miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mother Fucker


Mother Fucker. Así se llama el ultimo espectáculo de la cómica francesa Florence Foresti basado en su experiencia como mamá. Abandonada de los lugares comunes y de la imagen de las mujeres perfectas de los años 50, narra entre muecas y gritos, entre cinismo y honestidad su visión de la maternidad. Me preocupa. Me siento profundamente identificada. Por mas que me esfuerzo no soy como Betty Crocker. Hay un punto en que los bebés se vuelven niños y la tarea de educarlos parece más una prueba de supervivencia que un “intercambio dialectico madre-hijo”.  Volvamos a Florence, el público estalla cuando confiesa todas las cosas que juraba antes de dar a luz a su hija:: “Todos los juguetes de mi hijo serán de madera. Clásicos”. “Mi hijo no verá televisión”. “Mi hijo solo comerá bio-orgánico. Nada de dulces o comidas rápidas”. Mientras lo enumera hace la mueca de la prepotencia típica de aquellos que lo saben todo antes de haberlo vivido. Luego dice que antes de ser mamá era radical en sus ideas, apasionada, enérgica. Se ríe de si misma. Luego pregunta si alguien sabe como duele un golpe con un cubo de madera en la cabeza, canta todos los jingles de los programas para niños, y luego recita las publicidades de los chocolates, de las galletas, etc., etc.… No se si me rio de ella o de mi.

La promesa de la televisión no la hice. Pero cuando mi niño empezó a interesarse, busqué películas especiales con temas educativos… bla bla bla… El mes pasado me gasté una parte importante del presupuesto de la casa en películas originales porque ya me sabía el momento en que se oían las toses y las risas en las versiones piratas. Y si finalmente cada película la voy a ver/oír/repetir mentalmente entre 5 o 7 veces al día, pues mejor que sea de buena calidad. Con las películas vinieron los muñequitos de los personajes y con ellos la ropa, único medio que he encontrado para convencer a este niño mio de dejarse vestir rápido. Porque además aprendió a desvestirse y prefirió el invierno para sus prácticas nudistas.

La promesa de los juguetes de madera la hice. Incluso los compré, pero dado que son mas artesanales que prácticos los tengo protegidos en la parte de arriba del closet para que mi hijo no los destruya. Adicionalmente a mi me encantan los juguetes de los niños-hombres: los caballos con los jinetes, los carritos con puertas que se abren, las herramientas… No puedo evitar salir sin comprarle algo y  me justifico pensando que afortunadamente yo se los compro y el me los presta.

La promesa de la comida bio-orgánica no la hice jamás, pero si prometí  cocinar siempre con comida fresca, nada de congelados o comida rápida. Pero no había pensado en que mi hijo sería francés y viviríamos en un país con estaciones y que además tendría que educarlo, cocinarle, lavarle y procurarle una casa limpia yo sola, sin abuelas, tías, primas, amigas o niñeras que me hicieran la segunda.  Entonces de las 168 horas que tiene una semana yo estoy con mi niño 159 horas. Incluyo las horas en las que está dormido, porque me da tristeza pensar que este con frio y me paro a taparlo varias veces durante la noche. De las 9 horas que él va a la guardería por semana, paso 3 estudiando francés y me quedan 6 para hacer mercado, subirlo y guardarlo. Ir al banco, al correo, lavar el carro y para hacer todas las tareas que implican lugares donde es mejor ir sin niños. Entonces, lo confieso, he sucumbido a las alitas de pollo congeladas que le encantan y a los rollitos chinos que se come sin chistar. Y por más que me esfuerzo no siempre logro que coma verduras o frutas  y me consuelo cuando coge los bananos para comérselos escondido entre su carpa. También me digo a mi misma que cuando trabaje en “Médicos sin fronteras” o cuando sea embajador de buena voluntad por el mundo, no podrá ser muy exigente con la comida. Entonces pienso en que diría Florence Foresti. No pierdo el tiempo pensando en que diría Betty Crocket. Pienso en las tardes despues del colegio en que con mi hermano nos comíamos la gelatina de la caja, en polvo, sin haberla preparado. “Con mis Gudis soy feliz porque son de maíz”. En la Barbie de pelo negro que me trajo mi mamá por haber pasado el año. A veces me preocupo demasiado por ser una mamá perfecta, pero me repito que lo perfecto es enemigo de lo bueno y abrazo a mi niño mentras miramos alguna de sus películas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que vivan las mamás imperfectas.... si por favor. Yo también cometo mis pecaditos de vez en cuando y me siento más féliz....Y sobrevivimos a los gudiz y la gelatina.
Que pases una féliz navidad con tu familia. Ayer lei el discurso de Vargas Llosa y dice algo muy interesante de los que vivimos fuera del lugar donde nacimos.

Anónimo dijo...

Interesante el humor con que puedes ver las cosas cotidianas.
Saludos de México

Anónimo dijo...

Y ni qué decir de lo que te falta de aquí en adelante... Uno dice muchas cosas, solo que los hijos hacen finalmente lo que ellos piensan y quieren. ¡Afortunadamente!, porque o si no ¿dónde está la autonomía y la libertad con que queremos educarlos?
Como siempre me encantó tu escrito. Te quiero mucho,
Liliana Jiménez