domingo, 13 de junio de 2010

Guía Turística

Francia es un país lindo. Con una geografía llena de contrastes. Con una gastronomía rica en matices. Productor de los mejores vinos. Magos de los productos lácteos. Maestros del chocolate. El Mediterráneo. La cultura. La literatura. El arte. Etc. Etc. Lo mejor del mundo está aquí, con un pequeño inconveniente: Usted, al no ser francés, no lo merece. Está lejos de apreciarlo y de entenderlo. Incluso, el 90% de los franceses no entenderá porque usted se empeña en venir. Le preguntarán porqué conoce a Edith Piaf, a Los Impresionitas, a Napoleon, o a Paul Cezanne si usted no nació en el hexágono. Un francés promedio, con el equivalente académico de primaria y bachillerato, no podrá comprender que la historia de su país es parte de la cultura universal, porque para él, solo existe la cultura francesa. Los gringos son unos chabacanos de mal gusto. Los suramericanos son pobres e ignorantes. Los asiáticos son raros. Los africanos negros son fuerza de trabajo y los árabes… son un tema pendiente. Conocen aspectos de los demás países, pero sus culturas las consideran “menores” y sus historias no pasan de lo anecdótico. Si por un lado es envidiable el “orgullo patrio”, por el otro ese orgullo es un filtro angosto que limita su apertura a otras realidades.

Si usted planea una visita turística, encontrará que la primera barrera es el idioma. La gramática y el vocabulario del francés son fáciles para todos aquellos que hablan lenguas romances, pero la pronunciación es verdaderamente difícil. La cosa se complica porque los franceses asocian las personas que no hablan su idioma y los acentos de los que lo intentan, con la ignorancia y la estupidez. No hablar francés no es una condición, es un hándicap. Para ellos es difícil tomar en serio a alguien que no habla su lengua. Afortunadamente existen las guías impresas, las páginas de internet, los GPS, los mapas y la señalización vial que le serán mucho más útiles al momento de viajar que hacer la consulta a un lugareño.

Algunos dirán que miento. Que han conocido franceses buena gente. Yo también los he conocido. Me casé con uno. Como en todos los países y en todas las culturas, hay quienes gracias al contacto con otras personas o situaciones (para el caso de Francia los que han viajado fuera del país), son más abiertos, tolerantes y respetuosos.

No hablo sin conocimiento de causa. Hace unas semanas visité uno de mis almacenes favoritos: Maisons du Monde (Casas del mundo). Con un exquisito sentido del buen gusto, este almacén combina en sus secciones objetos de todas partes del mundo combinando la belleza con la imaginación. El nuevo país invitado era Cuba. Aprovechando que los precios no eran excesivamente costosos compré algunas de las cosas que me gustaron y encargue un tapete hindú del catálogo. Me pidieron la dirección de mi casa y me dijeron que por 12 euros más, lo llevarían a domicilio. Yo que estaba antojada de las cosas cubanas, solicité que me dejaran recogerlo en el almacén. Impacientes las vendedoras y aprovechando la evidencia de mi acento, me decían que tal vez yo no había entendido. Yo repliqué que si, y como un favor aceptaron mi solicitud, sin antes decirme: “El ta-pe-te lle-ga el mi-ér-co-les. No el jue-ves. No el mar-tes. De-be ve-nir el mi-ér-co-les. No lla-me el mar-tes. De-be ve-nir el mi-ér-co-les. De-be pre-sen-tar es-te pa-pel.” Al fondo y en medio de los intervalos de tan solicita pronunciación, yo oía como entre las vendedoras comentaban: “Ese es el problema de esta gente.”

Llame el miércoles para saber si había llegado el tapete. La vendedora me contestó que había llegado desde el lunes, que porqué no había ido a recogerlo. Fui hasta el almacén. Mostré el papel. Tenía a mi niño en los brazos para evitar que hiciera un daño. Trajeron el tapete. Lo tiraron al piso. En Francia está prohibido dejar a los niños entre el carro. Con un brazo apercollé al niño y con otro jalaba el tapete en una cadencia digna del jorobado de Notre Dame. (Sí, yo sé quién es el jorobado de Notre Dame). En el camino pensaba que el almacén está lleno de cosas africanas, asiáticas, o suramericanas. Que las presentan como objetos de lujo. Que reconocen su valor estético. Pero que una cosa muy distinta es dejar entrar al almacén a todos esos muertos de hambre de esos países miserables. Y peor aún tener que atenderlos. Porque el servicio no es un tema determinante en una economía pujante. Si no compro yo, otro comprará. Los vendedores no ganan por comisión y dada la eficiencia del subsidio de desempleo, es mucho mejor ser despedido de un trabajo que conservarlo.

No los culpo ni los odio. Me esfuerzo por entenderlos. Como todos los niños ricos, sólo han vivido una realidad. Su mundo es un sistema pequeño en el que todo funciona bien. Para ellos nada debería cambiar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si sirve de algo debo decir que la sensación de soledad y aislamiento en Europa es generalizada y no tiene que ver solo con el idioma creo que tiene mas relación con la idea de los europeos de que son seres superiores, la creencia extendida de que solo ellos poseen "cultura" y que no hay mejor lugar para vivir. Desde Albacete un abrazo Angela y gracias por seguir escribiendo

Wilmar dijo...

A veces es complicado, yo no se si sentirme afortunado de conocer muchas veces mas cultura y ser un poco menos cerrado que algunos de ellos, o si admirarles de verdad la forma tan automatica con que ven las cosas. Si, hay gente de toda clase, por fortuna, pero es fuerte ese sentimiento, muy fuerte, y muy espantoso.

Anónimo dijo...

de donde eres angela ?








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