros semanales de mercado entre 6-7 comensales entre adultos mayores exigentes y niños consentidos. Acá los niños tienen un montón de vacaciones de ese estilo y como dice mi esposo: Yo nunca te oculté que tenía dos niños… y una mamá, unos sobrinos, unos hermanos… etc. No he parado de cocinar, de recoger, de limpiar, se tratar de que los niños no se maten… Para colmo, los esposos franceses amantes de hacer Pic Nic, están convencidos de que dicho evento no tienen ninguna preparación y que es delicioso… Yo me siento como una nómada atravesando el desierto… no, la verdad me siento como el camello de la familia de los nómadas, que carga la comida, las toallas, los juguetes, los parasoles, el bebé y todas las cosas que los niños dejan botadas por ahí… Si uno sobrevive, dura dos días lavando tupperware, volviendo a poner todo en su sitio y con el dolor de espalda típico de tanta “diversión”. A la situación se le sumó que no tuve ni teléfono, ni Internet, gracias a esos paquetes ultra tecnológicos que cuando se dañan lo dejan a uno “en la inmunda” como dirían mis amigos bogotanos.

A alguien se le ocurrió comentar que qué bueno para mí, una semana acompañada, que así no me sentiría tan sola. ¡Y yo pensaba que lo único que quería era estar sola! ¡Sentada con mi chino en el tapete de la sala comiendo galletas y viendo televisión! No es que no quiera a la familia de mi esposo, pero es que las visitas no son en pequeñas dosis, -como deben ser las visitas- son lo más cercano a las Invasiones Bárbaras. Ahora sé cómo se sentían los egipcios durante las 7 plagas.

Amigas solteras, amigas que dicen “No importa, así sea del mercado del usado (divorciado y con hijos)” . Amigas que confiesan: “Yo lo quiero así no tenga plata y sea calvo”. Amigas que juran: “Si él es súper buen papá, a cada niño le tiene una mamá y no tiene problema en tener un quinto niño conmigo”. Amigas que se angustian: “! Es que el reloj biológico lo siento aquí, mira, aquí!”… Amigas queridas, ilusas, ingenuas…Amigas que buscan como locas un extranjero que las saque del país… Amigas… Salgan este fin de semana con las dos únicas verdaderas aliadas de una mujer: Visa y Master Card. Dense gusto, coman, paseen, duerman hasta tarde, reactiven la economía comprando todo eso que las haga felices. El alma gemela llega porque llega. Y no llega sola.

Mariah

El tipo me hizo uno de los cumplidos más oportunos, inteligentes y seductores mientras sonaba una canción de Mariah Carey. Si bien sabía que no lo volvería a ver, al otro día fui y compre el álbum para oír una y mil veces la canción y no olvidar un momento tan mágico como excepcional.

Hace dos semanas en una de las revistas de chismes que me regala mi cuñada después de leerlas, había un artículo que mostraba la nueva casa de Mariah Carey y su esposo. 90 millones de euros. 90 millones de mal gusto, de paredes doradas, de rococó mezclado con barroco al lado de una televisión enorme de pantalla plana… El piso del closet que es tan grande como 3 habitaciones normales, tiene pequeños baldosines en oro y mármol. Miles de espejos para ver desde todos los ángulos lo que la cirugía, la dieta y los entrenadores personales pueden hacer por una mujer. ¿Crisis? ¿Hambre en el mundo? ¿Desempleo? Nada. No hay el más mínimo pudor y por el contrario se hace una apología a la ostentación.

Y yo que compré el CD original. Me debió costar entre $35.000 y $45.000 y sólo me gustaba una canción de las doce.

Hace unos meses se está tramitando en Francia una ley para castigar a los que descargan música por Internet de forma ilegal. Si lo cogen, le mandan un mail. Si lo vuelve a hacer, le mandan una carta. Y si reincide le cortan el servicio de Internet. Y yo me pregunto si vale la pena que Mariah Carey se gane un dólar más. Si no se puede tramitar una ley contra la ostentación. Si tiene alguna presentación que castiguen a una niña de 14 años a la que le faltan $45.000 para el CD de Enrique Iglesias, y no la vanidad, la gula, la horrible manía de mostrar lo que se tiene y decir cuánto costó. Y más grave aún el uso ridículo e irresponsable del dinero en un mundo con hambre. No es que le haga propaganda al comunismo, finalmente tengo la culpa también: ¡Yo compré un CD original de Mariah Carey!, - lo hice por razones equivocadas -. Pero la verdad, no tengo ningún remordimiento de descargar la música de aquellos que se ufanan de su riqueza. Que si por mi culpa Michael Jackson no se puede comprar otra chaqueta de señora, o que a Mariah Carey no le alcanza para el celular forrado en diamantes, o que Britney Spears no tuvo sino para 24 pares de chanclas este verano, lo siento, no me importa, no es algo que me desvele.

Batucada

Tu papá y yo te llevamos a la Feria Agrícola de Brignoles porque había una granja donde los niños podían ver de cerca los animales. Estuviste feliz. Mientras almorzábamos, los músicos de la mesa de al lado te alzaron, te cantaron y te dejaron jugar con sus bigotes enormes. Tu papá te mostró gallina por gallina, oveja por oveja y te hizo su versión de la voz de cada animal. Te reías mucho. Abrías la boca asombrado y señalabas. Yo te tomaba fotos. De pronto apareció una Batucada Brasilera: 4 músicos con tambores enormes y 4 garotas semidesnudas que bailaban al lado de los pobres franceses que no entendían que pasaba. Yo bailaba feliz y terminé de amiga de las garotas que me posaron para las fotos. Tu papá dichoso persiguió la Batucada y le hizo un video. Era el único esposo que tenía permiso de la esposa de mirar. ¿Tú te imaginas la emoción? En este silencio, en esta limpieza, en este mundo sin ritmos primitivos y sin estridencias… ¡Me sentí tan contenta! No podía entender cómo era la única que no se aguantaba las ganas de bailar. Con el tiempo vas a aprender que no es que todos seamos iguales, es que todos somos distintos, únicos. Cada quien es un universo, una interpretación, una verdad… y que solo eres feliz y vives en paz cuando puedes querer a los otros aunque no sean como tú.