lunes, 16 de agosto de 2010

Lasagna

Lasagna no. Por favor. Si usted no sabe cocinar, si no le gusta, si está aprendiendo. Por favor. No haga lasagna. Mucho menos si tiene invitados. Si le toca leer la receta. Si no sabe hacer otros tipos de pasta. No por favor. Aunque parece fácil es una de las recetas que pueden ser un desastre al más mínimo error. Las salsas deben ser jugosas, la pasta debe estar al dente y el horneado debe dorar la superficie y calentar el interior. Si su relación con dicho electrodoméstico no es un idilio. Lasagna no por favor.

En lo más oscuro de mis recuerdos navegan 3 lasagnas. Asquerosas. Quemadas, pero crudas, pero frías. La primera era de pollo. Pálida. Lánguida. Mientras la servía la cocinera en mención decía: “No quedó así como en pisos. No mijita es que a mí en la casa me educaron pa’ ejecutiva, no pa’ coima. Es que una no se puede quedar de cocinera". El error era simple a los ojos de alguien que no piensa en la cocina como una cámara de tortura. Luego de cocinar la pasta, hay que sacarle el agua. Para que quede en capas, hay que componerlas delicadamente intercalando pasta y salsas. Las capas no se hacen solas, por más que la caja diga que cualquiera puede hacerlo y que todo estará listo en 5 minutos.

La segunda. Se me pone la piel de gallina de sólo recordarla. La señora de la casa le dijo a su empleada del servicio que hiciera una lasagna. Que ella la calentaba. Era de carne. Al verla seca, la anfitriona le hecho agua. Dos tazas. La metió al horno mientras comentaba: “La remodelación nos costó un ojo de la cara, no te imaginas. Yo siempre quise una cocina así con todos los juguetes, aunque te confieso que no se para que sirven ni la mitad de las cosas”. Prendió el horno sólo en la parte superior. Quemada por encima y fría por debajo nadaba en el agua. El pan francés me ayudó a recoger el agua y logré comerme lo que pretendía ser la salsa de carne sin vomitar.

La tercera. Hace una semana. Placas tectónicas de pasta cruda. Como comerse un baldosín. Salsa bolognesa sin tomate y sin jugo. A su favor tenía que era poquita y que teníamos helado y duraznos enlatados de postre. La hizo mi suegra como un favor para que yo descansara. “¿En Colombia conocen la lasagna?”. (¿La electricidad, los cajeros automáticos, la imprenta, la rueda...?). Los niños de mi esposo prometieron poner la mesa y bajar la basura si en la noche yo hacía la comida.

La excepción. A mi mamá no le mata cocinar. No le gusta. Pero mi mamá hace la mejor lasagna. Combinación perfecta de una bolognesa jugosa y una bechamel de queso, que se acomodan felizmente entre capas de pasta al dente. Bordes dorados. Gratinada por encima. Caliente por dentro. Perfecta. Abundante. Deliciosa. “¿En Colombia conocen la lasagna?”. Si. La buena lasagna, si.

5 comentarios:

Guillermo dijo...

No te envidio la suegra. Se nota que darías cualquier cosa por sacártela de encima, no? LOL!

Con ayudantes así no necesitás enemigos!

Anónimo dijo...

uhhh pobresita tu!!! jajajajajaja

Anónimo dijo...

ja ja, es cierto parece fácil, pero no lo es. Y bueno si tu mami se arriesga que nos pase la receta y vemos si de una vez por todas por fin aprendemos.
desde Asia

Catalina dijo...

Cuando vengas te voy a preparar mi receta de Lasagna que inventé en Brasil (increible no?)y ha sido todo un éxito nacional e internacional...jejeje.

Anónimo dijo...

Jejeje. Incréible que de todas las suegras francesas a ti te haya tocado una que no sepa cocinar!!! Si la cocina francesa es la "mejor del mundo"!!!