sábado, 29 de agosto de 2009

Malas palabras

Decir malas palabras. Decir muchas malas palabras. Sentarse después del almuerzo en algún cafecito de medio pelo a tomarse un tinto, fumarse un cigarrillo y ambientar la conversación con miles, millares de malas palabras. Morirse de la risa. Inventarse insultos. Decirles a los amigos las más fuertes, las más grotescas, las más asquerosas, sólo por cariño, para luego reírse otra vez. Como me faltan mis amigos. También mis amigas. Pero mis amigos eran una fuente inagotable de malas palabras, siempre divertidas y oportunas. “Venga, como le digo, pedazo de (---). O fue que su (---), no le (---). Esto es mucho (---).”

Extraño sentido de la amistad que nos permitía vociferar montañas de sandeces, solo para enfatizar malos chismes y poder reírnos más.

Me faltan mis amigos. Lanzar al aire desmesurados insultos. Inventar épicas ofensas. Sólo por cariño. Reírse hasta reventar.

“Etre ronde c’est chic!”

La carátula de la revista Elle del mes de julio promociona en la primera página un artículo llamado: “Etre ronde c’est chic!”, que podría traducirse como: “Tener curvas o ser curvilínea, es estar a la moda”. Al interior un artículo sobre como la industria de la moda ha dado un “gran salto” y ha empezado a diseñar para mujeres de tallas superiores a la 42, para Colombia talla 12. Entonces cuentan casos y muestran ejemplos de cómo las marcas que han sacado colecciones especiales para dichas mujeres han tenido gran éxito. El articulo está acompañado por las fotos en blanco y negro de una mujer preciosa “pero” talla 44. Esta peinada al estilo de Frida Kalo. Hablan de ella, de su excepcional belleza y de cómo es una de las modelos más reconocidas en su “estilo”.

Estamos en verano. En verano no se piensa. Uno simplemente compra revistas frívolas para que lo entretengan mientras se queda dormido por el calor abrazador. Termino el artículo y me abandono al motoso post-almuerzo. Me despierto renovada. Miro la portada de la revista. A pesar de promocionar que tener curvas está de moda, la modelo de la carátula es talla 36, 6 u 8 para Colombia. No es tan linda como la modelo del artículo. Vuelvo a mirar el texto en mención.

Ahora resulta que hay que darle las gracias al mundo de la moda por diseñar para las mujeres reales. Les dio por tener un compromiso con lo femenino. Una posición frente a la anorexia y otras enfermedades que ellos mismos promueven. Mentira. El 60% de los norteamericanos tienen problemas de obesidad y se calcula que en 10 años Inglaterra va a tener la misma cifra. He leído como en este último país hay niños que nunca han probado una fruta fresca y al incluírselas en los almuerzos de los colegios públicos, las botan a la basura sin probarlas. El mundo de la moda no se ha comprometido con nada, es pura y simple participación en el mercado. Un buen negocio. Cifras. Hechos y datos. Siempre me pregunte si la industria de la moda no sabía que había niñas ricas gordas. Las mujeres siempre atrapadas en estas mentiras, se angustian, sueñan y se amargan. La modelo del artículo es mil veces más linda, que la de la carátula, pero Elle, tiene sus políticas. Nos harán el favor de hablar de las mujeres curvilíneas. ¿Pero darles la carátula? No, “su compromiso” no llega tan lejos.

domingo, 23 de agosto de 2009

Los perfectos

Los perfectos van por el mundo contando sus proezas, sus logros personales, sus buenas decisiones. Se ufanan de sus casas impecables, de sus hijos aplicados con el tiempo y la disciplina para aprender latín y tocar el violín entre otras actividades; de sus esposas siempre lindas que los esperan con un escocés en las rocas luego del trabajo.

Hombres magros con tiempo para el último best-seller, para el deporte, para la familia. Camisa a rayas y saco de lagartico sobre los hombros. Mujeres impecables, atractivas, atléticas, preferiblemente rubias, que siguieron idénticas después del parto de los trillizos. Con agendas organizadas para combinar el hogar con algún lucrativo negocio personal.

