jueves, 29 de enero de 2009

Que tan rico y que tan pobre.

Últimamente he tenido que enfrentarme a mis prejuicios. Una inconfesable adicción a los programas de concurso de la televisión me ha hecho revalorar algunas de mis posiciones, a saber:

1. No todos los europeos son ricos. En términos económicos, de salario mínimo, poder adquisitivo, seguridad social, un europeo promedio está mejor que cualquiera. Eso es claro. Pero estaría mucho mejor, si no viviera en Europa. El costo de cosas como la carne, por ejemplo, puede multiplicarse por 5 respecto al del resto del mundo. Obsesionados con la calidad de los productos han logrado que los costos sean tan altos que eso les reduce la calidad de vida. Entonces uno puede comprar un tomate perfecto, pero no media libra de tomaticos pintones. En una forma que me cuesta comprender, si bien un europeo normal, tiene derecho a la educación, a la seguridad social, subsidio de desempleo, ayudas para las mamas, etc., es muy posible que un colombiano coma mejor, tiene más posibilidades de tener casa propia y sobre todo necesita muchísima menos inversión para estar feliz.

2. No todos los suramericanos son pobres (y analfabetas). Este es más un prejuicio al que me enfrento. La gente se sorprende cuando sabe que fui a la universidad. Se sorprenden aún más cuando saben que en mi familia todos somos profesionales. Incluso mi esposo hace malos chistes sobre que debe ser más fácil la ingeniería en Colombia por lo que estamos más atrasados. La falta de subsidios, la falta de cubrimiento de la educación pública, saber que si no trabajo, no como, fomenta la ambición, y eso logra que una mamá divorciada con un mal empleo tenga dos hijos profesionales (Gracias Mami).

3. Todos queremos dinero fácil. Este es mi nuevo prejuicio. En los programas de concurso franceses y colombianos, la gente se pone igual de feliz al ganar. La diferencia es que acá entregan premios entre 20.000 y 500.000 euros, en Colombia no llegan a 6.000 euros. En ambos casos a ninguno de los dos le alcanzará para todo lo que se imagina, pagarán una montaña de impuestos, y ambos tendrán la certeza de que fue uno de los momentos memorables de su vida.

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