sábado, 17 de abril de 2010

Estadística

- Hola tía ¿Cómo te ha ido con la campaña?
- Ah mijita, yo feliz acá dedicada a la política.
- ¿En serio?
- Si con tu tío no hemos parado en la casa.
- ¿Y cómo ves la cosa?
- Pues mijita como la llegada de <{(Èl)}> movió tanto las cosas, pues ya uno no sabe quién es quién, y menos en qué equipo juega. ¿Te acuerdas de los Parra?
- Si tía los de los caballos.
- Si mija, hasta donde yo me acuerdo ellos eran liberales. Después lo siguieron a <{(Èl)}>, por lo bien que les fue con los contratos, pero ahora están conservadores, o eso creo yo. Y como hay tanto candidato pues toca repartirse los votos, entonces la gente discute, no, que si yo era pariente de Mariano Ospina, que el Frente Nacional, no, es que mi tío abuelo estuvo en el gobierno de Lleras. Era más fácil cuando todos lo seguíamos a <{(Èl)}>. Pero lo que sí nos tiene felices es que vamos bien y todo seguirá como hasta ahora. El país que debe ser, el de la gente de bien.
- ¿Y mi tío qué comenta de todo?
- Mijita, nos hemos divertido mucho porque, claro en campaña a uno le toca ponerse en actitud democrática y nos hemos encontrado con que mucha gentecita viene a unírsenos. Gritan arengas, se ponen las camisetas. Chirriadísimos. Que la seguridad democrática. Que la continuidad en la gestión. Con tu tío nos preguntamos para qué le sirve la seguridad democrática a estos pobres que ni finca tienen. Pero es que ahí es donde uno entiende por qué debe ser la gente de bien la que decide, porque a estos les cerramos los hospitaluchos, les acabamos las universidades, les mandamos los hijos al monte y ellos felices como borreguitos. Tu tío dice que no hay nada más triste que un facho pobre. Claro no lo dice en público.
- Si, es mejor.
- Yo a tí ni te echo el cuento porque me imagino que seguirás con la camisa verde de los intelectuales.
- Si tía tú ya me conoces. ¿Y cómo les ha ido las encuestas?
- No mijita es que tú no sabes nada de política. Imagínate que Paquito de Zubiría nos enseñó que uno es el que dice cómo va en las encuestas, mejor dicho, tú la contratas le dices al encuestador: “Déme una con el 67% de favorabilidad” y entonces el encuestador va y hace la mímica de que encuestó una gente y que la metodología y que el 5% de error, y va, se pone la corbata más bonita y sale en el noticiero diciendo que es uno el que va a ganar.
- Si es verdad, no tiene nada que ver con las clases de estadística que vi en la universidad, cuando quería ser periodista.
- ¿Con la estadística? ¿Cómo así mijita?
- No tía, no me hagas caso, tu dedícate a la política.
- Yo feliz mija, yo feliz.

Delfines

 
Mi esposo decía que cuando se pensionara iba a comprar un barco. Los miraba en los puertos. Coleccionaba revistas del tema en el baño. Suspiraba. Algún día algo cansada del tema, le dije que era mejor si compraba el barco de tres puestos, uno para él, otro para mí y el último para la enfermera que nos iba a cuidar, teniendo en cuenta los años que faltaban para que él se pensionara. Le pregunté cuanto valía el barco más sencillo. No sabía. Le pregunté qué barco quería. Tampoco tenía idea. Al día siguiente cogió una revista de las que venden vehículos usados y llamó a todos los avisos. Encontró uno que era “El Renault 4 de los barquitos”. Viejo pero en buen estado. Lo vendía un señor que encantado le enseñó a navegar en un fin de semana. No valía mucho pero tenía muchos pendientes que mi esposo dedicado solucionó en sus ratos libres. Lo ha armado y desarmado y vuelto a armar, muchas veces. Pasamos tardes buscando el bombillito, el tornillo, el cable. Y cuando el viento es favorable, salimos a navegar. La mejor versión de mi esposo es la que conduce la nave. Feliz, orgulloso, libre. El mejor regalo que le puede dar a alguien es llevarlo a las islas que se ven desde nuestra casa.

