jueves, 11 de junio de 2009

Iguales

Francia sigue discutiendo la piratería por Internet. Qué como la castiga. Qué cómo se implanta. Que la ministra dice que sí, que ya casi. Hace algunos años cuando empezó Internet, me pareció interesante, pero no alcanzaba a dimensionar lo que representaba. Con los años, vi cómo era un mundo paralelo, un poco más democrático, -si se tiene en cuenta que sólo el 15,6% de la población mundial tiene acceso- donde toda la información se compendia y se difunde. En un noticiero colombiano vi cómo un niño de estrato(1) 1 ó 2, -terrible definición que de ser una división técnica pasó a ser una clasificación humana-, explicaba que estaba feliz de que en su colegio hubiera 10 computadores y acceso a Internet, que era casi como si ellos fueran niños estrato 4 ó 5. Otro niño gritó: ¡No, pues estrato 6! Y todos los niños se reventaron de la risa. Y yo pensaba que ese niño tenía suerte y que de casualidad encontraba las páginas de los museos que difícilmente va a visitar, la música que se oía antes de que naciera, el texto de un libro que lo motivara… Qué alguien generoso al otro lado del mundo, habría compartido con él eso que él no podría pagar.

Si todos fuéramos iguales, vaya y pase. Si en todas las casas hubiera agua, luz, teléfono. Si todos los niños salieran de vacaciones. Si ya no hubiera hambre. Si todos tuviéramos los mismos derechos. Si todas las familias recibieran al menos un salario mínimo decente…

No es que esté en contra de las leyes que protegen los derechos de autor, estoy en contra de la incapacidad de compartir, estoy en contra del pecado de la gula. Los estudios que hacen películas para niños, por ejemplo, pasan la película en los cinemas, luego venden el DVD, además invaden el mundo de camisetas, muñecos de los personajes y juguetes. Venden los derechos de utilización a los productores de cereales y compotas. Cobran por los derechos de transmisión años después de haber lanzado la película. ¿Amor al arte? Qué pasaría si 5 años después, el mismo estudio diera la posibilidad de descargar la película de forma gratuita. No sé.

Por el contrario la pobreza se vuelve un escenario perfecto para mostrar la bondad de las estrellas de cine, que maquilladas para verse naturales, abrazan niños que se mueren de hambre y hablan de su compromiso con el desarrollo del tercer mundo. Claro está el estudio las hace acompañar de un fotógrafo que tome el momento en que una lágrima furtiva cae de sus ojos. ¿Pero darles a esos niños la posibilidad de ver sus películas? Ah no, eso sí que no. Como dice en los buses bogotanos: Todo niño paga.
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(1) En Bogotá los servicios públicos se pagan por estratos, que son una clasificación socio económica de los sectores de la ciudad. Con los años se volvieron un imaginario de la división social de la ciudad y del país.

1 comentario:

Tercera Opinión dijo...

FElicidades por el post, lo he leído gracias al enlace que dejaste en mi blog.

La verdad es que el último párrafo es muy duro pero tienes toda la razón, se hacen las fotos y después no pueden ver sus películas.

Hay que buscar el equilibrio entre los derechos de autor y los derechos al acceso a la cultura, pero ese equilibrio no deben encontrarlo las empresas sino los implicados.

Un saludo.