miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mother Fucker


Mother Fucker. Así se llama el ultimo espectáculo de la cómica francesa Florence Foresti basado en su experiencia como mamá. Abandonada de los lugares comunes y de la imagen de las mujeres perfectas de los años 50, narra entre muecas y gritos, entre cinismo y honestidad su visión de la maternidad. Me preocupa. Me siento profundamente identificada. Por mas que me esfuerzo no soy como Betty Crocker. Hay un punto en que los bebés se vuelven niños y la tarea de educarlos parece más una prueba de supervivencia que un “intercambio dialectico madre-hijo”.  Volvamos a Florence, el público estalla cuando confiesa todas las cosas que juraba antes de dar a luz a su hija:: “Todos los juguetes de mi hijo serán de madera. Clásicos”. “Mi hijo no verá televisión”. “Mi hijo solo comerá bio-orgánico. Nada de dulces o comidas rápidas”. Mientras lo enumera hace la mueca de la prepotencia típica de aquellos que lo saben todo antes de haberlo vivido. Luego dice que antes de ser mamá era radical en sus ideas, apasionada, enérgica. Se ríe de si misma. Luego pregunta si alguien sabe como duele un golpe con un cubo de madera en la cabeza, canta todos los jingles de los programas para niños, y luego recita las publicidades de los chocolates, de las galletas, etc., etc.… No se si me rio de ella o de mi.

La promesa de la televisión no la hice. Pero cuando mi niño empezó a interesarse, busqué películas especiales con temas educativos… bla bla bla… El mes pasado me gasté una parte importante del presupuesto de la casa en películas originales porque ya me sabía el momento en que se oían las toses y las risas en las versiones piratas. Y si finalmente cada película la voy a ver/oír/repetir mentalmente entre 5 o 7 veces al día, pues mejor que sea de buena calidad. Con las películas vinieron los muñequitos de los personajes y con ellos la ropa, único medio que he encontrado para convencer a este niño mio de dejarse vestir rápido. Porque además aprendió a desvestirse y prefirió el invierno para sus prácticas nudistas.

La promesa de los juguetes de madera la hice. Incluso los compré, pero dado que son mas artesanales que prácticos los tengo protegidos en la parte de arriba del closet para que mi hijo no los destruya. Adicionalmente a mi me encantan los juguetes de los niños-hombres: los caballos con los jinetes, los carritos con puertas que se abren, las herramientas… No puedo evitar salir sin comprarle algo y  me justifico pensando que afortunadamente yo se los compro y el me los presta.

La promesa de la comida bio-orgánica no la hice jamás, pero si prometí  cocinar siempre con comida fresca, nada de congelados o comida rápida. Pero no había pensado en que mi hijo sería francés y viviríamos en un país con estaciones y que además tendría que educarlo, cocinarle, lavarle y procurarle una casa limpia yo sola, sin abuelas, tías, primas, amigas o niñeras que me hicieran la segunda.  Entonces de las 168 horas que tiene una semana yo estoy con mi niño 159 horas. Incluyo las horas en las que está dormido, porque me da tristeza pensar que este con frio y me paro a taparlo varias veces durante la noche. De las 9 horas que él va a la guardería por semana, paso 3 estudiando francés y me quedan 6 para hacer mercado, subirlo y guardarlo. Ir al banco, al correo, lavar el carro y para hacer todas las tareas que implican lugares donde es mejor ir sin niños. Entonces, lo confieso, he sucumbido a las alitas de pollo congeladas que le encantan y a los rollitos chinos que se come sin chistar. Y por más que me esfuerzo no siempre logro que coma verduras o frutas  y me consuelo cuando coge los bananos para comérselos escondido entre su carpa. También me digo a mi misma que cuando trabaje en “Médicos sin fronteras” o cuando sea embajador de buena voluntad por el mundo, no podrá ser muy exigente con la comida. Entonces pienso en que diría Florence Foresti. No pierdo el tiempo pensando en que diría Betty Crocket. Pienso en las tardes despues del colegio en que con mi hermano nos comíamos la gelatina de la caja, en polvo, sin haberla preparado. “Con mis Gudis soy feliz porque son de maíz”. En la Barbie de pelo negro que me trajo mi mamá por haber pasado el año. A veces me preocupo demasiado por ser una mamá perfecta, pero me repito que lo perfecto es enemigo de lo bueno y abrazo a mi niño mentras miramos alguna de sus películas.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Siempre.

Cuando uno tiene suerte como yo la tuve,  tiene una mejor amiga que a su vez tiene una familia que lo quiere a uno como a otro hijo. Una familia que lo adopta, una casa a la que siempre puede ir, donde siempre hay un plato en la mesa para uno, donde uno siempre esta invitado a las fiestas. Siempre. Yo tuve la bendición de pasar mi adolescencia en la casa de mi amiga Olguita Ramírez. Tuvimos la fortuna de complementarnos y ella era la dura en todo lo que a mi no me gustaba: trigonometría, cálculo, química… y dado que siempre fuimos sinceras y generosas al respecto tuvimos un equipo que nos dejaba estar en los cinco primeros puestos del cuadro de honor. Siempre. Después del colegio nos íbamos caminando hasta su casa, con otras amigas que formaban parte del club de los adoptados por Los Ramírez : Jesica Colmenares y Diana Rojas, igual de nerds a nosotras. Almorzábamos en un comedor enorme donde estaban además los compañeros de universidad de los hermanos de Olguita, también adoptados. Hacíamos tareas. Estudiábamos. Si era viernes nos cambiábamos el uniforme, Clara la hermana de Olguita nos maquillaba y nos íbamos de fiesta a bailar hasta que se le acabara la suela a los zapatos, porque si algo hicimos en la vida fue bailar.

En esa casa lloré todas mis penas de amor. Celebré todas mis alegrías. Tuve amigos y amigas. Conversaciones apasionadas. Ataques de risa. La generosidad de la familia de Olguita hizo de mi adolescencia un mal menor y tengo dentro de mis recuerdos felices las tardes que pasamos juntas. No se si ya te lo había dicho, pero contigo y con tu familia, siempre estaré en deuda y agradecida. 

"Joyeux Noel" ("Feliz Navidad")

Desde hace dos semanas los medios franceses analizan y calculan cual será la inversión promedio de una familia francesa en navidad. Los rubros son tres: Comida, regalos y desplazamientos. Porque en invierno la tradición indica ir a la nieve a esquiar, así como en verano indica desplazarse hacia las costas a disfrutar del mar.

Dada la “crisis” que atraviesa la quinta economía del mundo -con cobertura total en salud y educación, con una infraestructura vial que provee el 100% del territorio, etc., etc., -“ los franceses han previsto que gastarán durante la navidad un promedio de 521 euros o 213 euros por persona”, según el INSEE, que es el equivalente al DANE colombiano. Después de la presentación de la cifra, los medios entrevistan personas que confiesan con pesar que este año no podrán ser tan generosas como en años anteriores. Luego explican que los regalos equivaldrán al 56% del presupuesto y pasan imágenes de los almacenes decorados donde los comerciantes dejan entrever la preocupación por la “crisis”.

El mismo estudio muestra además que los 60 millones de franceses gastarán en la navidad de 2010, 62,45 millardos de euros, (1millardo es igual a mil millones) , y que entre 2007 y 2010, el gasto se ha incrementado en 2,7%. Porque estamos en “crisis”. España con 46 millones de habitantes gastará “solo” 31,215 millardos.
Algunos dirán que juego con las cifras para justificar mi punto. Que este texto es pura demagogia. Adicionalmente no tengo el dato de cuanto gastará un hogar colombiano en navidad, de cuanto será destinado a los buñuelos, la natilla y el Niño Dios. Y luego mis amigos economistas dirán que comparar un país con otro es comparar peras con manzanas. Que en Francia la clase media es el 90% de la población y que en Colombia hay que mirarlo de acuerdo al estrato, o que se yo.

La visión que los franceses tienen de la “crisis” es un insulto al concepto en si mismo. En el mismo noticiero pasan las imágenes de Haití y el nuevo brote de cólera, sumido en la miseria, la de verdad verdad. Imágenes de las elecciones en Costa de Marfil con personas que protestan descalzas por las calles. Pero esa pobreza es interpretada por los franceses como una exótica estética, una realidad paralela que no los toca. Además ellos están en “crisis”, no tendrían porque preocuparse por las “crisis” de los otros. Las colonias…¿Cuáles colonias? Eso pasó hace rato.

Y pasará la navidad y ellos quedarán con la sensación de que ya no están en los buenos tiempos, que les tocaron las vacas flacas, que este año sólo podrán comprar el foie gras mas chiquito. Culpa de los árabes y del avión de Sarkozy… y habiendo recibido los regalos mas caros, la mejor comida y de haber jugado en la nieve, seguirán tristes por no ser felices. 

viernes, 26 de noviembre de 2010

Síndrome de Mary Poppins

La mayor parte del tiempo sufro del Síndrome de Mary Poppins. Extraña enfermedad que me hace verle el lado bueno a las personas malas, el lado simpático a las situaciones, el lado positivo a las catástrofes. Entre los múltiples síntomas están la posibilidad de reírse y llorar al mismo tiempo y las respuestas sistemáticas como: “no es tan grave”, o “la próxima vez nos irá mejor”. La gente piensa que soy una persona positiva y con una gran capacidad de análisis, pero lo que no saben es que he desarrollado esta sofisticada enfermedad como mecanismo de defensa contra el fracaso y la desilusión.