He estado cerca de varios perfectos. He trabajado con ellos. Han sido clientes, amigos, contrincantes, conocidos. Los he soportado silenciosamente, preguntándome siempre como lo hacen. Siempre con la solución en la punta de los labios. Siempre con expresiones superlativas de lo fácil que es hacer las cosas. Siempre en el ejercicio de recordarnos su perfección.

Pero la vida me ha premiado. Uno a uno los he visto resbalarse, patinar, caer. Quejarse. Deprimirse. Bajar al infierno de lo normal, lo bueno, lo imperfecto, lo posible. Los he acompañado, oído, aconsejado. Finalmente nosotros, los imperfectos, sabemos que todo lo que sube baja y a veces vuelve y sube. No sabemos cuándo, pero somos más pacientes.

Lo que más me divierte es que los perfectos piensan que los demás, además, no tenemos memoria y después de caer fingen que no ha pasado nada. Ingenuos. ¿Cómo se nos podría olvidar? Y pienso en la historia de mi abuela de un hombre anciano que les vende a los curas un árbol de cerezo para hacer un santo. Al entrar a la iglesia y el observarlo, el hombre repetía: “Yo que te conocí verde cerezo, no te puedo olvidar y no te rezo.”

sábado, 22 de agosto de 2009

Galleta de la suerte

Otro domingo solos tu y yo. A diferencia del último, yo estaba de mejor ánimo. Tu siempre sonriente y feliz me acompañaste juicioso en el viaje a Toulon. Luego esperaste estoicamente a que mirara todos los puestos del mercado callejero. Encontramos un restaurante asiático atenido por una familia “asiática”. Me da pena que echamos en un mismo saco a chinos, japoneses, vietnamitas… Debemos parecerles unos ignorantes e irrespetuosos. Nos atienden como reyes. Están encantados contigo y te traen un platico de arroz cantonés que te comes hasta el final. Más tarde me daré cuenta que fue una cortesía y que no nos lo cobraron. La mamá de la familia te trae de regalo una galleta de la suerte que por un lado dice: “You are sociable and entertaning”, y por el otro: “Vous etes sociable et amusant”. La traducción sería: "Usted es sociable y divertido". Es increíble lo que uno puede aprender en un almuerzo: Primero que las galletas de la suerte son políglotas y segundo, que son increíblemente acertadas.

viernes, 14 de agosto de 2009

País extraño

Clarita querida,

Estoy en Francia visitando a mi sobrina. Te confieso que es una belleza de país y a la vez es muy extraño. Mientras ella cocina, lava y atiende al bebé aprovecha para explicarme como son las cosas acá, pero no he logrado entender (o creer) prácticamente nada. La relación entre ellos, entre franceses con franceses, es absolutamente incomprensible. Por ejemplo. Hay varios partidos políticos. Dos fuertes, uno de izquierda y uno de derecha. A veces no están de acuerdo. A veces sí. Cuando no están de acuerdo no se insultan, ni se amenazan, ni se mandan matar. Por ejemplo no se dicen ni paraco, ni guerrillero, ni facho, nada. Increíble. Yo no entiendo cómo hacen para no mostrar su odio, ni su deseo de venganza. Están locos, respetan al otro que no piensa como ellos. ¿Cómo hacen para aguantarse las ganas de dejarlo "falso positivo”?. No, ni idea. Pelean, se dicen cosas, se sacan los chiros al sol: sí, pero no parece que se odiarán. Más parece que son contrincantes no enemigos. Por ejemplo si uno de un partido se muere, los otros no se alegran, sino que le mandan el pésame a la familia.

Hay periodistas, humoristas, analistas y hasta gente del común que no está de acuerdo con el presidente. Y uno los ve por ahí. Libres. Nadie los amenaza. Nadie les allana la casa. No, nada. Y entonces ¿Cómo harán para que la gente le tenga miedo al presidente? ¿Para que sepan que él es el que manda? No, ni idea. Al señor Nicolás le hacen caricaturas, chistes, mofas, le sacan fotos de cómo lo tiene Carla de flaco. Y a veces él mismo se ríe de lo que dicen de él. Me imagino que otras veces “le sacan la piedra”, pero no se le nota tanto. Y lo más absurdo es que al otro día sus detractores siguen por ahí, libres, vivos, los ve uno haciendo mercado y lavando el carro como si nada. Yo no entiendo.

