martes, 23 de junio de 2009

Excepcional

Marseille. Domingo. Almorzamos en la casa de la primera esposa de mi esposo antes de salir a la presentación de baile de la niña. En la mesa mi esposo, su exesposa, su nuevo esposo, el hijo mayor de mi esposo, nuestro niño, mi mamá y yo. El gran esfuerzo que implica ser una familia recomposée (recompuesta), da sus frutos en días como estos: podemos ir todos juntos a ver a la niña bailar y darle uno de los días más felices de su vida.

Salimos en tranvía. Atravesamos la ciudad. Llegamos a un teatro pequeño y caliente donde las familias emocionadas se acomodan para ver el espectáculo. Empieza la presentación.

El primer grupo. Niñas entre 4 y 6 años. Preciosas como muñecas, que no bailan pero se ven lindas en los vestidos.

Segundo grupo. Niñas entre 7 a 10 años. Acá está la “nuestra” que baila sonriente y lleva el ritmo. Está concentrada. No se equivoca. Tomo fotos sentada en el piso al lado del segundo esposo de la primera esposa de mi esposo. Mi esposo filma a lo lejos el video. La música termina. Se enciende la luz y la niña nos ve. Su carita se ilumina como si hubiera esperado toda su vida para este momento. Mi esposo nunca la había visto bailar debido a su trabajo. En adelante bailará con emoción, pero nos buscará ansiosa entre el público y nos mandará besos cada vez que la música termine.

Tercer grupo. Niñas entre 11 a 16 años. La adolescencia las tiene cautivas y no hay la más mínima posibilidad de una sonrisa. Hacen lo que tienen que hacer, pero pareciera que esperan ansiosas que la música termine.

Cuarto grupo. Para no decir sus edades, diremos que podrían llamarse: “Grupo de amigas con una etapa por quemar”. La lengua viperina de mi mamá se despierta como un haz de fuego. Me divierte que como ella vive en Colombia, todavía está en proceso de desmitificar a Europa. Feliz comprende que acá también hay gente descoordinada que hace el ridículo. Todos los grupos bailan 6 canciones cada uno. Pero cada vez que este grupo aparece mi mamá agradece que nadie alrededor entiende el español y comenta cómo falta el gen latino, cómo sería la cosa si las bailarinas fueran negras, que cómo hacen los franceses para reproducirse con esta carencia absoluta de sexapeal. Yo le digo que ser Michael Jackson, o Mikhail Baryshnikov es algo totalmente excepcional y que por cada uno de ellos hay miles que no lo lograron. Mi explicación sobra.

La función termina. Debido al calor no le llevamos flores a la niña para felicitarla, pero le damos una sombrilla empacada para regalo con un moño lleno de Bon Bon Bumes. Nos abraza y nos besa. Coge a mi esposo de la mano y no lo suelta en todo el trayecto de regreso a casa. Mi esposo comenta sobre el cuarto grupo y pregunta si no hay alguien que pueda explicarle a esas pobres señoras que la danza no es para ellas. Nos morimos de risa. No hay nada que yo ame más que una familia disfuncional cuando funciona.

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