Pero lo más extraño de este síndrome, es que a veces desaparece: no puedo verle el lado bueno a los malos, todas las situaciones me parecen catástrofes, repito frases en futuro definitivo como: “hasta aquí llegamos”, o “no doy mas”. Las personas que entran en contacto conmigo en estos periodos, piensan que soy negativa y melodramática. Que solo veo lo que quiero ver. Que soy una neurótica - quejumbrosa.

Hace 19 días Mary Poppins se bajó del bus y me dejó sola. Esta es la razón por la que hace 19 días no escribo. Todo lo que digo o pienso es gris. Estoy triste y desilusionada. Es posible que sea el invierno, la cercanía a la navidad y la lejanía de los que quiero. Es posible que Mary Poppins se haya dado por vencida después de meses en los que no hemos parado de luchar. La pobre ha tenido un año muy duro. No la puedo culpar.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Consuelo

Yo conocí al que hoy es mi esposo a los 30 años. Lo que quiere decir que entre los 20 y los 30 me dediqué a amargarme la vida entre relaciones insatisfactorias y el auto flagelo por ser soltera. Al mismo tiempo, para entretenerme, mientras finalmente alguien se casaba conmigo, fui a la universidad, trabajé, viajé, compre todos y cada uno de mis caprichos, rumbié, leí, conocí gente fantástica y fui a cine casi una vez por semana. Pero después del segundo trago ya estaba triste de no haber encontrado el amor de mi vida. Además me las ingeniaba para tener amores platónicos inalcanzables, con tan mala suerte que a veces me “paraban bolas” y yo salía corriendo.

A mi esposo lo conocí en extrañas circunstancias a tres meses de irse de Colombia para siempre. Y yo, amante del drama, sufría por ese amor imposible. Ajá. Este mes cumplimos 7 años de tan fatídico suceso, que nos trajo un niño al que adoramos, miles de recuerdos y aventuras, una economía restringida y un matrimonio normal. Y en este momento mis amigas solteras suspiran y dicen: ¡Nooo divinoooooo! Y mis amigas casadas: Ajá.

Ajá. Si las solteras supieran que las casadas se la pasan imaginándose la vida si se divorciaran, si no se hubieran casado, si el esposo se fuera de viaje un mes. Aunque fuera un mes. Cuando les cuento a mis amigas solteras que mi esposo se va de misión 3 meses, me consuelan. Mis amigas casadas me dicen: ¿En serio? Deli!!!!

Hace unos días mi esposo me dio la mano mientras se dormía, luego me dijo que aprovechaba que ese día lo estaba queriendo, porque últimamente había días que no lo quería. Yo me quedé pensando y le dije que últimamente había días que no me quería ni a mi misma. Que en el fondo de mi corazón lo quería siempre, pero que a veces sería más fácil no quererlo tanto.

Porque lo que se les olvida a las solteras, es que si hoy se levantan con ganas de irse de paseo, lo hacen, sin negociar, sin preguntar, con alguna amiga igual de desparchada. Cuando uno se casa y además tiene niños, tiene que inventar toda una logística para hacer eso que uno quiere y no cuando quiere, sino cuando puede.

Alguna vez por televisión mostraban un matrimonio gay entre dos mujeres y el pastor decía que uno no se enamoraba para toda la vida, que el amor era una decisión de cada día. Nada más cierto.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

P.O.P.

Hace muchos pero muchos años, cuando aún estaba en la universidad conseguí un trabajo en una multinacional de tecnología como “channel marketing”. A pesar del caché que me daba el nombre, mi trabajo consistía en organizar la bodega del material P.O.P. (Material Punto de Venta, en inglés Point-of-Purchase) y distribuirlo. 400m2, de cosas que cinco minutos después de ser entregadas a los posibles clientes irían a la caneca. Botones, botoncitos, cartones, esferitos con tinta para tres palabras, llaveros, almanaques, afiches, muñequitos, linternas, clips, camisetas, etc., etc. Mi trabajo era organizarlo para luego distribuirlo. Pero para distribuirlo tenía que tener la aprobación de 3 personas sentadas en los cubículos que colindaban con el mío, que al no saber hablar correctamente el inglés, lo mezclaban con el español, lo que les daba ese aire de “gente de mundo – del tercer mundo”.  La muchacha del cubículo de la derecha estaba enamorada del señor casado del cubículo de la izquierda y sus decisiones dependían de lo que él dijera. Él a su vez era adicto a los antiácidos y sus mejores momentos eran los que estuvieran alejados de las horas de digestión. En el tercer cubículo había una señorita que sufría de serlo y que a los 45 años seguía pensando que la minifalda la habían inventado pensando en ella. Las aprobaciones eran periplos interminables en los que nunca logré sincronizar la digestión, con el amor platónico, con la minifalda. Pero el tiempo pasaba y el material P.O.P. perdía vigencia, entonces cajas llenas de cosas debían archivarse porque no podían ni reciclarse, ni regalarse, ni destruirse. Pero dado que era una multinacional  y que las decisiones estrategicas estaban dictadas por algún señor en Malasia o en Nueva York, cada semana llegaban nuevos conteirnes de material P.O.P. hecho en China, que deberían luego archivarse porque la aprobación dependía de la digestión, la traga y la minifalda.  A veces, cuando estaba cercana la fecha de presentar los indicadores de gestión, un aprobación aparecía de la nada y yo feliz, llenaba mi Fiat 147 amarillo y me iba a entregar el material a los distribuidores. Desafortunadamente nunca hubo sincronía entre la promoción que salía por televisión y el material que yo debía entregar y los distribuidores rechazaban la entrega. Pero  no tenía derecho a devolver el material a la bodega porque había sido aprobado. Yo renuncié un lunes. El viernes anterior me fui a la universidad con mi carro lleno de camisetas. En el prado que había frente al edificio se jugaba la copa “La Amistad”, que reunía los equipos de futbol de diferentes facultades. Me acuerdo que saque las camisetas de baúl y que le di “uniformes” a casi todos los equipos.  Luego me senté a ver el partido. De las 1200 camisetas solo 60 fueron a parar en las manos de alguien que las usaría.

El material P.O.P. es una industria en la que el 99% de lo que se produce, nace siendo basura. Cosas que se botan luego de que se reciben, que no sirven para nada, que sufren del mal gusto de tener una marca impresa la cual no tiene relación con su utilidad o su origen. Muchos de ellos cuentan con baterías que nadie tiene el cuidado de reciclar. Las cantidades son enormes. Los presupuestos ridículos. Al no tener argumentos para vender los productos por si mismos, la leyes de la publicidad indican dar un regalo insulso para “posicionar la marca”. No importan las montañas de basura que se genere, la contaminación, el uso de los recursos del planeta y el gasto de energía.

Al graduarme prometí no trabajar nunca más en multinacionales, ni dejar que mi vida dependiera de personas atrapadas en cubículos. Ingenua. Sobre todo ahora que a estas condiciones le sumo la conciencia ecológica. Dos veces ingenua.

viernes, 29 de octubre de 2010

Los cuatro monjes (Cuento)

Cuando el hombre anciano sintió que su tiempo estaba por terminarse fue a hablar con los 4 monjes para pedirles que lo cuidaran y que a cambio recibirían su casa. Los monjes aceptaron. Meses más tarde cuando la salud del anciano comenzó a deteriorarse, este vino a vivir a la casa de los monjes. A su llegada el monje laborioso se hizo cargo. Organizó una habitación y se ocupó de la alimentación y la limpieza. El monje que calculaba hizo un cálculo del valor del agua, de la habitación, de la comida, del tiempo que ocupaba el monje laborioso y del tiempo que el mismo dedicaba a hacer los cálculos, los cuales eran mucho más costosos que la comida y los cuidados, razón por la cual los anotaba en una libreta para no perderlos de vista. El monje bueno se dedicaba a serlo. Estupefacto en su bondad se dedicaba a repetir sus sabios consejos, para tener el placer de oírlos y ante las solicitudes del monje laborioso respondía con negativas y le recordaba que este sacrificio era el camino de su salvación. Luego se retiraba a la habitación a seguir siendo bueno. El cuarto monje se dedicaba a mirar la casa del anciano desde la ventana. Impaciente, esperaba el día de la muerte del anciano para apoderarse de ella. Ante los cuidados del monje laborioso argumentaba que eran innecesarios, porque entre más tiempo viviera el anciano, más tiempo deberían esperar para disfrutar de la casa.

