jueves, 23 de julio de 2009

Solicitud frívola y superficial

Querido Dios,

Mi hijito divino, gracias, mil veces más especial de lo que hubiera podido imaginar. Mi esposo, es un hombre bueno y amoroso, pero el matrimonio por más querido que sea el cónyuge, es de por vida y eso tiene sus inconvenientes. Francia, pues chévere si yo fuera francesa, pero no me puedo quejar. Generalmente no te pido nada. No lo hago por arrogancia. Pero tengo una solicitud, no sólo para mí sino para todas las mujeres del mundo. Esto mostraría tu compromiso con nuestra causa, tu reconocimiento a nuestra labor, la reivindicación de nuestro esfuerzo como madres, esposas, hermanas o amigas. Dios mío, por favor, haz que el oficio cuente como deporte y/o como actividad física. Que las horas que invertimos recogiendo juguetes, colgando y recogiendo ropa, ordenando cajones, cocinando, lavando la nevera, bajando la basura, subiendo el mercado, clasificando frascos y acomodando refractarias, buscando el zapato compañero, sacándole la mancha al tapete, echándole agüita a la mata, etc., etc. Dios mío que eso sea suficiente para quemar las calorías extras o en su defecto para dejarnos comer postre sin culpa. Que cuando vamos al nutricionista, el atrevido no pueda decirnos: - Señora, imposible que no le quede una hora libre al día para salir a correr. Si no pone de su parte, no hay nada que yo pueda hacer. – Y si lo anterior no se te da, no te sientas en deuda conmigo, con lo demás ya te luciste. Pero viniendo de tu parte, sería un detalle de fina coquetería. Amén.

viernes, 17 de julio de 2009

17 de Julio

Cerca a mi casa hay un cafecito que desde la prohibición de fumar en este tipo de establecimientos está de capa caída. El dueño decidió instalar un televisor para que durante el verano la gente venga a ver el Tour de Francia. En el paseo diario con el bebé nos detenemos, compramos una botellita de agua que compartimos y nos sentamos al lado de un hombre anciano a ver la etapa.

- El Tour ya no es lo que solía ser… - Comenta el hombre anciano. -
- Y ahora con los auriculares, la tecnología, el doping. ! Esos ya no son deportistas, son cyborgs! - Agrega el dueño del café en tono burlón. -
- ¿En su país conocen el Tour de Francia? - Me pregunta el dueño del café amablemente.-
- ¡Claro! Todos fuimos fanáticos del Tour gracias a Lucho Herrera y a Fabio Parra.
- Por supuesto Lucho Herrera, el rey de las montañas. - Aseguró el anciano. -
- ¿Se acuerda usted de él?
- Claro, los colombianos eran famosos por que subían paredes. Claro, entrenados en Los Andes. -

Yo no lo podía creer, era el primer francés que conocía a los colombianos por algo más que los temas de siempre y que además sabía que a Colombia la atravesaba la Cordillera de Los Andes.

- Yo era niña en el 85 cuando ganó la etapa entre Autrans y Saint-Étienne. Me acuerdo estar en piyama con mi hermano mirando el Tour por televisión. A pocos metros de la meta se cayó de la bicicleta y se rompió la cara, mi hermano y yo gritábamos como locos, pero Lucho se paró y ensangrentado atravesó la meta. Se podían oír los gritos en las otras casas.
- Ese año fue memorable.
- Si…
- ¿Y los colombianos no hacían doping?- Pregunta el dueño del café con la intención de que no termine la conversación.-
- Yo diría que no, pero sí comían panela…
- Ah sí, los ladrillos de dulce… - Comenta de nuevo el anciano que no deja de sorprenderme.-
- La panela es un alimento hecho a base del jugo de la caña de azúcar. Se puede comer directamente o usarla para endulzar bebidas y postres. Es energía pura.
- Yo me acuerdo que hicieron un reportaje en televisión sobre la panela, a propósito de los colombianos en el Tour.
- El señor Olivier es un erudito del ciclismo. - Comenta el dueño del café. -
- Del ciclismo y de muchas cosas más. -Agrego agradecida por la conversación. -

El señor Olivier me toma las manos y sonríe. La etapa termina, el niño esta acalorado y es hora de volver. Me despido.

Tal vez yo no tenga con quien celebrar el 20 de Julio, porque soy la única colombiana en kilómetros y kilómetros a la redonda, pero por 20 minutos me acordé de mi hermano, de Lucho Herrera, de las vacaciones en piyama hasta medio día, de la panela que me comía de la despensa.

