lunes, 31 de mayo de 2010

Animal político

- Mijita ¿porqué no me contestabas al teléfono, he marcado toda la mañana, es qué no quieres hablar conmigo?
- No tía como se te ocurre, es que estaba mal colgado.
- Si mijita como no.
- ¿Y cómo estás tía?
- Feliz mijita, feliz, salvamos a este país y a la gente de bien.
- Ajá.
- No mijita, es que yo si quedé enamorada de la política. Tanto que le dije a tu tío que yo quería estudiar para ser política y él me dijo que no, que yo ya era un “animal político”.
- Ajá.
- No te imaginas después de la entrega de resultados no dejaba de sonar el teléfono. El primero en llamar fue “El capitán”. Que se había salvado, que con un santo de presidente, ya no lo iban a fregar más con lo de los falsos positivos. Y acá entre nos mijita, esos muchachos que mataban eran unos pobres indiecitos miserables, sin educación ni futuro mija. Si no terminaban de guerrilleros, terminaban de atracadores.
- Eso se llama “limpieza social” tía.
- ¿Acaso eso existe? Genial, no sabía yo. Después llamo Pina de Vidal. Imagínate que el hijo de ella es el que importa el material de comunicaciones para el DAS. Es un muchacho simpatiquísimo que incluso les hace capacitaciones con almuerzo y video y toda la cosa.
- Me imagino que para las chuzadas…
- Si claro mijita. No es que mí si me parece genial oírle la vida a todo el mundo, puro espionaje como en las películas. ¿Te imaginas lo que uno descubriría?
- Ajá.
- Con la idea que nos dio Pachito de Velázquez amenazamos a Conchita que si no votaba por el candidato de nosotros le quitábamos el subsidio de transporte. Y la muy descarada contestó que cual subsidio, me tocó amenazarla con bajarle el sueldo. Finalmente votó a regañadientes pero votó. Es que el voto es democracia, pagado o no.
- Si tú lo dices…
- Además (Él), estuvo genial mija, le hizo la segunda al candidato en todo lo que se necesitó. Como siempre diciendo cosas sin decirlas, con parábolas para este pueblo miserable. ¿Qué tal la belleza el cuento de los huevitos? Nosotros le estábamos diciendo a Clarita de Salazar la editora que sacara un libro para niños con esta historia, para irlos induciendo desde pequeños.
- Ajá.
- Además mijita, es que el candidato santo tiene todos los juguetes, hasta su periódico propio, así las noticias salen listas del Palacio de Nariño, sin filtros ni pendejadas. Es que para un gobierno es un peligro que haya periódicos y noticieros contando las cosas que la gentecita no está preparada para entender.
- Ajá.
- Pero no te creas mijita, no había sólo gente de bien votando por el candidato santo. Había un grupo grande de la gente a la que se le dio su pancito para que fuera a hacer democracia. Pero también había mucho levantado, “fachitos pobres” como les dice tu tío. Que yo sigo sin entender porque votan si para ellos no hay tajada de ese ponqué. Pero muy chirriados mija. Lo que muestra que a la gentecita hay que orientarla. Decirle por donde es.
- Oye tía que pena contigo pero es que hoy amanecí con migraña y ni te he constestado, pero por lo que oigo mi tío tiene razón, de los animales políticos, tu definitivamente eres de las más animal.
- Lo tomaré como un cumplido mijita.

domingo, 30 de mayo de 2010

Para los amigos

Un amigo muy, pero muy neurótico que tuve alguna vez, decía que uno no volvía a hacer amigos después de los 30. Que si tenía suerte conservaba algunos de los que había conseguido en sus primeros años de vida. Este amigo se caracterizaba por una sutil y sofisticada visión de lo catastrófico, de lo que estaba mal, del lado triste de la vida. Inmamable. Algún día tuvo a bien decirme todo lo que estaba mal en mí. Dos días después de la catarsis yo le dije todo lo que estaba bien en él y que nunca, pero nunca más quería volver a verlo. Y a pesar de mi cercanía a los 30 años, tuve la suerte de hacerme un grupo de amigos de los que conservo uno que otro a pesar de la distancia. Como todo en la vida, uno tiene amigos buenos, malos, egoístas, generosos, divertidos, temporales, interesados, que sacan lo peor de uno, que lo hacen mejor, que le amargan la vida, que no llaman nunca, que le piden plata, que le suben el ánimo, que se ríen de uno con uno y que se ríen de uno sin uno y con los demás.