El monje laborioso acompañó al anciano hasta el momento de su muerte y luego pudo descansar acompañado del sentimiento del deber cumplido. El monje bueno repitió sus consejos al viento, repitió sus sabias frases sobre la vida y la muerte, pero extrañamente no se sentía bien, se reconocía incómodo y no podía entender la razón de su desasosiego, siendo el tan bueno. El monje que calculaba sacó su libreta y les explicó a los otros como la casa no podría ser distribuida en partes iguales, porque los cálculos que el había hecho eran mucho más costosos que lo hecho por los demás, y entre cifras y fórmulas se apoderó de la parte que le correspondía al monje bueno. El cuarto monje que solo quería la casa y la libertad que veía reflejada en ella, entregó todos sus ahorros al monje que calculaba y al monje laborioso y se fue a vivir a la casa. El monje bueno se fue a seguir siéndolo y no entendía porque a pesar de su bondad sentía hambre y frio. El monje que calculaba después de infinitos cálculos comprendió como a pesar de tener más que los demás, nunca sería suficiente y enloquecido siguió calculando ya no con el dinero que tenía sino con el que le faltaba y con el que nunca podría tener. Con su parte el monje laborioso compró un huerto que siempre le procuró alimento y abrigo.

El cuarto monje fue a vivir a la casa convencido de haber alcanzado la libertad tan añorada. Pero la casa que había sido construida por el anciano, albergaba su espíritu y asqueada de su ambición prefirió derrumbarse y caer sobre el cuarto monje mientras este dormía.

Desde el cielo en anciano mira el huerto y le habla de él al sol y a la lluvia, para tener el placer de verlo siempre florecido.

domingo, 24 de octubre de 2010

Protesta

El pueblo francés lleva todo el mes en medio de huelgas y protestas a la reforma pensional. Los sindicatos, los estudiantes, los empleados públicos y los privados. Ha habido trancones, bloqueos a los distribuidores de combustible y en menor medida a los de alimentos. La poca aceptación con la que contaba la imagen de Sarkozy acabó de hundirse y de un plumazo se aprobó una reforma en medio del “caos”. Y pongo “caos” entre comillas porque con contadas excepciones estas huelgas y protestas parecen más unos amigos que van a un concierto o al futbol. Lo digo con conocimiento de causa, yo que estudié diseño gráfico en la Universidad Nacional y el edificio queda sobre la 26.

La mayor aspiración de un francés es la pensión. Incluso en la encuesta sobre la felicidad, los que acaban de pensionarse son los que se confiesan felices con mayor frecuencia respecto de los demás grupos. Me daba entre tristeza y ternura ver a los adolescentes protestando por la pensión. Cuando yo era adolescente, estaba convencida de que no iba a envejecer y además estaba mas preocupada por vivir, por sacarle jugo a mi existencia que por el día en que iba a dejar de trabajar. Y no es que yo diga que no es una protesta justa, pero respecto a otras dolencias que aquejan a la sociedad francesa, esta es de las menos graves. Además si uno tiene en cuenta el subsidio de desempleo, las ayudas por tener hijos, las facilidades de formación, la educación gratuita, la seguridad social y todos los demás beneficios con los que cuentan los franceses, no puedo dejar de pensar en Verónica Castro llorando a través de sus pestañas postizas en la presentación de “Los ricos también lloran”.

Como un gatico que se muerde la cola, la pobre Francia vive atrapada entre la realidad y la teoría. Tener la mejor seguridad social del mundo vale y el discurso del gobierno parece más el de un papá consentidor, botaratas y sobre protector el día que el sueldo no le alcanza para tanto capricho. La misma gente que protesta le saca a la seguridad social dos cajas de un remedio del que solo necesita una, para luego votar la otra el día que se pasa la fecha de vencimiento. Si de algo saben los franceses es de revisar dichas fechas para luego tirarlo todo a la basura.

Si yo tuviera tiempo y energía para salir a protestar, si me interesara, si no estuviera en medio de una indigestión de francofonía, o si al menos fuera francesa, protestaría por otras cosas. Gritaría arengas por el derecho a elegir. Le pediría al Estado que dejara de pensar por mi. Que me diera la responsabilidad sobre mi vida y mis decisiones. Pediría que me devolvieran la ambición, el apetito, la necesidad. Que dejaran de rellenarme de subsidios para sentir el júbilo del logro y la satisfacción personal. Que me dejen fumar tranquila, hacer ruido, comer grasas… Pediría que me discriminaran de frente, que me dijeran *&$%* extranjera de la gran *&$%*, en vez de mirarme con recelo y dirigirse a mi con eufemismos. Protestaría por vivir una vida plena hasta los 80 y no una insípida hasta los 125. Pero no vale la pena protestar, porque aqui nadie me entendería.

jueves, 14 de octubre de 2010

Nevera

Siempre que mi esposo se va de misión se daña algo. Esta vez fue la nevera. Un día dejó de cerrar la puerta y tres días después  el  hielo cubría las manzanas, el queso y el jamón. El cuarto día nadaban en el agua derretida. Le pregunté a mi vecina si conocía algún servicio técnico. Me preguntó si estaba en garantía. Le dije que tenía más de diez años y que era de la anterior administración.  Me miró con picardía: Cámbiala! Le respondí que no tenía tanto dinero. Me dijo que la pagara en varias cuotas. Me sentí como cuando Indiana Jones descubre el Arca perdida. Me acordé que hace meses tenemos la tarjeta Casino, que nos permite comprar en cuotas, hacer créditos, etc., etc. Todas las semanas nos llega un correo, físico o por email, recordándonos todo lo que podemos comprar y que nadie nos está diciendo que paguemos ya.

Emocionada me voy al hipermercado en mención. Miro con ilusión todas esas neveras que enfrían donde deben enfriar y congelan donde deben congelar. Con sus cajoncitos y bandejas completos y sin remiendos de silicona o cinta pegante. Con puertas que cierran como la puerta de una nevera. Escojo dos y me voy a hablar con el vendedor. Me dice que debe mirar en el sistema si esos modelos están en stock. Y empieza a desplazarse, lentamente, sin afán, con un ritmo casi imperceptible, hasta el otro lado de las góndolas, donde está el computador. Se arregla el pelo, se toca la nariz, y sigue desplazándose, lentamente, sin afán. Finalmente llegamos. Digita los códigos. No señora, no tenemos esos modelos en stock. Le pregunto que modelos están en stock. No señora, el sistema no me deja ver que modelos están en stock, tendría que digitar todos los códigos. Le pregunto cuando le llegan nuevas neveras. No se señora, el sistema no me deja ver eso tampoco, tiene que venir todos los días a ver si hay modelos nuevos en stock. Le agradezco la atención y veo el presupuesto de publicidad de Casino volverse agua y correr por la calle para caer luego en un alcantarilla.

En la noche le cuento a mi esposo todo lo sucedido. Me dice que estamos en una sociedad de consumo, que si no me venden a mi, le venden a otro, que no tienen afán de vender. Le replico que esa es la versión francesa de la sociedad de consumo, que en el resto del mundo me venden a mi y al otro y al otro y al otro, o si no que le pregunte a los chinos. Se ríe y me dice que vaya al almacén donde compramos la lavadora de platos. No es muy bonito, ni glamoroso, y no deforesta un bosque en cada publicidad, pero tiene buenas opciones.

Al día siguiente me voy con mi amiga Mónica al almacén. Ella se queda con los niños en el carro. Una vendedora me recibe en la puerta, le cuento que no tengo mucho dinero, que además tengo afán porque no tengo nevera, que debo comprar algo que esté en stock y que necesito que lo lleven a mi casa lo antes posible. La vendedora hace la cara de “esto es una misión para súper chica” y se va a la bodega gritando desde el corredor para que le ayuden a buscar las neveras en inventario. Dos minutos después vuelve despeinada y sonriente. Me señala: esa y esa. La primera es muy chiquita y la segunda sería perfecta, si tuviera el doble del presupuesto. La miro desilusionada. Me pregunta cuanto tengo. Vuelve súper chica que ahora se sienta frente al computador y dice que va a intentar darme todos los descuentos a los que tiene acceso. Que además es un modelo ecológico y tengo derecho a la prima del gobierno. Saca la calculadora, suma, resta, piensa y me muestra un numero en la calculadora equivalente a mi presupuesto. ¿Le sirve? Le contesto que si, que perfecto. Mientras llena un formulario me dice que la entrega es gratis. Salgo feliz y nos vamos con Mónica y los niños a disfrutar lo que nos queda del día.

