sábado, 19 de noviembre de 2011

Capitulo 2. Los Infiltrados.

Esta semana he dejado de ser una inmigrante. El curso de los acontecimientos ha cambiado mi condición y desde ahora soy una infiltrada. Mas de tres años de observación, de sutil espionaje, del ansia bulímica por entender este país y sus habitantes me han hecho desarrollar esta extraña habilidad para mimetizarme, para deslizarme, para parecer uno de ellos y seguir siendo yo.

He cambiado. Debo reconocerlo. Por dentro y por fuera. No soy francesa ni me siento como tal, pero puedo simularlo y dependiendo de la situación navego entre Angela y Madame Blanc. Enterré el fetiche de las mujeres latinas y el pelo largo y me lo corte "au carré plongeant ", pero sigo maquillándome los ojos y sonriendo como no lo hará jamás una francesa. Sociedad post feminista que con la igualdad trajo esta extraña neurosis que se obsesiona con lo políticamente correcto y que extirpó para siempre el sentido del humor a las mujeres. "Ellas" tienen razón. Punto. Y aquel que diga lo contrario es un enemigo de la causa. Serias y adustas y aburridas y obstinadas, estas señoras siguen vengando siglos de desigualdad y son jueces absolutos de los hombres que huyen aterrados. Entonces, para efectos prácticos, puedo repetir el discurso feminista al pie de la letra, pero a "ellos" los trato como iguales, les sonrió, les doy las gracias, los hago sentirse importantes como sólo las latinas saben hacerlo, y tengo dominados al dueño de la farmacia, al pediatra, al médico general, al muchacho minusválido de la oficina de correos y al señor que trae el mercado que hago por Internet para no tener que subirlo 4 pisos.

Domino el idioma. He comenzado a distinguir los acentos. Primero fue el canadiense y el belga... y poco a poco he decodificado algunos otros. Uso sus expresiones, entiendo sus chistes y los interpreto, para luego clasificarlos según sus creencias y orientaciones políticas.  He usado a mi favor el hecho de que para los franceses, todo aquel que no hable su lengua es un retrasado y durante mucho tiempo los dejé pensar que no entendía nada para que hablaran sin inquietarse de mi presencia. Y habiendo dominado la bestia gramatical, he comenzado a reaccionar, a quejarme, a protestar, a seducir... Recuperé lo que siempre fue mi fortaleza y hablo. Infinito placer el de dejar claro lo que uno siente y piensa.

He conjugado el verbo hacer la vuelta en todos los tiempos. Soy el gato de la pobre viejecita que se lame las patas mientras ellos se preguntan que comer y que beber. Mientras ellos lloran por la reducción de los beneficios de la seguridad social, yo vivo agradecida. Le doy las gracias a la profesora de mi niño cada vez que lo recojo. Soy la única que lo hace, también porque soy la única que sabe lo que vale la educación gratuita. He aprovechado todos los servicios de asesoria públicos y he logrado validar los estudios universitarios de mis vidas pasadas, hacer formaciones, crear una microempresa  y cotizar para una pensión. La autoestima no me deja aspirar a los subsidios insípidos con los que "ellos" sueñan, y en secreto soy una empresaria* infiltrada en el mundo de las amas de casa.

Sigo siendo escéptica respecto de Francia y los franceses. Me decepcionan. Pero esta desmitificación me ha hecho evolucionar. He aprendido las ventajas de un Estado laico y la tragedia que es para un país como el nuestro - si es que de algún modo sigue siendo mío, o si no seré también en él una infiltrada-, donde una religión opina sobre la salud pública y el derecho a decidir sobre mi cuerpo y mi destino. He revaluado mi percepción de los colombianos y la "colombianidad". Lejos del facilismo de "Colombia es pasión" o de la grandilocuencia del realismo mágico, la capacidad de adaptación, de "hacer la vuelta", de no necesitar nada distinto de nosotros mismos para atrevernos a actuar encierran nuestro verdadero valor y nuestra importancia. Lo que para Europa es una crisis sin precedentes seria para nosotros una circunstancia más a la que le estaríamos "buscando el lado". Nuestra tragedia es la incapacidad de ver nuestros aciertos y nuestros encantos. La visión limitada y mélgalo-maniaca de pensar que somos los peores, descrestados como niños con el extranjero pero ensañados en despreciar al colombiano que es nuestro hermano. La diferencia entre un niño francés y uno colombiano, es que si algún día les pasa algo, al francés lo lloraremos todos y al colombiano sólo aquellos de su estrato.


He visto como las personas están por encima de las circunstancias y como la inteligencia, el valor, el coraje, nacen en cualquier parte del mundo en proporciones iguales. Personas magníficas, generosas, brillantes, nacen en Francia, en Colombia o en China, y aparecen en la vida en el momento justo para demostrarnos que todavía vale la pena tener fe en la humanidad. Mientras las voy encontrando, navego entre el tumulto como un infiltrado, como un agente doble traficando información para encontrar la felicidad.

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*http//:www.litablanc.com

7 comentarios:

Mar dijo...

Sabias palabras, solo me resta decir, felicitaciones

Mar dijo...

Palabras sabias

Felicitaciones

Anónimo dijo...

Increible que manera de traducir cosas que pasan delante nuestro, esta vida en otra pais nos deja mucho a reflexionar bravo por tu articulo!!!

Anónimo dijo...

te votaré en el concurso blogósfera, 20minutos.es. Mi link si quieres votarme a mi, es
http://lablogoteca.20minutos.es/blog-de-vinos-ar-te-25431/0/

me ha encantado el tuyo. Saludos.
S

Anónimo dijo...

Hola, que pesar que ya no escribiste mas, me gusta mucho la forma que lo haces pero también entiendo que la vida va cambiando y nos vamos transformando. Si te animas de nuevo, por aquí una lectora.

Anónimo dijo...

hola!!!
vuelve a actualizar ! porfa :)

Anónimo dijo...

Espero con ansias tu proximo post. Te leo con mucha frecuencia y me identifico mucho con tus experiencias.