Hoy tengo la suerte de tener dos amigas que me cuidan, me quieren, se preocupan por mí y hasta me ayudaron a pintar la cocina. Extranjeras y con niños pequeños como yo, compartimos el karma de vivir en un país que adora los niños y los inmigrantes, si y solo si, estos están en otros países, si no entran a los mismos almacenes, si no comen en los mismos restaurantes, si no van a los mismos colegios, si caminan por el otro lado del andén. Tenemos toda una infraestructura montada para acomodar coches, teteros y bebes en nuestros paseos. Nos turnamos para medirnos ropa en los almacenes. Hemos hecho un detallado benchmarking de los esposos para concluir que todos son iguales. Nos vamos en gavilla cuando nos la montan y nos administramos las soledades, las alegrías y las amarguras.

Hace unos meses le pedí a Dios que me mandara una amiga, y generosamente me mando dos. Magnífico detalle de fina coquetería.

PD: También me mandó una amistad virtual que me preguntó porque no había vuelto a escribir. Llevaba mucho tiempo sintiendo que no tengo nada nuevo que decir. Este post también se lo dedico.

Imperfecto

El mundo no es perfecto. No debería serlo. Pero a veces pretendemos inútilmente que lo sea. A veces paso del cielo al infierno con solo cruzar la calle, de amor, al odio, al abandono, a la bondad. Trato de llevar la cuenta de quién va ganando en la lucha del bien contra el mal, pero es inútil. Es un infinito empate técnico.

Hasta hace un tiempo pasaba todo por el filtro de ser inmigrante. Pero es más complejo que eso. O tal vez más simple. Uno es lo que es, y en virtud de eso hay gente que lo quiere, que lo odia y otra que siempre será indiferente. Puedo hacer miles de esfuerzos, ser amable y sonreír, pero eso no cambiará el odio de la señorita de la oficina de correos por mí, o tal vez por su trabajo. Porque aunque sea ridículo reconocerlo, lo que ella sea y sienta no tiene nada que ver conmigo, aunque sea yo la que reciba la descarga.

Pero también funciona a la inversa. He encontrado gente que me quiere y me ayuda a pesar de que no todos los días estoy del mejor ánimo, aunque no sonría, aunque golpee a las cuatro de la mañana en piyama llorando a pedir ayuda.

Siempre pienso en lo que decía la sicóloga que me atendió después del parto: “En su país hay gente buena y gente mala. Acá es igual, no tendría por qué ser diferente. Si se lo merecen insúltelos, finalmente muchas malas palabras suenan parecido en los dos idiomas.” Y lo que en su momento me pareció todo un hallazgo, hoy se cae de su peso. El mundo no es perfecto. No debería serlo. Pero ya tengo identificadas algunas calles, direcciones y personas donde siempre me siento más cerca del cielo.

domingo, 9 de mayo de 2010

Dias de...

