sábado, 17 de abril de 2010

Delfines

 
Mi esposo decía que cuando se pensionara iba a comprar un barco. Los miraba en los puertos. Coleccionaba revistas del tema en el baño. Suspiraba. Algún día algo cansada del tema, le dije que era mejor si compraba el barco de tres puestos, uno para él, otro para mí y el último para la enfermera que nos iba a cuidar, teniendo en cuenta los años que faltaban para que él se pensionara. Le pregunté cuanto valía el barco más sencillo. No sabía. Le pregunté qué barco quería. Tampoco tenía idea. Al día siguiente cogió una revista de las que venden vehículos usados y llamó a todos los avisos. Encontró uno que era “El Renault 4 de los barquitos”. Viejo pero en buen estado. Lo vendía un señor que encantado le enseñó a navegar en un fin de semana. No valía mucho pero tenía muchos pendientes que mi esposo dedicado solucionó en sus ratos libres. Lo ha armado y desarmado y vuelto a armar, muchas veces. Pasamos tardes buscando el bombillito, el tornillo, el cable. Y cuando el viento es favorable, salimos a navegar. La mejor versión de mi esposo es la que conduce la nave. Feliz, orgulloso, libre. El mejor regalo que le puede dar a alguien es llevarlo a las islas que se ven desde nuestra casa.

Ayer salimos a navegar. Mi esposo quería darle una vuelta a su barquito antes de partir por 3 meses de misión. En la neverita del picnic echamos jamón, queso, pan, cerveza y los conejitos de chocolate que quedaron de la Pascua. En la mitad del trayecto, en medio del mar aparecieron los delfines. Delfines de verdad. Libres, salvajes. Les tomé fotos. Hasta un video. Sentí muchísima emoción. Luego me puse triste. Tal vez eran los últimos delfines. Pensaba en los que había visto otras veces, haciendo ridiculeces y comiendo galletas para el deleite del público. Los seres humanos somos estúpidos. Todo tiene que servir para algo, y en esa búsqueda despiadada matamos, devastamos, eliminamos todo lo que existe. Estamos convencidos de que los animales existen para complacernos. Si son salvajes amamos tener sus cadáveres en la sala. Domesticamos a los más gentiles para doblegarlos a nuestros deseos e imitar nuestros hábitos. Y a los que no nos gustan, o a los que tememos los destruimos sin piedad.

Ver los delfines, me puso triste. No. Tal vez ya estaba triste. Solo me faltaba una excusa para llorar y un tema para escribir.

El video: http://www.flickr.com/photos/32868671@N00/4526311036/

2 comentarios:

Wilmar dijo...

Gosh!, vi el video que colocaste, esta muuuy lindo; delfines... salvajes, libres, y ahogados en una felicidad quiza tan heterea que no comprendamos nosotros dentro del cascaron humano. Gracias por compartirlo :)

Anónimo dijo...

Que belleza!!! eso si es una fantasia ver los delfines asi naturales en su propio habitat. Gracias por compartir.
Colombiana en Malasia