lunes, 11 de enero de 2010

La foto. Desde Bogotá.

Sacar una foto de Bogotá. Una muy buena. Una que la describa, que la represente, que la merezca. Una foto que no caiga en el cliché, ni en la porno miseria, ni en el falso lujo de los yupies del tercer mundo, ni en el facilismo de los edificios de ladrillos anaranjados sobre las montañas, “más cerca del cielo”. Una foto que le haga justicia, ciudad grande, absurda, infinita, siempre en obra, siempre en movimiento. Ahora que vuelvo te entiendo más, te quiero más, te temo más. Yo no te quiero perfecta, ni inmaculada, ni virgen. Yo te amo así: con historia, con pasado, con mancha. Y sigo pensando en la foto. Pasan frente a mí los niños de algún jardín, agarrados unos a otros de sus delantales de cuadritos para atravesar la calle, mientras una volqueta pita enfurecida, esperando agilizar su paso. Un payaso promociona algún almorzadero y se acerca para saludar a mi hijo. Hordas de mujeres que usan pantalones una talla inferior a la de sus caderas. Yo busco y busco. El chontaduro para el amor. 100 gafas oscuras para la venta sobre un plástico amarrado a un poste. Un millón de personas que sale de las oficinas para almorzar a medio día. Otro millón que calienta lo que trajo de la casa. Edificios coloniales, republicanos, constructivistas. Casas que crecen un piso cada vez que hay con qué. Antiguos cinemas que hoy son centros de culto. Perros callejeros. Parques. Grafitis. Vallas políticas. Bibliotecas. Parques. Domingo de bicicleta, pincho de caballo y mazorca negra. Pasto verde. Copetón. Paloma. Tomo y tomo fotos. Nada. Parecen pedacitos de un espejo roto. Tal vez deba desistir. Ingenua yo reducirte a una foto.

1 comentario:

José Luis López Recio dijo...

na gran elección. Muy buena foto.
Saludos