Ayer salimos a navegar. Mi esposo quería darle una vuelta a su barquito antes de partir por 3 meses de misión. En la neverita del picnic echamos jamón, queso, pan, cerveza y los conejitos de chocolate que quedaron de la Pascua. En la mitad del trayecto, en medio del mar aparecieron los delfines. Delfines de verdad. Libres, salvajes. Les tomé fotos. Hasta un video. Sentí muchísima emoción. Luego me puse triste. Tal vez eran los últimos delfines. Pensaba en los que había visto otras veces, haciendo ridiculeces y comiendo galletas para el deleite del público. Los seres humanos somos estúpidos. Todo tiene que servir para algo, y en esa búsqueda despiadada matamos, devastamos, eliminamos todo lo que existe. Estamos convencidos de que los animales existen para complacernos. Si son salvajes amamos tener sus cadáveres en la sala. Domesticamos a los más gentiles para doblegarlos a nuestros deseos e imitar nuestros hábitos. Y a los que no nos gustan, o a los que tememos los destruimos sin piedad.

Ver los delfines, me puso triste. No. Tal vez ya estaba triste. Solo me faltaba una excusa para llorar y un tema para escribir.

El video: http://www.flickr.com/photos/32868671@N00/4526311036/

miércoles, 7 de abril de 2010

Muñecas

Juegas con muñecas. Te las robas del cuarto de tu hermana y las llevas al tuyo. Las cuidas, les cantas, les das tetero y cuando se portan mal gritas “tonto” y las lanzas al aire. Cuando te vas a acostar las ponemos junto a ti sobre la almohada, las tapamos, les damos un beso y esperamos a que se duerman. Cuando no las encuentras me preguntas “¿Bebe?” y yo te ayudo a buscarlas. También juegas a hacer abdominales en la máquina que me regaló tu papá. Abres las alacenas y los cajones, sacas el contenido y luego lo distribuyes aleatoriamente. Tiras las mandarinas por el balcón. Cantas a pedazos “Bohemian Rapzody” de Queen. Haces bocaquiusa con el Himno de la Alegría. Sacas las maracas cuando oímos a Celia Cruz y bailas dando vueltas. Apagas, desconectas y des configuras todos los computadores a tu alcance. Te gusta ver como se diluyen los royos de papel higiénico en el inodoro. Gritas. Cantas. Corres. Nos muerdes y luego nos llenas de abrazos y besos. Hablas por teléfono. Maldices. Te ríes a carcajadas. Al final del día te quedas dormido abrazado a tus muñecas. Contigo no me aburro nunca y aunque te regañe y haga mi pose de “estoy brava”, en el corazón soy muy feliz.

Generosidad

La mujer explica que a pesar de su dolor, quiere agradecer a las personas que les ayudaron durante la penosa enfermedad de su hijo. Al saber que le quedaban dos meses de vida, los compañeros de trabajo de su esposo le donaron días de vacaciones para que pudiera estar junto al niño. El papá acongojado toma la palabra y dice que lo que hicieron sus compañeros es no solo una muy buena idea, sino un ejemplo a seguir. Muestran la foto del hijo que ya no está y a los donadores de días, gente normal de jean y camisa, con una sutil expresión acorde a las circunstancias. Lloro del principio al final del reportaje, frente al televisor. Desde que soy mamá todas estas historias me rompen el corazón.

Hipótesis

Desde niño estaba convencido de que los ricos eran más felices. Mientras caminaba al colegio se iba pensando que haría si se ganara un millón de pesos. Se desplazaba mirando al piso en busca de alguna moneda. En su casa le enseñaron a ser bueno. Le dieron ejemplo. Nunca faltó nada. Nunca sobró. Pero siempre sintió que eso que no tenía, eso que no podía comprar, era la llave de la felicidad. Las pequeñas carencias lo hicieron hábil y recursivo. Los juguetes que no tuvo desarrollaron su imaginación y la capacidad de crear universos magníficos. Siempre insatisfecho, de todo y de sí mismo, desarrolló un sentido del humor negro y brillante que era el deleite de sus amigos. Porque amigos tuvo muchos, muchísimos, que lo querían sin preocuparse de lo que tenía. Solo disfrutaban de lo que él era. Su inteligencia lo llevo lejos. Le dio el dinero y el reconocimiento con que soñaba mientras recorría el camino al colegio. Pero siempre encontraba alguien más rico y desilusionado perdía de vista lo que era y lo que había conseguido. Angustiado dejó de crear y empezó a calcular, a medir, a comparar. Los universos magníficos desaparecieron en los hoyos negros de su soledad. Sus amigos trataron de mostrarle, sin éxito, que siempre tuvo todo para ser feliz, pero se sintió traicionado por ellos, convencido de que no podrían entenderlo. Y sin darse cuenta se volvió en sí mismo la comprobación de que su hipótesis era falsa: Los ricos no son necesariamente más felices.