domingo, 10 de julio de 2011

Upgrade

Cuando empecé este blog hace mas o menos dos años, trataba de poner en orden las ideas y los sentimientos de todos los cambios que estaba haciendo en mi vida. Una montaña rusa emocional en la que pasaba por todos los estados de la materia en el transcurso de una tarde. Este último año tratando de reconstruir mi vida profesional, encontré una psicóloga que yendo mas allá de su deber logró ponerme en orden mis sentimientos y mis ideas. Teniendo en cuenta que es una empleada pública, que me dedico muchísimo mas tiempo del habitual, que puso a mi servicio todas les herramientas de estado francés para personas en mi situación, etc, etc, tal vez tenga que reconsiderar la existencia de los ángeles de la guarda y mi frágil confianza en la humanidad.

En los últimos seis meses me preparé en francés escrito, validé mi diploma recuperando el mismo nivel universitario que tenia en Colombia y volví a hacer proyectos de diseño gráfico. Los collares, aretes, anillos y brazaletes que vendía tímidamente por Internet empezaron a ser vendidos en una boutique de ropa y en un almacén de objetos, gracias a una vecina que decidió volverse mi agente comercial.

Pero tal vez la cosa que más me ha sorprendido es que descubrí que los Dibujoramas que vendía en Internet y que siempre me compraba la misma señora, estaban siendo vendidos en una galería de arte al norte de Francia.

Mi amigo Andrés Marquinez me dijo un día que el primer año en un país extranjero era el purgatorio, en mi caso fueron casi tres años y aunque estoy lejos de tener un salario normal y de pensar que tengo todo bajo control, me siento como si hubiera recuperado un pedazo de mi misma.

Hace unas noches, aprovechando el calor del verano llevé a mi mamá y a mi amiga Mónica a conocer el almacén de objetos, que ya estaba cerrado. Paradas con las manos y las narices pegadas a la vitrina y los niños dormidos en los coches, mirábamos como la propietaria había instalado todos mis trabajos manuales.

Por todo lo anterior no he vuelto a escribir tanto como antes. También porque lo que era nuevo empezó a ser normal. Pero debo confesar que extraño los comentarios de amigos reales y virtuales, conocidos y desconocidos que me escribían subiéndome el animo, contando sus experiencias y riéndose de mi conmigo. Todos ellos han sido mi compañía  y los responsables de que no hubiera perdido del todo la fe en la humanidad mientras atravesaba el purgatorio de los primeros tres años de inmigrante. Si no lo había dicho antes, muchas gracias.