En mi corazón y por 30 minutos, celebré por primera vez la fiesta de la Independencia, aunque fuera 17 de julio y no 20.

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Artículo especial para celebración del 20 de Julio de Conexión Colombia.

3 pasos

Tres pasos entre la silla y tu mamá. Mamma, mammma, dices y llegas con los bracitos abiertos para agarrarte de mi pierna. Caminas. Momento glorioso. We are the champions, we are the champions… Eres libre. Puedes ir a donde quieras. Si quieres podemos ir juntos, pero aunque solloce y me lamente, cuando quieras ir solo, dímelo. Ojalá hayas heredado los pies fuertes de tu papá que parece una cabra subiendo montañas. Ojalá siempre tengas zapatos cómodos que no te amarguen el paseo. Si te parece delicioso caminar, no te imaginas el placer que sentirás al correr, brincar, bailar… Lo delicioso que es pararse e irse. Perderse por ahí para volver a encontrarse. Atravesar ciudades. Recorrer caminos. Caminar en la punta de los pies para no hacer ruido. O usar zuelas ruidosas para que todos sepan que llegaste. Caminas tú solito. Sin ayuda. Pero con una certeza: siempre vamos a estar ahí para ti.

lunes, 13 de julio de 2009

Anexo culinario

Alguna vez le pregunté a mi esposo qué comía cuando era niño. En mi papel de esposa recién casada quería aprender a preparar sus platos favoritos. Murmuró: Conejo. Yo no sé prepararlo, pensé. Me repugna verlo en las bandejitas desnudo y estirado. Y matarlo yo misma, ni soñarlo. Acuciosa llame a mi cuñada a preguntarle si ella sabía algo al respecto. A lo que ella respondió:

-“Cuenta la leyenda que nuestra suegra no era (es) amante de cocinar. Para alimentar a sus tres hijos varones, cuando su esposo –también gendarme- estaba de misión, mataba 3 conejos, los cocinaba entre ajos y cebollas y los servía con queso y pan. Dependiendo de la duración de la misión del padre, se contaban las semanas de almuerzo y comida con conejo.”

Podría estar exagerando, así que le pregunté a mi suegra.

- Conejo. Tú sabes, a los niños les encanta el conejo.

Una semana después, mientras hacíamos mercado tomé una bandejita de conejo y la eché al carrito. Al verla mi esposo me miró espantado y dijo:

- ¡Guácatela! Yo odio el conejo.
- ¿Sí? Pero entonces dime qué te gusta.
- Yo gusto las pequeñitas cositas que tú haces. Que tú abres la nevera y sales dos cositas y me haces algo delicioso. (Literal del francesñol hablado por mi esposo.)

Tal vez lo que a mi esposo le gusta es la variedad. O la sorpresa. O los experimentos, que mezclan los productos franceses, con la sazón colombiana. Por esta razón escribo este anexo culinario, como la promesa de que conejo: ¡Jamás!

Pimentones rellenos de queso de cabra suave y jamón serrano.

Cojo 3 ó 4 pimentones rojos, que ojalá estén pesaditos, los lavo les quito el corazón y las pepas y los meto al horno entre 20 y 30 minutos. El horno debe estar en su temperatura máxima y se debe procurar que se quemen las cascaras y no la “pulpa”. Los saco, los dejo enfriar un poquito, los lavo con agua fría. En un recipiente hecho un poquito de aceite de oliva. Cada pimentón lo relleno con uno o dos rollitos hechos con las láminas del jamón serrano y con el queso de cabra suave, del que no tiene cáscara. Acomodo los pimentones sobre el aceite y los presiono para que se compacten unos contra otros. Esto lo tapo con papel de aluminio o una bolsa plástica y lo meto a la nevera. El ideal es hacerlo de un día para otro. Se puede cortar en tajadas. Se los sirvo al francés con pan ídem.

Papas con guiso de queso Enmental o Gouda.

