miércoles, 21 de julio de 2010

"...sin decirme a donde vas"

En los carteles de los cine-foros de la universidad la anunciaban de vez en cuando. "No te mueras sin decirme a dónde vas" de Eliseo Subiela. Me encantaba el título. Me imaginaba mil historias. Hasta que finalmente la vi, y recuerdo haber llorado durante y después. Las cosas cambian de significado con el tiempo. Ahora que no estás, me pregunto porque te fuiste sin decirme a donde ibas. Tengo tantas cosas que preguntarte. Tu ausencia no me produce la tristeza de antes. Ya te lloré. Lo que me molestan son las cosas que se quedaron pendientes. Lo que me falta tu consejo. Me faltas en la lista de las personas con las que podía contar. Cuando pasan cosas me pregunto qué hubieras dicho, pero mi imaginación no llega tan lejos. Me falta el cinismo, el humor negro, la mala leche. Dónde habrá quedado el libro de Norman Rockwell que yo miraba mientras te oía. Porque nunca se me ocurrió preguntarte la receta del minestrone. La vida dio tantas vueltas. Me hubiera gustado que estuvieras para defenderme. Si de algo sirve, ya no te lloro, pero me gusta pensar en ti.

2 comentarios:

maggie mae dijo...

¡qué bonito! Cuando pienso en mi papá pienso lo mismo.

Anónimo dijo...

¡Cómo nos faltan los que se fueron! Pero... gracias a lo que nos dejaron en nuestros corazones, en nuestros pensamientos, podemos decir que aún están presentes. Su ausencia se lleva en el cuerpo, en el alma, y a pesar del tiempo no se escapa... Ya por eso las lagrimas no salen a flote, se quedan en el interior.
Liliana Jiménez