Al día siguiente a la hora indicada veo el camión subir por la calle que lleva a mi casa. Dos muchachos la instalan y se llevan la vieja. Espero dos horas para conectarla y me dedico durante la hora siguiente a organizar el mercado. Mi primera nevera. Mía de mi. Si la gente le pusiera nombres a las neveras, yo le pondría el nombre de la vendedora.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Apodos

Mi abuelo me decía “Cacheta” o “Cachetica”, porque siempre fui cachetona. Mi tío José Manuel me sigue diciendo así. Mi abuela me decía “Mi reina”, pero era mas que un apodo una forma de hablar muy cachaca. Mi papá me decía “Ratonau”. En la familia de mi papá me dicen “Pala”. Cuenta la leyenda que yo nunca hablé en media lengua y que mientras paseábamos un tío me mostró un pájaro y dijo: pa-la, y yo le contesté: Pá-ja-ro. En el colegio me dijeron “Choquis” algún tiempo porque alguna vez me cogieron en clase comiéndome unos. Hernán, el hermano de mi amiga Olga y su mejor amigo Raba me decían “La Poderosa”,  porque durante la adolescencia solía usar la expresión “poderoso” para describir las cosas cuando eran o buenas, o grandes, o generosas: Un sánduche poderoso, un carro poderoso, etc., etc. Me encantaba ese apodo y la forma en que lo decían. Mucha gente me dice “Angelita”, pero me han dicho “Angelina”, “Angelein”, “Gelú”, “Angie”, “Angelix”, “Anyeye”. En Francia la personas me dicen: “Anyela”, pero no como un apodo sino porque les cuesta trabajo pronunciar la “G”. Mi esposo me dice: “Guapita” y “Mamacita”. Alguna vez en un súper mercado en Bogotá una cajera le dijo: Perdóneme señor pero usted es un papacito. El aterrado me dijo: - Esa señora piensa que yo soy su papá. Luego de la explicación de que lo que realmente quería la señora era que él fuera el papá de sus hijos, nos quedamos “papacito” y “mamacita”. Pero el mejor apodo de todos me lo puso mi amigo Mario. Hace unos años cuando era la gerente de la compañía en la que trabajábamos, dada la “suavidad” de mi carácter y la forma “sutil” de decir las cosas, el decidió darme mi nombre en Sioux *: “Ave que putea”. Pocas veces me he divertido tanto. Para mi fue como un cumplido que me describía perfectamente. Me imagino que en ocasiones debieron darme otros apodos o “apelaciones”, que no tuvieron a bien decirme de frente. Pero a los que se rieron de mi, conmigo, muchas gracias.

* Tribu de nativos americanos asentados en los territorios de lo que ahora son los Estados Unidos

martes, 12 de octubre de 2010

Plus-que-parfait

Para practicar el plus-que-parfait el tema de la clase son los recuerdos. Me cuesta trabajo. Busco uno que no me vaya a poner triste. Mi nueva compañera búlgara, habla de los recuerdos que traen los olores y los sabores. Yo miro su diccionario en alfabeto cirílico y me da estrés de sólo pensar lo difícil que debe ser para ella aprender este “bendito” idioma. Mi turno. Hace dos días estaba oyendo “Asesíname” de Charly García. Me agarro de ahí y digo que la música es como la banda sonora de determinadas épocas de la vida. Cuento como con mi hermano comprábamos los casetes piratas a los hippies. Las voces que se oían como cantando por entre un tubo. Un universo sin ecualizador donde todo sonaba a la misma altura. También hablo de los primeros cds no-piratas que tuvimos. De la magia de poder oír las versiones limpias. De la felicidad vertiginosa de los conciertos de los músicos argentinos que siempre nos gustaron tanto. Aclaro que éramos un poco “mamertos” y explico la expresión. Ellas se ríen y me preguntan si estoy segura de no seguir siéndolo. Yo replico que el ejercicio dice que use el plus-que-parfait. Ellas responden que el ejercicio no autoriza a decir mentiras. Siguen riéndose. No me queda más que reírme con ellas.

Pero el verdadero recuerdo es otro. Alguna vez vi un reportaje sobre Charly García en el que él mismo contaba como resistía los embates de la dictadura haciéndose el loco. También de sus problemas de droga, de su hijo, de la pintura, de cómo veía que todos sus amigos debían irse a refugiar a otros países para conservar su vida, y de cómo los esperaba. De la gente que lo odia y de la que lo ama hasta el delirio. Mientras voy en el carro repasando esta historia, me rio de ver que hasta mis recuerdos son mamertos. Para curarme la crisis de existencialismo me compro una revista de chismes y la leo mientras espero que sea la hora de recoger al niño de la guardería. El problema de la distancia es que hace que los recuerdos se vuelvan mas-que-perfectos (plus-que-parfait).

viernes, 1 de octubre de 2010

Opinar

Hoy me llegó el primer comentario de intolerancia a lo que escribo en este blog. A veces la gente me regaña por lo que digo, a veces no están de acuerdo, a veces me mandan consejos. Mis amigos me suben el ánimo. Mis familiares me consuelan. Pero hoy me llegó el primer comentario que me dice que no tengo derecho a opinar. Es un anónimo. Para atacarme me comparan con Ingrid Betancourt y me dicen que se me “pegó lo francesa”. Pero que les gusta el blog menos cuando hablo de política.

Hace dos años que escribo para ayudarme y ayudar a otros a desmitificar el “Primer mundo”. Para mostrar como todos somos iguales para bien y para mal. Como la felicidad no la hacen las grandes obras de infraestructura sino la capacidad de adaptarse y aceptar la vida como es. Escribo como aquí y allá hay personas generosas, buenas, nobles. De cómo los “ciudadanos modernos”, entendidos como seres humanitarios, tolerantes y respetuosos, nacen en todas partes gracias a una feliz coincidencia del destino.

Hace dos años, también, escribo sobre mi hijo, de cómo crece, de cómo quisiera ser como él y ver el mundo como él lo ve. Hablo de mi esposo. De los sacrificios que se hacen por amor y de la felicidad que se recibe a cambio. De lo que pasa el día que uno cambia el trabajo por el matrimonio. Hablo de ser inmigrante. De hacer mercado. De hacer oficio.

Pero a veces hablo de un país al que he revaluado desde la distancia. Del país en el que nací. En el que viven las personas que quiero. También hablo del país en el que vivo. De las cosas que admiro. De las cosas que me desesperan y vencen mi paciencia. De la discriminación. De la ignorancia y de la intolerancia que trae consigo.

Pero hoy alguien me dice que no tengo derecho a opinar. Yo, como cualquier ciudadano, tengo derechos. Opinar es uno de ellos, independientemente de lo que opine. Sin importar el origen, la ubicación, la estratificación social, la orientación política, las personas tienen derecho a disentir, a cuestionar, a lamentar. Algo muy terrible nos controla cuando no podemos aceptar a los que no piensan como nosotros. Cuando la primera reacción es el odio. Cuando sentimos que tenemos el don de ignorar los derechos de los demás, algo muy oscuro pasa en nuestro interior. Me aterra como un blog que no siguen más de 80 personas genera la misma actitud de odio que los foros de nuestros medios masivos. Mi vanidad lo toma como un cumplido. Pero mi corazón lo resiente como un fracaso: dos años escribiendo sobre la tolerancia y algunos no han entendido nada.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Censurado

- … y qué fue lo que pasó tía?
- Nada mija, una revisadita de la casa, tu sabes estos periodistas son felices buscando lo que no se les ha perdido y toca ir a controlar que es lo que han encontrado.
- Pero en la “revisadita” se le llevaron el computador y otras cosas…
- Pues claro mija, para revisar bien.
- Ajá.
- Ah mijita no te me pongas en ese plan que tu sabes que estamos en guerra.
- ¿En este gobierno si estamos en guerra?
- ¿Sabes que no estoy segura? Me toca preguntarle a tu tío. Además, con ese argumento ridículo de la libertad de prensa, es que me da hasta risa el nombre. Yo que no soy una lumbrera entiendo que la prensa es para controlar mijita. Los periódicos y lo noticieros son para decirle a la gentecita como pensar. Si no cuál es el negocio.
- Pero lo mismo deben decir Chaves o Castro…
- No mija, que son esas referencias, que horror… No es lo mismo, porque yo por ejemplo pienso como la gente de bien…
- ¿En este gobierno también hay gente de bien y de la otra?
- Claro mijita. Claro que con Juanma hemos dado un paso adelante, ahora somos gente divinamente de toda la vida. No lo has visto como sale de chirriado y de punta en blanco, caray, es que es un gusto verlo. Ahora si puede sacar la percha y quitarse por fin el Envigado’s Para Look.
- La verdad no he vuelto a leer nada tía.
- Claro porque a ti lo que te gustaba era criticar a tu ya sabes quien.
- Si, es posible.
- Pero no te afanes no te has perdido de mucho. Algunas diferencias de forma, como poner ministros con estudios universitarios, un poco menos de pasión en los discursos, uno que otro Armani, pero en el fondo todo sigue igual, como debe ser. ¿No te parece una maravilla?
- La verdad tía, yo mejor, me autocensuro.
- ¿Te auto qué?
- Nada tía, no me hagas caso.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Respuesta

Alguna vez en clase de religión pregunté si una persona que no creía en Dios podía ser buena. La profesora furiosa me respondió que yo preguntaba esas cosas porque mi papá era comunista como todos los profesores de las universidades públicas. No me contestó, pero yo confirmé, entre otras cosas, que a las personas que creen en Dios, no se les pueden preguntar muchas cosas.
La semana pasada estuvo de visita mi amigo Vladimir que no cree en Dios. En un minúsculo equipaje traía un libro que se llama: Dios no existe, el cual compila análisis y ensayos sobre el tema de los filósofos mas “tesos”. Pocas veces tiene uno conversaciones tan interesantes como las que tuvimos en las comidas.

Hablamos de cómo no se puede educar a un niño en un sistema de premios y castigos, y que deben fomentarse valores como el honor y el orgullo propio. A pesar de ser nuestro invitado, nos ayudó lavando la losa y cuidando a nuestro niño. También nos arregló la tarjeta de red y ahora podemos imprimir desde cualquiera de los computadores que tenemos por toda la casa. Nos oyó las historias y los problemas. Se rió de nuestros chistes y le tuvo paciencia a mi esposo que se la tenía montada porque para un francés es difícil entender que un colombiano pueda llamarse Vladimir.

