jueves, 14 de octubre de 2010

Nevera

Siempre que mi esposo se va de misión se daña algo. Esta vez fue la nevera. Un día dejó de cerrar la puerta y tres días después  el  hielo cubría las manzanas, el queso y el jamón. El cuarto día nadaban en el agua derretida. Le pregunté a mi vecina si conocía algún servicio técnico. Me preguntó si estaba en garantía. Le dije que tenía más de diez años y que era de la anterior administración.  Me miró con picardía: Cámbiala! Le respondí que no tenía tanto dinero. Me dijo que la pagara en varias cuotas. Me sentí como cuando Indiana Jones descubre el Arca perdida. Me acordé que hace meses tenemos la tarjeta Casino, que nos permite comprar en cuotas, hacer créditos, etc., etc. Todas las semanas nos llega un correo, físico o por email, recordándonos todo lo que podemos comprar y que nadie nos está diciendo que paguemos ya.

Emocionada me voy al hipermercado en mención. Miro con ilusión todas esas neveras que enfrían donde deben enfriar y congelan donde deben congelar. Con sus cajoncitos y bandejas completos y sin remiendos de silicona o cinta pegante. Con puertas que cierran como la puerta de una nevera. Escojo dos y me voy a hablar con el vendedor. Me dice que debe mirar en el sistema si esos modelos están en stock. Y empieza a desplazarse, lentamente, sin afán, con un ritmo casi imperceptible, hasta el otro lado de las góndolas, donde está el computador. Se arregla el pelo, se toca la nariz, y sigue desplazándose, lentamente, sin afán. Finalmente llegamos. Digita los códigos. No señora, no tenemos esos modelos en stock. Le pregunto que modelos están en stock. No señora, el sistema no me deja ver que modelos están en stock, tendría que digitar todos los códigos. Le pregunto cuando le llegan nuevas neveras. No se señora, el sistema no me deja ver eso tampoco, tiene que venir todos los días a ver si hay modelos nuevos en stock. Le agradezco la atención y veo el presupuesto de publicidad de Casino volverse agua y correr por la calle para caer luego en un alcantarilla.

En la noche le cuento a mi esposo todo lo sucedido. Me dice que estamos en una sociedad de consumo, que si no me venden a mi, le venden a otro, que no tienen afán de vender. Le replico que esa es la versión francesa de la sociedad de consumo, que en el resto del mundo me venden a mi y al otro y al otro y al otro, o si no que le pregunte a los chinos. Se ríe y me dice que vaya al almacén donde compramos la lavadora de platos. No es muy bonito, ni glamoroso, y no deforesta un bosque en cada publicidad, pero tiene buenas opciones.

Al día siguiente me voy con mi amiga Mónica al almacén. Ella se queda con los niños en el carro. Una vendedora me recibe en la puerta, le cuento que no tengo mucho dinero, que además tengo afán porque no tengo nevera, que debo comprar algo que esté en stock y que necesito que lo lleven a mi casa lo antes posible. La vendedora hace la cara de “esto es una misión para súper chica” y se va a la bodega gritando desde el corredor para que le ayuden a buscar las neveras en inventario. Dos minutos después vuelve despeinada y sonriente. Me señala: esa y esa. La primera es muy chiquita y la segunda sería perfecta, si tuviera el doble del presupuesto. La miro desilusionada. Me pregunta cuanto tengo. Vuelve súper chica que ahora se sienta frente al computador y dice que va a intentar darme todos los descuentos a los que tiene acceso. Que además es un modelo ecológico y tengo derecho a la prima del gobierno. Saca la calculadora, suma, resta, piensa y me muestra un numero en la calculadora equivalente a mi presupuesto. ¿Le sirve? Le contesto que si, que perfecto. Mientras llena un formulario me dice que la entrega es gratis. Salgo feliz y nos vamos con Mónica y los niños a disfrutar lo que nos queda del día.

Al día siguiente a la hora indicada veo el camión subir por la calle que lleva a mi casa. Dos muchachos la instalan y se llevan la vieja. Espero dos horas para conectarla y me dedico durante la hora siguiente a organizar el mercado. Mi primera nevera. Mía de mi. Si la gente le pusiera nombres a las neveras, yo le pondría el nombre de la vendedora.

1 comentario:

Flo dijo...

Qué delicia tu post y sobre todo tu escritura, soy una nueva seguidora de tu blog.
Me reí mucho con la descripción perfecta de los franceses y toda la historia.
Saludos desde Chile.