miércoles, 25 de mayo de 2011

Call Center

Y de pronto nos sacudió la tormenta, primero los rayos, luego los truenos que se llevaron mi reducido contacto con el mundo exterior. Acá, en el primer mundo, donde todo es como debe ser, una sobre carga eléctrica quemó lo que no debía y estamos sin teléfono, sin televisión y sin Internet. Ya tenia suficiente con la arquitectura medieval y con la mentalidad del oscurantismo, sólo me faltaban las telecomunicaciones.

Creo que una alarma se activa en el call center cuando llamo y los pobres duendecitos que contestan las llamadas salen despavoridos. Sólo los duendecitos pueden repetir sin pensar frases inocuas que me dicen que nada es posible, que de malas como un ***** y que gracias por llamar. Ya no tengo minutos en el teléfono portátil. Debo ir a otro pueblo para llamar a mi mamá desde la casa de mi amiga Mónica, porque en estas regiones no hay traducción para la expresión: "Vecina, me deja hacer una llamada?". Nadie venderá minutos de celular en las calles, ni habrá cabinas de Telecom, ni "cafes internet" improvisados en la esquina de una panadería. Porque si algo define el primer mundo es que es un lugar inhóspito donde la indiferencia tiene un nuevo significado: El infinito placer de ignorar a los otros y hacérselo saber.

Y el lector se debe estar preguntando... y entonces como hace para publicar este post? Después de una lucha intestina con las compañías de telecomunicaciones que no me querían vender una llave de acceso temporal a Internet por ser extranjera, conseguí en Carrefour tan sofisticado artefacto que luego de 10 horas de ensayos e improperios, me permitió conectarme para poder pagar las cuentas, hacer mercado, revisar el mail y todas las cosas que eran posibles en el mundo real, antes de que todo fuera "on line".

Faltan 10 días para la visita técnica en la que espero volver al siglo XXI, al menos en el aspecto tecnológico.  Si el encargado no puede resolver mi problema, seguiré dedicada a mi persecución infame contra los duendes de los call center, haciendo recorridos de 20 kilómetros para llamar por teléfono y añorando el tercer  mundo donde nada es como debe ser, pero todo es posible.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Ángela... por causa del azar un día encontré un link a este blog tuyo. De esto ya hace más de un año y desde entonces cada tanto entro para leer, deleitarme e identificarme con mucahs de tus palabras. Un abrazo y saludos a tu hermoso chitiquin, Andrea Artunduaga