Venticinco años después tengo mi respuesta. Una persona que no cree en Dios puede ser buena. Muy, muy buena.

Cumplido

- ¿Es usted quien hace los collares?
- Si señora.
- Están muy bonitos. Es que ustedes los aborígenes son muy hábiles para hacer esas cosas.

martes, 21 de septiembre de 2010

Oficio

Ayer no hice nada, pero terminé exhausta. Hice de todo, pero no terminé nada. Nada. Hacer oficio. Eterno martirio en el que si lo dejo de hacer se nota y si lo hago nadie se da cuenta. Se supone que es lo que debo hacer. No hay indicadores de gestión. No hay la promesa de un proyecto de reingeniería que reduzca el tiempo de ejecución y aumente la efectividad de las tareas. No hay mentiras corporativas. Solo platos, ropa, basura, desorden, polvo. Si lo haces hoy, lo harás mañana y posiblemente toda la semana. Hace una semana miro las ventanas de la sala con las huellas de mi niño. Todos los días prometo que voy a limpiarlas. Mi vecina esta descolgando las cortinas para la limpieza del otoño. La odio, pero si tuviera dinero la contrataría y la pondría a hacer en mi casa todo lo que hace en la de ella. Ya no me dejo convencer por las Tele-ventas: por mas espectacular que sea el artefacto, implica sacarlo, usarlo, limpiarlo y guardarlo. Los jabones caros limpian igual que los baratos.  Empiezo a ver como una opción la comida congelada y cada vez son más simples mis recetas. No hago nada, pero no paro de hacer cosas en todo el día, cosas que no termino, que siempre dejan algo pendiente. Hay que ser optimista, dejaré de escribir mis inútiles lamentos y me dedicaré a limpiar las ventanas. Dentro de cinco minutos…

domingo, 12 de septiembre de 2010

Ímpetu

Y de pronto hizo frio. El viento que viene del mar está helado. El sol perdió su ímpetu y se toma su tiempo en amanecer. El verano se acabó. Se fueron los turistas. Volvieron los niños al colegio. Este será mi tercer otoño. Ahora no envejezco en años sino en estaciones. Porque ahora envejezco. Para bien y para mal. El otoño me recuerda a Bogotá: atardeceres naranjas y un poco de frio. Supe que envejecía cuando en vez de pensar en comprarme una nueva chaqueta, le cambié los botones a la que tenía. También lo confirmé cuando me descubrí comprando ahuyama para hacer sopa. Incluso tengo problemas de adulto. Hago cuentas en las hojitas que le sobran a la chequera. Me cuesta trabajo mantener el espíritu zen y la actitud “peace and love”. Como los otros adultos empiezo a perder la inocencia y a evidenciar mi desilusión. Era inevitable. Tarde o temprano iba a suceder.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Heroina

Mi prima Emilia me contacta en la mañana para mandarme un chorro de buena onda. Ella en Australia. Yo en Francia. Hemos logrado coordinar los meridianos para poder hablar un poquito mientras yo desayuno. Sólo es cuestión de tiempo. Tarde o temprano alguien escribirá un libro sobre ella. Heroína post moderna de una historia que ella misma ha construido. Se le olvida a uno que ella aún no ha cumplido 30 años… Ella no se queja, solamente sigue. Fuerte como un tornado. Dulce y generosa. Nadie le quita lo bailado. Una niña que se fué de la casa antes de ser mayor de edad. Mientras sus amigas disfrutaban de los beneficios de papas acomodados, ella trabajaba como mesera para ganarse la vida. Cuando esta triste me gustaría que viera en el espejo la persona que yo tanto admiro. Y cuando yo estoy triste ella se toma el tiempo y me manda chorritos de buena onda.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La Pobre Viejecita

He estado tratando de establecer si Rafael Pombo conoció Francia. Investigando encontré que vivió entre 1833-1912 y que fue diplomático en Nueva York a pesar de haber estudiado ingeniería. Según Wikipedia: “Pombo es no sólo el mejor fabulista de las letras colombianas para la niñez, sino uno de los grandes iniciadores de esta modalidad literaria en la región. Se conocen 222 fábulas que pasan por ser de su autoría siendo en realidad traducciones del inglés al español, y por ende más que fabulista como se le ha creído no pasa de ser mas que un muy buen traductor al español de Colombia.” No he podido establecer si conoció Francia o sus gentes. El tema me inquieta, porque nadie pudo describirlos mejor:

La Pobre Viejecita

Érase una viejecita
Sin nadita que comer
Sino carnes, frutas, dulces,
Tortas, huevos, pan y pez
Bebía caldo, chocolate,
Leche, vino, té y café,
Y la pobre no encontraba
Qué comer ni qué beber.
Y esta vieja no tenía
Ni un ranchito en que vivir
Fuera de una casa grande
Con su huerta y su jardín
Nadie, nadie la cuidaba
Sino Andrés y Juan Gil
Y ocho criados y dos pajes
De librea y corbatín
Nunca tuvo en qué sentarse
Sino sillas y sofás
Con banquitos y cojines
Y resorte al espaldar
Ni otra cama que una grande
Más dorada que un altar,
Con colchón de blanda pluma,
Mucha seda y mucho olán.
Y esta pobre viejecita
Cada año, hasta su fin,
Tuvo un año más de vieja
Y uno menos que vivir
Y al mirarse en el espejo
La espantaba siempre allí
Otra vieja de antiparras,
Papalina y peluquín.
Y esta pobre viejecita
No tenía que vestir
Sino trajes de mil cortes
Y de telas mil y mil.
Y a no ser por sus zapatos,
Chanclas, botas y escarpín,
Descalcita por el suelo
Anduviera la infeliz
Apetito nunca tuvo
Acabando de comer,
Ni gozó salud completa
Cuando no se hallaba bien
Se murió del mal de arrugas,
Ya encorvada como un tres,
Y jamás volvió a quejarse
Ni de hambre ni de sed.
Y esta pobre viejecita
Al morir no dejó más
Que onzas, joyas, tierras, casas,
Ocho gatos y un turpial
Duerma en paz, y Dios permita
Que logremos disfrutar
Las pobrezas de esa pobre
Y morir del mismo mal

What a Wonderful World

Cuando uno se casa y luego tiene niños siente que darse gusto es parecido a portarse mal. Es como hacer una pilatuna. Hace unas semanas me compré el álbum de Andre Manoukian: So in Love. Es un compendio de Jazz donde los intérpretes son antiguos participantes de La Nouvelle Star, que es el American Idol francés. Pero dado que el señor es un genio de los arreglos y un gran pianista, el álbum, en mi humilde opinión, es una joya. Me lo compré con el mercado para disimular el gasto. Lo tengo en el carro. Y lo oigo. Y lo repito. Y lo canto. Y lo oigo otra vez. Mi canción favorita es What a Wonderful World, interpretada por Camelia Jordana, una muchacha de familia argelina, que canta sin esfuerzo como nadando entre caramelo. http://www.youtube.com/watch?v=3VV4vkxBv_Q

Siempre adoré la versión de Louis Amstrong. Me recuerda muchas cosas y sobre todo la escena de una película que usa la canción como música de fondo de una balacera en la que nadie sale vivo. Pero esta nueva versión me va a recordar este día, atravesando este bendito pueblo, el calor, la expresión en la cara de mi esposo, la preocupación… Atravesamos diez cuadras casi corriendo, nos subimos al carro y al prenderlo la canción hizo que fuera el momento perfecto para recordarle que gracias a él y a pesar de todo, sigo creyendo en mi Wonderful World.

What a Wonderful World


I see trees of green, red roses too
I see them bloom for me and you
And I think to myself what a wonderful world.
I see skies of blue and clouds of white
The bright blessed day, the dark sacred night
And I think to myself what a wonderful world.
The colors of the rainbow so pretty in the sky
Are also on the faces of people going by
I see friends shaking hands saying how do you do
They're really saying I love you.
I hear babies crying, I watch them grow
They'll learn much more than I'll never know
And I think to myself what a wonderful world
Yes I think to myself what a wonderful world.

viernes, 20 de agosto de 2010

Inventario

Ya nos sabemos de memoria Sherk 1 y 2 , Toy Story 1 y 2 y Mosters Ink. En francés. Cantamos las canciones. Repetimos los diálogos. Hemos intentado mostrarte otras cosas, pero tú gritas Cheeeeeeeeeeeeeek y no hay nada que te convenza. A pesar de que siento que mi coeficiente intelectual baja 10 puntos diarios, me siento en el sofá a verlas contigo. Tú te pones feliz y me besas el hombro sin quitar los ojos de la pantalla. Sabes perfectamente prender el televisor, el Divx y poner las películas. Gruñes como Sherk. Te lanzas a la cama como Buzz light year. Nos despiertas en la mañana como Sullivan. La abuelita no escatima en regalos y tienes los personajes de todas las películas ya sea en plástico, tela o felpa.