La gente no le tiene miedo al ejército, ni a la policía, ni a la gendarmería. Este verano se redujo el número de muertes en accidentes de tránsito y la gente le reconocía a los policías y a los gendarmes su buena labor. La gente piensa que el ejercito esta para protegerlos a todos y no solo a unos. Incluso no les dan recompensas por matar a los que piensan distinto. Claro los sueldos no son malos. Pero si uno piensa distinto al presidente no le tiene miedo al ejército. Es difícil de explicar, pero es como si a pesar de no estar de acuerdo con el presidente, uno tuviera los mismos derechos.

Si lo anterior no fuera suficiente, ahora descubro que el gobierno respeta a las ONGS y a los sindicatos. Por ejemplo lo que pasó esta semana. Imagínate que existe una ley que dice que según el número de hijos se reducen los años que una mujer necesita para pensionarse –otra excentricidad- y un señor demandó la ley y ganó, lo que implica que hay que modificarla, y el ministro salió a convocar a todas estas organizaciones para mirar las opciones y las alternativas en conjunto. Como si a un gobierno serio le importara lo que piensan todos esos hippies postmodernos que trabajan en esos sitios.

No, y lo peor no es eso. Imagínate que los campesinos protestaron por el precio en que los Hipermercados venden los alimentos que a ellos les compran muy baratos, y el presidente y los ministros ¡oyéndolos!. Acá si un hombrecito de estos protesta, a nadie se le ocurre que sea ni un guerrillero, ni un revoltoso. ¡Qué peligro! Yo acá si no podría vivir, tú te imaginas si la gentecita, los campesinos, los obreros tuvieran los mismo derechos que uno, cómo haría uno para saber quién es la gente de bien, la gente divinamente, los indios levantados, los arribistas… ¿Qué gracia tiene ser de clase alta? ¿Cómo sabe uno quien es?

Lo que más me preocupa es que a mi sobrina vivir acá no le ha quitado la pendejada izquierdosa y por el contrario se la ha reforzado: ayer la encontré llorando frente al computador leyendo un artículo de los 10 años de la muerte de Jaime Garzón. ¡Con ella, se perdió esa platica! Parece que ya sirvieron el almuerzo, luego te escribo.

Un abrazo.

lunes, 10 de agosto de 2009

La calidad

Calzoncillos y esqueleto blancos. Poco a la imaginación. Así se vestía a este hombre blanco de ojos y pelo negro con el que muchas, muchísimas se portaron mal. Sin importar los 8 grados centígrados promedio de las noches bogotanas, el llegaba cada noche del trabajo, se quitaba el vestido negro, la camisa blanca y la corbata de seda de algún color rechinante. Fuera quien fuera a su casa lo recibía en calzoncillos. Nunca se supo muy bien en que trabajaba y a sus espaldas le decían “el contrabandista”. Debía ganar mucho dinero para poder mantener a su esposa, a su mujer, a su mujercita y a su exesposa. Y a los 9 hijos que tenía repartidos entre ellas. Tuve la suerte de estar entre sus afectos por ser amiga de su hija consentida. Si alguien nos pegaba, nos molestaba, nos quitaba la cicla, corríamos donde él llorando, se asomaba a la ventana y miraba al implicado sin decir palabra, pero le daba a entender: “Te estoy mirando y se dónde vives pendejo”. Hasta ahí les llegaba la valentía.

Yo lo quería mucho por eso y porque en su casa aprendí a bailar salsa. Hombre de pocas palabras que se hacía entender. Cuando tenía algún problema con Jhonatan, uno de sus hijos calaveras, le decía: “¿Qué se le dijo Jonatancito? ¿Qué se le dijo?”. Era claro que le había dicho y lo que él no había hecho. Alguna vez me pidió que le ayudara a redactar unas cartas y para agradecerme dijo: “La calidad, mija, la calidad.” No podía existir un mejor cumplido.