No he podido volver a escribir desde que me salió este nudo en la garganta. Quería escribir algo bonito sobre el día de las madres, pero siempre he tenido problemas con los “días de”. Sabía que el día estaba cerca, pero no sabía que era hoy. No hice nada especial. Incluso hablé con mi mamá y no le dije nada. Y ahora llamo y llamo y muy seguramente todos los que están en mi situación, están pegados al teléfono y no puedo comunicarme. Quiero escribir algo que no suene a un cliché, pero no se me dan las cosas. Mando mensajitos en Facebook a mis amigas del colegio, de la universidad, del barrio, o del trabajo que ahora son mamás. Dedicadas y juiciosas aparecen en la fotico con sus niños. Puede que lleve muchos años sin verlas, pero todas me escriben mensajes y consejos bonitos siempre que pongo una foto de mi niño.
Pienso en mi mamá, a quien tampoco le gustan los “días de” pero que estaría feliz de verme hoy. Pienso en todas las personas que me han adoptado como una hija. Pienso en mi niño que duerme feliz después de que compartimos un plato enorme de fresas con crema. Pienso en las mamás que trabajan y en las que se quedan en la casa con los niños. En las regañonas, las “peace and love”, las que recogen reguero, las que cortan uñas, las que preparan tortas y las que las compran hechas, las que están solas y las que querrían estarlo, las que madrugan y se paran a esperar el bus, las que dan beso en la frente, las que tienen hijos que no están, las que tienen hijos que no avisan, las que castigan, las que premian, las que conversan, las que lo intentan todo, las que se sacrifican sin que nadie lo sepa…

Tengo un nudo en la garganta. No me gustan los “días de”. Todo lo que escribo es un cliché. Mi niño se comió la crema y me dejó las fresas. Pienso en mi mamá y en que mañana cuando pueda hablar con ella voy a sentirme mejor.

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En la foto, mi mamá y mi hijo.

Corto

Después de conocerla entendí que más que una herencia, dejaba una indemnización.

Corto

Cuando esta mujer vaya al cielo, Dios va a conocer lo que es el infierno.

lunes, 3 de mayo de 2010

Pulgas

Paula me invita al mercado de las pulgas. A las 9:30 esta lista frente a mi carro con la bebita instalada en la silla y el coche en el baúl. Yo bajo a las carreras con mi niño, al que se le asoma la barriga entre la pantaloneta y la camiseta. Nuestros paseos se parecen a un trasteo. Un carro con dos niños, dos mamás, dos coches, 12 teteros, 10 pañales y una tonelada de pañitos húmedos. Como en todos los mercados de las pulgas hay 6 montañas de basura por cada cosa que sirve para algo. Paula vendía ropa interior que compraba por internet al lado de una pareja de ancianos que parece sacada de una película de Vittorio de Sica. Sin dientes y con la mirada del que no espera nada, están sentados al borde de su camioneta frente a una sabana llena de partes de electrodomésticos. Ella los abraza y los besa. A pesar de llevar solo 3 años viviendo en Francia (después de dejar su Brasil natal) habla casi perfectamente el francés, y como lo disfruta, es difícil para ella estar en silencio más de un minuto. No encontramos nada. Nos divertimos preguntando cuánto cuestan los juguetes que hemos comprado nuevos a nuestros hijos. En nuestro cálculo todo lo que hay en las habitaciones de los dos niños, no se vende por más de 50 euros, a pesar de los cientos de euros que nos costó. El juguete que compramos con tanta ilusión en el almacén, se ve como un pedazo de plástico ridículo al lado de un conejo de peluche rosado bañado en polvo y mugre. Al final del mercado hay un puesto de frutas atendido por unos gitanos. Compramos alverjas frescas, uvas, fresas, naranjas y aceitunas para comer por el camino y escupir las semillas. Paula se acerca a pagar mientras yo cuido los niños que duermen rendidos. Estamos atravesados en el camino de una mujer que furiosa vocifera que al mercado no deberían llevar coches. Paula ofendida empieza a gritar. Una mezcla de groserías e insultos en francés y portugués. Aprovecho el desorden y la acompaño en la trifulca. Yo se que está triste. Una de las personas a las que les hizo el aseo esta semana, suspendió el contrato con la agencia porque no quiere que a su casa entren extranjeros. Tenemos otra vez la conversación de siempre. La mentira de la “integración”, el racismo, los prejuicios. Para no caer en la nostalgia del domingo le recuerdo que en todas partes hay gente buena y gente mala y que mi religión me prohíbe cocinar los domingos. Vamos al restaurante de siempre y repetimos el menú. No se lo he dicho, pero tal vez ella lo sabe, ella hace parte de mi lista de la gente buena que vive en Francia y me hace muy feliz que sea mi amiga.