Aprovechando el verano hemos ido a la playa, a la piscina y a la isla que se ve desde el balcón de la casa. Estas negrito pero con las puntas del pelo rubias. Con unos flotadores anaranjados y una pantaloneta de cangrejitos nadas como un pescadito, tomas agua, la escupes, salpicas, pataleas y apenas te subimos al carro te quedas profundo.

A veces te da el ataque de Forrest Gump y corres y corres sin saber a dónde y porqué, de pronto paras y sigues jugando. Ya sabes sacar galletas de la despensa, jugos de la nevera y cuando tienes ganas de tetero me llevas uno a donde este para que te lo prepare.

Esta semana empezaste a repetir los nombres de tus hermanos y de tu papá. Te concentras y lo logras. Para ti es más difícil porque estas aprendiendo dos idiomas al mismo tiempo. Pero cuando seas grande vas a poder conversar con las 500.000.000* personas que hablan español en el mundo y con las 300.000.000* que hablan francés. Vale la pena intentarlo.

Eres grande, fuerte, sonriente, patán, terco. Sigues despertándote feliz todas las mañanas como si tuvieras los mejores planes para cada día. Eres el niño por antonomasia como dice tu abuelita. Ya no eres un bebe, pero en cambio eres un muchachito encantador.

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* Cifras de Wikipedia.

jueves, 19 de agosto de 2010

Acto de contrición

Gracias a un mail que recibí esta semana he comprendido que soy una persona intolerante. Por mi pecado pido perdón. Pero como todos los intolerantes mi falta tiene origen en la ignorancia. Años y años de hablar del primer mundo y sus maravillas. Documentales de Transtel que me mostraban una parte del mundo perfecta y organizada. Cuantas películas del valor de La Resistencia frente a la invasión Nazi. ¿Cómo podía yo imaginarlo? ¿Acaso los amigos y parientes que ahorraban toda su vida para conocer Europa, alguna vez me dijeron la verdad? ¿Acaso la Alianza Francesa de Bogotá me mostró algo distinto a una postal de Paris lleno de magia donde todos se enamoran?

No. Pero eso no me justifica. Debo enmendar mi error. En adelante seré tolerante y comprensiva. Dejaré de quejarme. Lo prometo. Cuando me reclamen cómo puede ser posible que haya un país sin estaciones, daré generosa mis conocimientos en geografía. Cuando me pregunten si en mi país conocen de computadores, cajeros automáticos, semáforos, teléfonos portables, internet… pacientemente explicaré conceptos como la globalización, la economía de mercados o el comercio internacional.

Cuando me reclamen porque me gusta Frank Sinatra a pesar de no ser colombiano, amablemente expondré que existen personas que pueden reconocer la belleza en culturas diferentes a la propia. O cuando me miren de forma sospechosa al saber que fui a la universidad, estoicamente confesaré que incluso tenemos hospitales, centros comerciales y edificios con ascensor.

Tengo que ser paciente. ¿Cómo iba yo a saber que esta gente es… como toda la gente? Víctimas del devenir histórico. ¿Qué culpa tienen ellos de ser los niños ricos del mundo? ¿De no haber visto sino riqueza y abundancia? ¿De haber sido educados para sufrir de un complejo de superioridad que no les permite ver al resto de la humanidad como iguales? ¿No son acaso nuestros mismos problemas pero al revés? ¿Qué culpa tenemos nosotros de ser los niños pobres del mundo? ¿De no haber visto sino pobreza y corrupción? ¿De haber sido educados para sufrir de un complejo de inferioridad que no nos hace ver al resto de la humanidad como superiores?

Aprenderé a ser tolerante con su intolerancia. Los veré como iguales. No me asombraré de su ignorancia. Pondré su cultura al nivel la nuestra. Querré a los que me quieran y no me la dejaré montar de los que me traten mal. Eso sí, no dejaré de escribir sobre ellos y sobre nosotros, porque una cosa es ser tolerante y otra muy distinta es renunciar al infinito placer de criticar.

lunes, 16 de agosto de 2010

Lasagna

Lasagna no. Por favor. Si usted no sabe cocinar, si no le gusta, si está aprendiendo. Por favor. No haga lasagna. Mucho menos si tiene invitados. Si le toca leer la receta. Si no sabe hacer otros tipos de pasta. No por favor. Aunque parece fácil es una de las recetas que pueden ser un desastre al más mínimo error. Las salsas deben ser jugosas, la pasta debe estar al dente y el horneado debe dorar la superficie y calentar el interior. Si su relación con dicho electrodoméstico no es un idilio. Lasagna no por favor.

En lo más oscuro de mis recuerdos navegan 3 lasagnas. Asquerosas. Quemadas, pero crudas, pero frías. La primera era de pollo. Pálida. Lánguida. Mientras la servía la cocinera en mención decía: “No quedó así como en pisos. No mijita es que a mí en la casa me educaron pa’ ejecutiva, no pa’ coima. Es que una no se puede quedar de cocinera". El error era simple a los ojos de alguien que no piensa en la cocina como una cámara de tortura. Luego de cocinar la pasta, hay que sacarle el agua. Para que quede en capas, hay que componerlas delicadamente intercalando pasta y salsas. Las capas no se hacen solas, por más que la caja diga que cualquiera puede hacerlo y que todo estará listo en 5 minutos.

La segunda. Se me pone la piel de gallina de sólo recordarla. La señora de la casa le dijo a su empleada del servicio que hiciera una lasagna. Que ella la calentaba. Era de carne. Al verla seca, la anfitriona le hecho agua. Dos tazas. La metió al horno mientras comentaba: “La remodelación nos costó un ojo de la cara, no te imaginas. Yo siempre quise una cocina así con todos los juguetes, aunque te confieso que no se para que sirven ni la mitad de las cosas”. Prendió el horno sólo en la parte superior. Quemada por encima y fría por debajo nadaba en el agua. El pan francés me ayudó a recoger el agua y logré comerme lo que pretendía ser la salsa de carne sin vomitar.

La tercera. Hace una semana. Placas tectónicas de pasta cruda. Como comerse un baldosín. Salsa bolognesa sin tomate y sin jugo. A su favor tenía que era poquita y que teníamos helado y duraznos enlatados de postre. La hizo mi suegra como un favor para que yo descansara. “¿En Colombia conocen la lasagna?”. (¿La electricidad, los cajeros automáticos, la imprenta, la rueda...?). Los niños de mi esposo prometieron poner la mesa y bajar la basura si en la noche yo hacía la comida.

La excepción. A mi mamá no le mata cocinar. No le gusta. Pero mi mamá hace la mejor lasagna. Combinación perfecta de una bolognesa jugosa y una bechamel de queso, que se acomodan felizmente entre capas de pasta al dente. Bordes dorados. Gratinada por encima. Caliente por dentro. Perfecta. Abundante. Deliciosa. “¿En Colombia conocen la lasagna?”. Si. La buena lasagna, si.

martes, 10 de agosto de 2010

En español

De cumpleaños mi amigo Andrés me mando un libro desde Madrid. En español para más señas. De uno de mis autores favoritos para mayor mérito. Yo cumplo años en marzo, pero guardé el libro para el verano. Para las vacaciones. Con un hijo de dos años, dos hijastros itinerantes y un esposo, las vacaciones no son precisamente para descansar. Pero a veces, hay momentos, lapsos increíbles de 15 o 20 minutos, pequeños recesos después del almuerzo, instantes minúsculos en que saco mi libro y leo. En español. No es que yo no lea en francés, lo hago e incluso me obligo a hacerlo pensando en el día en que mi niño vaya al colegio. Pero no es un placer. En cambio, con este regalo me sumerjo, nado, me pierdo. Es un libro escrito en primera persona por un hombre que está loco, donde los saltos en su conciencia y su falta de atención no dejan ver lo que sucede realmente, solo el reflejo absurdo de lo que interpreta. Voy en la mitad. Quisiera que fuera más largo. También quisiera quedarme una tarde entera leyéndolo. Pero nadie puede tenerlo todo. Yo tengo el libro en español para los minutos de paz que me deja el verano. No puedo pedir más.

sábado, 31 de julio de 2010

Format C:>

El primer día que me fui a vender mis joyas al mercado de mi pueblo. Aclaro antes de continuar, para poner en contexto a los lectores que no me conocen personalmente, que yo nací en Cartagena, pero siempre viví en Bogotá. Que mi vida era algo así como la versión tercer mundista de Sex and the City, que yo era la gerente de una compañía de diseño, que parte de mi éxito era ser prepotente, sobradora e incluso inmamable. Prosigo. El primer día que fui a vender mis joyas al mercado de mi pueblo. No, de este pueblo, Hyeres en la región de Var, sobre el Mediterráneo al sur de Francia, para más señas. Fue desastroso. Más de 35 grados de temperatura. No sabía nada y lo poco que aprendí fue gracias a los gritos y los insultos de los antiguos mercaderes, que estaban desesperados de mi ignorancia. Mi amiga Mónica (que me acolita y me apoya en todo) y yo, parecíamos dos bichos raros bañadas en sudor y muertas de susto.

El segundo día, habiendo sobrevivido al impacto del primero, y habiendo corregido muchas cosas, me fue mejor. Incluso vendí.