Pero lo mejor eran sus amenazas. Perfectas. Cortas. Elocuentes. Como deben ser las amenazas. Sencillas. Mínimo de palabras, máximo de impacto. Nunca olvidaré esa noche. La administradora del edificio venía a amenazarlo con quitarle el parqueadero, porque estaba colgado en dos cuotas de administración. Había amigos de la señora colgados en más 20 cuotas. Pero a ella le dolía no estar entre sus afectos. La escucho 20 minutos de cantaleta, en calzoncillos y sin musitar palabra. Cuando ella terminó dijo: “Mi señora, usted haga lo que tenga que hacer, que yo hado lo que tenga que hacer.” Ella abrió los ojos y él cerró la puerta. Ella no hizo nada y él se puso al día unos meses después.

Siempre que hago este bendito trámite pienso en él. Esta señorita me mira como si me estuviera haciendo un favor. A pesar de que atenderme es su trabajo, me dice hipócritamente condescendiente que va a mirar que puede hacer, a sabiendas de que mis papeles están correctos. Y yo me pregunto cómo se dirá en francés: “Usted haga lo que tenga que hacer (…)”. Pero como sea, mañana mismo lo averiguo.

jueves, 6 de agosto de 2009

Habas

Yo no me quejo. Por lejos que uno se vaya, siempre hay alguien que lo acompaña: uno mismo. La habilidad de ser feliz, de adaptarse, de cambiar, de mimetizarse… Es la misma aquí o allá. Uno se va con lo que es y en la medida que se administre, logra estar bien la mayor parte del tiempo. Yo vivo en un pueblito lindo (a veces demasiado lindo para mi gusto, y también demasiado pueblito), tengo un esposo chévere, un niño al que adoro, desde mi balcón se ve el mar. Pero obviamente vivo partida en dos. Extraño cosas, personas, lugares y tengo miedo de que al volver ya no existan o hayan cambiado. Me extraño también a mí misma, o a la que era, pero eso no quiere decir que la nueva yo, no me divierta: Si antes era despistada, si antes tenía un humor negro y oscuro, si antes lloraba por cualquier cosa, eso sigue estando ahí, pero el cambio de escenario genera resultados inesperados. La conciencia de mi despiste me ha hecho volverme ordenada y un poco más cuadriculada. Mi sentido del humor es peligroso y si a mis amigos de antes los divertía, a mis nuevos amigos los asusta. Y llorar por todo, se redujo a tener ganas de llorar y aguantárselas para no asustar a mi niño o al menos para no contagiarlo de nostalgias ajenas.


Me volví ligera. Viajo liviano. A veces salgo sin maquillaje. Uso ropa de promoción. Ya no tengo estrato. Ya no soy ex alumna de ninguna parte. Ni socia de nada. Ni VIP, ni millas, ni puntos. Ahora soy inmigrante pero eso sólo lo siento a veces en los trámites o con alguna cajera impaciente. Un día soy invisible, transparente; y al siguiente me siento como un papagayo en una reunión de osos polares.

No soy ni más ni menos feliz. La vida no es una película gringa que se resuelve con un beso a contraluz. La felicidad no tiene nada que ver con vivir en el Primer Mundo. En las autopistas de 10 carriles no hay puestos de mazorcas. A veces la civilización es más inhóspita que el desierto más seco. Acá no hay misceláneas, ni servicio a domicilio, ni aguacates en el semáforo. Y muchos dirán que esas cosas son sintomáticas del subdesarrollo, que son una vergüenza, que no vamos para ninguna parte. Algún imbécil nos dijo que lo que somos no era suficiente. Algún atrevido nos trató de narcotraficantes y no mencionó que cada país tuvo su historia y sus tragedias. Acomplejados no preguntamos cuantos Nazis había en sus familias, si sus tíos bombardearon Hiroshima, si sus antepasados traficaban con esclavos, o si deforestaban las selvas.

