miércoles, 1 de diciembre de 2010

Siempre.

Cuando uno tiene suerte como yo la tuve,  tiene una mejor amiga que a su vez tiene una familia que lo quiere a uno como a otro hijo. Una familia que lo adopta, una casa a la que siempre puede ir, donde siempre hay un plato en la mesa para uno, donde uno siempre esta invitado a las fiestas. Siempre. Yo tuve la bendición de pasar mi adolescencia en la casa de mi amiga Olguita Ramírez. Tuvimos la fortuna de complementarnos y ella era la dura en todo lo que a mi no me gustaba: trigonometría, cálculo, química… y dado que siempre fuimos sinceras y generosas al respecto tuvimos un equipo que nos dejaba estar en los cinco primeros puestos del cuadro de honor. Siempre. Después del colegio nos íbamos caminando hasta su casa, con otras amigas que formaban parte del club de los adoptados por Los Ramírez : Jesica Colmenares y Diana Rojas, igual de nerds a nosotras. Almorzábamos en un comedor enorme donde estaban además los compañeros de universidad de los hermanos de Olguita, también adoptados. Hacíamos tareas. Estudiábamos. Si era viernes nos cambiábamos el uniforme, Clara la hermana de Olguita nos maquillaba y nos íbamos de fiesta a bailar hasta que se le acabara la suela a los zapatos, porque si algo hicimos en la vida fue bailar.

En esa casa lloré todas mis penas de amor. Celebré todas mis alegrías. Tuve amigos y amigas. Conversaciones apasionadas. Ataques de risa. La generosidad de la familia de Olguita hizo de mi adolescencia un mal menor y tengo dentro de mis recuerdos felices las tardes que pasamos juntas. No se si ya te lo había dicho, pero contigo y con tu familia, siempre estaré en deuda y agradecida. 

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