jueves, 17 de junio de 2010

Olvidos

Mañana de trámites. El recibo. El reclamo. Todos los jueves por las mañanas nos vestimos bien y nos vamos al centro de la ciudad (del pueblito), a resolver pendientes. Pero este jueves era diferente. La llagada del verano, trajo consigo un cielo azul y 26 grados con brisa fresca. Al lado de la carpeta de los papeles aliste el picnic y las toallas, para irnos a almorzar el niño y yo frente a la playa. A mí se me olvida que vivo frente al mar. Se me olvida que ir a la playa es gratis. Que no pasa nada si me voy un jueves a pasar la tarde en la arena.

A las 11:00 estamos libres y nos vamos a la playa de Mourillon, en Toulon, la ciudad más cercana. En Hyeres también hay playas, pero esta me gusta porque a mí me gustan las ciudades y la gente que vive en ellas. Me desvisto entre el carro para ponerme el vestido de baño, cargo el coche como un camello que atravesará el desierto y me doy permiso de sentirme en vacaciones. Jugamos, comemos jamón con queso porque se nos olvidò comprar el pan, metemos los pies al agua helada del Mediterráneo. Una mujer anciana que sale del mar me dice que vio pescados, que el fondo de mar era blanco, que es mucho mejor que la piscina pública en la que va a nadar en Paris. Es el paraíso. Yo alzo los ojos, miro el cielo, los pájaros, la ciudad y le doy la razón.

Pienso en Bogotá y en las cosas que eran gratis -o no tan caras- que me gustaban tanto y que nunca hacía. Pienso en la Ciclovía, en los juguitos de la plaza de mercado, en los museos que solo recorría cuando tenía un visitante de otra ciudad, en los conciertos en mi universidad, en las misceláneas llenas de cosas, en los parques de todos los estratos, en que nunca fui a ver la lucha libre, en todas las fotos que tengo pendientes.

Algunas personas piensan que por vivir en una región turística, uno siempre está de vacaciones. Nada más alejado de la realidad. No importa dònde viva uno, los problemas y la rutina siempre logran que a uno se le olvide vivir.

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