A mí que me muestren un país sin suegras, sin intolerancia, sin racismo, sin hipocresía. Sin empleados públicos intransigentes. Sin ancianos solos. Sí, es verdad, acá los niños no se mueren de hambre, pero el origen de esa riqueza es el oro de alguna colonia, o los diamantes de sangre o el buen negocio de las armas y la guerra.

Yo no soy ni más ni menos feliz. Yo sólo miro cómo se cuecen las habas de aquí y de allá. Ni mejores ni peores. Solo habas.

Artículo especial para Conexión Colombia.

martes, 4 de agosto de 2009

Destino esquivo

Cuando llegue a Francia por primera vez me preguntaban si yo sabía bailar como Shakira, a lo que yo contestaba que no, que yo si sabía bailar. Luego me preguntaban que si yo había conocido a Ingrid, a lo que yo contestaba que los que no la conocían eran ellos. Después me toco traducir al francés "La camisa negra" de Juanes, como si algo así tuviera traducción. Y ahora me van a preguntar que si yo soy una "Loba" como Shakira. Destino esquivo.

sábado, 1 de agosto de 2009

Andorra

Andorra es un principado ente España y Francia que al igual que Panamá o Luxemburgo permite que el comercio esté exento de impuestos. Como no estábamos tan lejos, aprovechamos para visitarlo. En resumen es una horrible región, con una horrible ciudad, llena de centros comerciales y almacenes con todas las marcas más prestigiosas. Como en el resto de Europa estaban en “saldos”. Toda una ganga: Sin impuestos y con descuentos del 30, 40 y 50%. En una vitrina una camisa para el bebe. Linda y con el logo de la marca lo suficientemente grande para enfermar de envidia a los demás niños de la guardería. Preguntamos el precio. Sin los impuestos y después del generoso descuento del 50%, equivalía a 16 de las camisas que le compramos para el verano. Primero me dio risa y luego sentí una extraña liberación: Nada me obligaba a comprarla.

Sabiduría Mexicana

Conocí a una señora mexicana que vende artesanías en los mercados de los pueblitos de la región. Conversamos. Intercambiamos coordenadas. Nos reímos y llegamos invariablemente al tema de la “Crisis Mundial”.
- ¿Y se te han bajado las ventas desde la “crisis”?
- Si un poco… como si a los franceses realmente los afectara…
- A mí me parece que ha sido exagerado el cubrimiento que le dan los medios…
- Es que ahí está el problema: Un francés, por más estudiado que sea, piensa que todo lo que dice la televisión es verdad. Mientras que hasta el mexicano más pobre sabe que todo lo que sale en la televisión es mentira.
- Amén.

Como tú

Fin de las vacaciones. 8 horas de viaje en carro en medio de autopistas que parecían parqueaderos. Tu amarrado a tu sillita de bebé, dormiste, jugaste, gritaste, tomaste tetero, te untaste el pelo de galleta… Bendito sea Mac Donalds que nos permitió paradas técnicas donde pudimos hacer pipi, cambiar pañales, comer helado y jugar en los espacios para niños. Es el único lugar de la tierra donde no es terrible tener chinos malcriados, llorones e hiperactivos. La comida es horrible pero ¿A quién le importa?

Durante la última hora del viaje tu papá y yo cantamos “Manamana Patipitipi” para calmar tus gritos desesperados. Al final te uniste a la parte del “Manamana” y te pareció cursi el patipitipi.

Llegamos. Estabas pegado a la silla del sudor. Yo subí contigo y nos metimos a la ducha en el término de la distancia. Qué delicia. Te envolví en tu toalla de sapito y prendí la luz de tu cuarto. Al mirar todos tus juguetes dijiste: ¡WOW!, y te pusiste feliz como si fuera la primera vez que los vieras. Como si todos fueran regalos nuevos. Saludaste cada carrito, tus sapitos, tus perros, tus títeres…

Estabas feliz de volver a tu casa a pesar de que durante las vacaciones no saliste de la piscina, le hablaste a los animales del zoológico, comiste papas a la francesa en todos los almuerzos, subiste montañas y visitaste la cueva de las estalactitas.

Me preocupa que va a ser muy, muy, muy difícil educarte, porque la mayor parte del tiempo me gustaría ser como tú.