El tercer día que pensába ir, me di cuenta que me habían robado la mesa y el parasol. Me tocó quedarme en la casa porque era demasiado tarde para conseguir otros.

El cuarto día, o sea hoy, fue un día memorable. Llegué sola. Conseguí un buen lugar al lado de un marroquí que se hizo mi amigo. Hamid, me enseñó todos sus secretos de mercader, me encargó de su puesto mientras traía tinto para los dos, me ayudó con mi parasol que resulto desastroso y me regaló un abanico. Yo le conté todas mis historias y él se reía conmigo de mí. A las 9 de la mañana vino a visitarme Carine, una de mis vecinas que le dijo a su hija que escogiera algo para ella y algo para su abuela. Me hizo visita. Me puse muy feliz al verla. A las 10 de la mañana vino a visitarme Venonique, otra vecina, con sus dos hijas adolecentes y su sobrina a quienes les dijo que escogieran lo que más les gustara. Incluso compraron un regalo para una amiga que cumplía años. Su presencia hizo que vinieran más clientes y el resto de la mañana seguí vendiendo. A las 11 llegó Mónica con Gigi, su bebita de casi un año. Me trajeron duraznos. Me acompañaron. Le hicimos visita a Hamid, que estaba feliz de “chicaniar” con los demás de sus amigas colombianas. A la una de la tarde volví a mi casa. Exhausta pero feliz.

Mi vida ya no es ni la sombra del Sex and the City criollo. Incluso no da ni para Desperates Housewifes. En esta realidad, soy alguien con el handicap de un acento, mis títulos universitarios y laborales son anécdotas de un pasado remoto, ser inmamable o prepotente es absolutamente inútil. Como si hubiera formateado mi vida: sin familia, sin contactos, sin palancas, he descubierto que a pesar de “no ser nadie” puedo ser una persona que la gente quiere. Chévere.

jueves, 29 de julio de 2010

Flacos logros

Orgullosa comenta como su hija de 16 años hizo 3 semanas de dieta sin desfallecer. Luego comenta que ella nunca ha pasado de 45 kilos porque toda su vida ha estado pendiente y a la menor tentación vuelve a su régimen. Confiesa que tal vez el mayor logro de su vida es la talla 6. Que ha sido un gran sacrificio pero que siempre ha tenido la fuerza de voluntad para pasar el hambre que sea necesaria y volver a su peso ideal. Trato de cambiar de tema. Imposible. Luego comenta que varias veces les han dicho en la calle que parece la hermana de su hija. Ella tiene 43 años y no tengo corazón para decirle que es evidente quien es la mamá. Mi amiga Paula y yo la escuchamos con paciencia. Nosotras por el contrario, exhibimos curvas, brasieres desbordados y un apetito voraz del que según ella deberíamos avergonzarnos. Volvemos a intentar el cambio de tema. Paula esta triste, acaba de volver de Brasil y tiene los sentimientos encontrados. Yo trato de consolarla. Madame 45 kilos empieza a hablar de tranquilizantes y antidepresivos. De cómo prácticamente no puede vivir sin ellos y nos da el nombre del doctor que los receta. Aparece su hija de la nada y nos muestra sus muslos. Nos explica que perdió 3 centímetros de diámetro en cada uno. Que nunca en su vida había sido tan feliz. Hora del postre. Paula y yo nos dedicamos a las fresas con chocolate, yo le tomo la mano y le digo que poco a poco se le va ir pasando la tristeza. Madame 45 kilos comenta que no vale la pena sufrir con la industria farmacéutica a su servicio. Mi esposo del otro lado de la mesa me manda un beso. Madame 45 kilos le dice que nos está convenciendo de ponernos a dieta. Mi esposo, que se ha tomado varios vasos de planteur me lo prohíbe. La última vez que hizo dieta, comenta, perdió una talla de brasier, y yo no puedo permitir eso, es mi tesoro. Todos se ríen y yo atravieso la habitación para abrazarlo.

La noche me deja pensando en los “logros” que a veces nos imponemos las mujeres. No estoy libre de pecado. A través de mi vida he pasado por dietas, tratamientos y doctores. 3 centímetros de muslo. 5 kilos menos. Por alguna extraña razón, nos convertimos en adoratrices de la inquisición estética. Toda la seguridad se esfuma en unos kilos de más. Concurso cruel en el que la capacidad de pasar hambre se vuelve un plus. El deporte se parece más a la flagelación, con el cual pagamos por nuestros pecados. Flacos logros por los que no seremos recordadas.

Abrazo a mi esposo que ronca. Yo quisiera ver a la mujer que él ve cuando me mira y sentir que el 95 C es mi tesoro. Tal vez sea ese el verdadero logro.

domingo, 25 de julio de 2010

Mensajes en el contestador

- Juanma, estoy preocupada…
- ¿Por qué?
- Creo que se dio cuenta Juanma…
- Tarde o temprano iba a hacerlo, incluso creo que se demoró…
- Y los otros, creo que también se dieron cuenta…
- No te preocupes, ya llegamos dónde queríamos.
- ¿Has oído los mensajes en el contestador?
- No.
- Andrés Felipe llora, Jose Obdulio pregunta que porque no le has mandado los comentarios al discurso de posesión que te escribió, un tipo que no conozco dijo: “Para decirle que nosotros llamamos, para recordarle lo de nuestros muchachos están a sus órdenes, para lo de los políticos que tenemos, para servirle”
- Y lo peor fue el mensaje de Alvaro, dice que estas nombrando pastranistas, saludando izquierdistas, que a los uribistas los tienes blanquiados, que has osado hablar con la oposición, que mensajitos para Venezuela, que de haberlo sabido no te daba los huevitos… que a este paso solo falta que respetes la constitución y que dejes de chuzar a los magistrados de la Corte, que estas destruyendo su obra…
- It’s too late Honey, too late…

miércoles, 21 de julio de 2010

"...sin decirme a donde vas"

En los carteles de los cine-foros de la universidad la anunciaban de vez en cuando. "No te mueras sin decirme a dónde vas" de Eliseo Subiela. Me encantaba el título. Me imaginaba mil historias. Hasta que finalmente la vi, y recuerdo haber llorado durante y después. Las cosas cambian de significado con el tiempo. Ahora que no estás, me pregunto porque te fuiste sin decirme a donde ibas. Tengo tantas cosas que preguntarte. Tu ausencia no me produce la tristeza de antes. Ya te lloré. Lo que me molestan son las cosas que se quedaron pendientes. Lo que me falta tu consejo. Me faltas en la lista de las personas con las que podía contar. Cuando pasan cosas me pregunto qué hubieras dicho, pero mi imaginación no llega tan lejos. Me falta el cinismo, el humor negro, la mala leche. Dónde habrá quedado el libro de Norman Rockwell que yo miraba mientras te oía. Porque nunca se me ocurrió preguntarte la receta del minestrone. La vida dio tantas vueltas. Me hubiera gustado que estuvieras para defenderme. Si de algo sirve, ya no te lloro, pero me gusta pensar en ti.

Modernidad.

Cuando di el salto mortal del tercer al primer mundo, pensaba que me iba al futuro. A un mundo habitado por ciudadanos modernos con una visión amplia de la realidad, de los que iba a aprender miles de cosas. Un paso adelante en la evolución. Me preocupaba no dar la talla y parecer inculta o ignorante. De que voy a hablar yo si esta gente debe haberlo visto todo.

Dos años y medio después he comprendido que la modernidad es una elección, un golpe de suerte, un regalo del destino que aparece aquí o allá, en medio de la pobreza, de la riqueza, de la adversidad, en el primer o en el tercer mundo… El ciudadano moderno, el de la visión amplia, es un espécimen raro y poco frecuente que puede nacer en la Clínica Palermo de Bogotá, o en el hospital Saint-Louis de Paris. Al mismo tiempo en la habitación del lado, nacerán ciudadanos venidos de la inquisición o del renacimiento o pequeños homo erectus que al crecer serán fanáticos de Millonarios o del Olympique de Marseille.

Algunos renegarán y lanzarán improperios recordándome los beneficios de los que goza el primer mundo: el acceso a la tecnología, la educación pública, la magnificencia en la infraestructura, el cubrimiento en salud. Lamento informar que nada de eso garantiza el nacimiento de ciudadanos modernos. Ni aquí ni allá. Quinceañeras que sueñan con el príncipe azul de la edad media. El dueño de la farmacia que piensa que la tierra es plana y que el Mare Nostrum acaba en el Mediterráneo. Vecinos que piensan que aún estamos en la Conquista y que a los indígenas como yo, no los dejan ir a la universidad. Gobiernos paleolíticos que no conocen la democracia. Criollos convencidos de la superioridad europea. Sociedades divididas en castas. Mujeres sometidas. Empleados públicos que no han oído hablar de los derechos del hombre. Turistas gringos que no saben del fin de la Guerra Fría y que tratan de convencernos de la superioridad americana. Sistemas económicos que promueven la esclavitud.

Modernos, modernos, más bien pocos. Ni aquí ni allá. Y por lo visto, casi en ningún lado.

martes, 13 de julio de 2010

Bondad

Hay gente que “es” buena porque dice serlo. Te dan consejos, te repiten citas y frases célebres. Que si Og Mandino, que si Paulo Cohelo. Son buenos porque les gusta verse a sí mismos como los buenos. No confiesan pasiones ni odios. Iluminados. En los momentos más oscuros te recuerdan que ellos son buenos a través de sus innumerables lecciones de vida. Te recuerdan que tu sufrimiento es bueno para tu crecimiento personal. Que así vas a aprender y que vas a llegar muy lejos. No hacen nada por ti, solo te muestran que ellos son buenos y tal vez felices, por virtud de las gracias que los adornan.

Hay otros que no saben que son buenos y no les importa. Pero hacen cosas, sufren, se preocupan, te llevan pan y leche para tomarse unas onces contigo. Te ayudan a mover un mueble o a reparar el enchufe de la cocina. Te oyen y no dicen nada. A veces solo te acompañan. Se les humedecen los ojos cuando lloras. A veces maldicen cuando tú maldices. A veces te dicen que estas equivocado. A veces te regalan un piropo cuando estas inseguro. Te meten monedas en el bolsillo sin decir nada. No gritan a los cuatro vientos que te quieren y son tus amigos, pero los puedes llamar a cualquier hora, por cualquier razón o incluso sólo para hablar. No te dan consejos porque saben que a veces uno solo necesita llorar por eso que le duele. Incluso a veces, antes de que la primera lágrima ruede al vacio, hacen un chiste y te demuestran sin decir nada que todo va a estar bien.

domingo, 11 de julio de 2010

Nada en especial.

- Tú siempre dijiste que ellas eran gente divinamente…

- Sí mija, pero eso no quiere decir que sean santas de mi devoción…
- No tía, tú siempre me has enseñado que a la gente divinamente se le perdona todo…
- No mija, pues sí, eso es verdad, pero es que esto ya es gula, si lo que querían era plata, pues que siguieran en la política…
- No tía eso sería peor, tocaría aguantárselas haciendo campaña, recordándonos cada día que los 6 años, 4 meses y 9 días del cautiverio. Que un día amanecen colombianas, al otro francesas. Que si la trenza y el camuflado o el Chanel palo de rosa. Además con ese reguero de ex esposos, de novios, de amigos con y sin derechos, que los de aquí, que los de allá, nos llenaría todas las páginas de las revistas de chismes.
- Si pero por ejemplo se hubieran podido poner a hacerle campaña al presidente santo, así como dándole las gracias por la pintada del helicóptero, y mínimo les daban un ministerio. Tu tío dice que eso es un negociazo, incluso hubieran podido ganar más de lo que están pidiendo y habrían quedado mejor.
- Si tía pero no creo que ellas tenga muchas ganas de dejar Paris.
- Ni de trabajar tampoco mijita.
- Pero están escribiendo el libro tía y parece que es un trabajo tremendo, porque les toca ir revisando el libro de Clara y el de los gringos para que no se le queden cositas entre el tintero.
- ¡Qué pereza mija!
- De pronto tienen gente que le ayuda, porque también les toca leerse los periódicos y las revistas de todo lo que se escribió mientras ella estuvo en cautiverio.
- ¡No, qué horror! Pero el libro le dejará una rentica, mi imagino yo…
- Un billetico largo tía.
- No mijita, es que yo si estoy aterrada.
- Si estás aterrada tú, ¿imagínate cómo estamos los demás?
- ¿Por qué lo dices mijita?
- No tía, por nada en especial.

lunes, 5 de julio de 2010

Reinventarse

No sé si la palabra reinventarse existía, o si se la inventaron hace poco. Se puso de moda para describir la forma en que Madona se “reinventa”, cambia, o muta para el lanzamiento de cada uno de sus discos. Que si pelinegra, que si sadomasoquista, que si como una virgen, que si iluminada por la divinidad, que si mamá de una quinceañera vestida ella (la mamá) de adolescente. Un día ícono gay y al siguiente escritora de cuentos para niños. Qué creatividad. Sobre todo porque todos los “saltos” son fríamente calculados y absurdamente lucrativos. Yo, sin tener ninguna información adicional, supongo que no es “ella” solita la que se reinventa sino un grupo enorme de gente que hace la tarea para que la señora siga siendo un buen negocio.

Pero hay otros que también se reinventan, sin salir en las revistas de chismes y sin ninguna motivación diferente al amor. Mi mamá se reinventa de abuela. De los códigos y las superintendencias pasa a los dinosaurios de caucho y al “sana que sana colita de rana”. Yo me reinventé como una mamá, esposa e inmigrante. Dejé la gerencia de una oficina de diseño gráfico en Bogotá, a la “administración” de un hogar al otro lado del mar y frente a él.

Esta semana di un salto tan grande que todavía me pregunto si soy yo la que lo hizo. Después de un mes de trámites, de fotocopias, de hablar mi francés de cacatúa con montón de gente que no conocía, he logrado tener mi tarjeta de vendedora ambulante. No es que vaya a salir por la calle con mi lámina de icopor anunciando: “la gafa, la gafa”. Pero casi. Desde ahora tengo derecho a poner un puesto en los mercados ambulantes que se hacen una vez a la semana en los pueblos y ciudades francesas (“Les Marchés”). Los trabajos manuales que hacía para disipar los estados maniacodepresivos del pasado, son ahora los productos que venderé a turistas y lugareños. El hippie que dormitaba en mi se despierta para que ataviada en mi falda de florecitas venda las cosas que hago mientras mi niño duerme. Durante la semana me dedicaré a buscar lo que me falta para montar mi puesto. En las noches haré bolsitas y tarjetas con mi nuevo nombre y mi número de teléfono. Porque ya no soy Ángela Jiménez. Ahora soy, (y vaya uno a saber por cuánto tiempo) Lita Blanc. Blanc comme la couleur (blanco como el color), como dice mi esposo para evitar deletrear su nombre. Ya son historias del pasado los clientes, las propuestas, las facturas y el cobro de cartera. Mi hijo no dirá que su mamá es diseñadora gráfica, sino que tiene un puesto en el mercado donde vende sus cositas. Yo espero que esté orgulloso de mi, y que crezca sabiendo que uno puede cambiar y reinventarse siempre, sobre todo si lo hace por amor.

lunes, 28 de junio de 2010

"Cállate, cállate, cállate que me deseperas"

Cuando era niña, sentía mucha angustia cuando veíamos “El Chavo”. Vivía en un barril, siempre tenía hambre, todos abusaban de él, estaba expuesto al maltrato físico y no se sabía si tenía papás o no. Años más tarde leí que muchos ideólogos mexicanos criticaban a Roberto Gómez Bolaños por la mitificación de todos los males que aquejan a la sociedad latinoamericana a través de sus personajes. También, porque todo el engranaje giraba en torno a estereotipos que se impusieron como parámetros en temas como la pobreza, la riqueza, la belleza o la obesidad. En este micro universo había que reírse de la tragedia de nuestra sociedad, de las carencias, de los defectos físicos, de la ignorancia. Nunca supimos si este pobre niño tuvo una oportunidad y eso tal vez no le importaba a nadie.

Pero pareciera que a todo el mundo le gusta “El Chavo”. Se han vuelto un ícono del retro las expresiones y los insultos que usaban unos contra otros y las nuevas generaciones se deleitan con la versión animada. Yo sigo sintiendo la misma angustia.

Hace unas semanas cuando comentaba lo difícil que era ocuparme de mi niño y de la casa sola, cuando mi esposo estaba de misión, alguien me dijo que eso me pasaba por vivir en Francia, que por eso era mucho mejor vivir en Colombia, donde con muy poco podía tener, muchacha, niñera y chofer. No supe qué contestar, hasta hoy. Estamos condenados a ser la sociedad de “El Chavo”, una sociedad que se ríe de la mísera, en la que unos se aprovechan de los otros, en la que la señora que se va a cuidar los niños de otra, deja a los propios encerrados en una pieza, calentándose la comida en una estufa de cocinol. Tal vez la persona que me hizo el comentario se quedó esperando mi respuesta, o tal vez esté entretenida mirando “El Chavo”.

Deje su mensaje, después del tono.

- En este momento no nos encontramos, por favor deje su mensaje después del tono.
- Mija, llevo semanas llamándote. ¿Dónde andas? No hemos podido comentar los últimos acontecimientos políticos. ¡Se salvó este país mijita! Pasamos de un mesías a un santo, este es definitivamente un país bendecido. ¡Cosa divina caray! Además este hombre es un estandarte de la gente divinamente, de la gente de bien. Golf, whisky y exenciones tributarias para los amigos del club. Como debe ser. Tu tío dice que es increíble nuestra capacidad de adaptación mijita, que pasamos del fanatismo populista al pragmatismo capitalista de un plumazo. Y yo precisamente te llamaba a que me explicaras los términos, porque tu tío y los amigotes, sueltan la carcajada cuando dicen eso, pero yo aún no he entendido el chiste. ¿Oye y tu porqué tienes el mensaje del contestador en español y no en francés? Bueno mijita llámame para que nos pongamos al día. Un abrazo.
- Beeeeeeeeeeeep.