Cocinar las papas hasta que estén blanditas. En una olla honda echar margarina y una cucharada de aceite. Picar en cubos grandes unos 6 u 8 tomates que estén maduros y preferiblemente rojos. Ponerlos en bajito entre la mantequilla y el aceite. Como en Francia no se consigue la cebolla larga colombiana, esta receta la he hecho con cebollín o con las colas verdes de unas cebollas blancas que se consiguen en los mercados. Así, picar las colas verdes, o el cebollín y echárselo a los tomates. La cantidad va en el gusto que el cocinero le encuentre al sabor de la cebolla. Dejarlo en bajito un buen rato hasta que le salga jugo a los tomates. Sal al gusto. Un minuto antes de servir, echar media taza de queso rapé que puede ser Enmental o Gouda. Revolver. Cuando se deslía el queso, apagar. Aprovechando el calor, echar media taza de crema de leche y revolver. Servir en una refractaria colocando primero las papas y luego el guiso.

Empanadas de duraznos de estación y almendras

Aprovechando que en Francia venden la pasta de la piza, la del hojaldre y otra que no sé cómo se llama en español, pero que sirven para hacer las tartas, me he dedicado a experimentar con el horno. Esta también pude hacerla gracias a que mi tío José Manuel me mandó el aparatico para hacer las empanadas.

Lavo unos 3 ó 4 duraznos maduros. Los meto a una olla con miel, uvas pasas y almendras picadas. Los cocino suavemente. Dejo enfriar la mezcla. Con la ayuda del aparatico de hacer empanadas, las armo con masa de hojaldre. Las meto en la nevera y antes de servirlas las horneo hasta que están doradas, unos 15 minutos a 400 grados. Las pongo calientes en un plato acompañadas de una bola de helado de vainilla.

viernes, 10 de julio de 2009

Efecto perverso 1

El último estudio sobre obesidad dice que las mujeres francesas son las más flacas de Europa. El mismo estudio confirma que también son las que se sienten más gordas.

Yo estoy esperando el estudio de cuáles son las mujeres más felices. Porque tengo una sospecha que de confirmarla acabaría con la publicidad, la moda, la industria cosmética y un área de la industria farmacéutica: La delgadez no es sinónimo de felicidad.

Efecto perverso 2

El 2008 fue el año en que nacieron más niños en Francia en los últimos 30 años. Antes de nacer los niños tienen derecho a un subsidio de 850 euros para preparar su llegada. Al nacer y durante 3 años tienen derecho a un subsidio mensual de 170 euros. A los 3 años entran al sistema educativo público que es gratuito. Las familias grandes tienen derecho a un subsidio adicional de acuerdo al tamaño y además tienen derecho al subsidio de alojamiento que les ayuda a pagar el arriendo. Las mujeres solas y/o divorciadas tienen derecho a otro subsidio adicional. Se han hecho cada vez más frecuentes las familias de más de 8 hijos de un solo matrimonio o recompuestas. En las conversaciones la gente no comenta que “está buscando el hermanito”, sino cuántos niños le faltan para un apartamento de 2 alcobas.

Los subsidios generan un efecto perverso: garantizan la supervivencia, pero matan la ambición y la necesidad de nuevos retos. Los mercados están llenos de mujeres exhaustas con los carritos llenos de niños insoportables. Muchas dejaron de estudiar o jamás lo hicieron a pesar de haber tenido la oportunidad de hacerlo. Le tienen terror al mercado laboral y pánico a construir sus propios negocios. Sueñan con tener una casa propia, pero sienten que es algo inalcanzable.

Existe la expresión de que una mujer que tiene muchos hijos “Ha trabajado bien para la Francia”. Yo que me cuestioné tantas veces sobre “para qué traer hijos al mundo”, ni en mis sueños más salvajes, pensé que fueran una forma de subsistir.

jueves, 9 de julio de 2009

Penélope

La perfección de este pueblo me deforma el cerebro. La limpieza de sus calles. La educación de sus gentes. Vivir en un lugar “perfecto” es tan agobiante que despierta mis demonios. Nunca he cerrado la puerta del carro. Incluso en verano lo dejo con las ventanas abajo. No tengo llaves de mi casa: la puerta está siempre abierta. La gente me saluda, pero difícilmente me habla. A veces me siento a conversar con el único mendigo que se alberga en el parqueadero de “Centre Ville”, pero incluso él, no vive en este pueblo. Las zonas que ocupan los árabes están tan bien delimitadas que ni siquiera hay conflictos. Todo es tan bonito, tan limpio, tan exacto que la gente se impacienta con la más mínima modificación a su agenda. Durante el verano, los lugareños suben a la montaña, para evitar el calor y el contacto con los turistas a quienes miran con desprecio. Yo por el contrario soy feliz de hablarles, porque en su ingenuidad y a pesar de mi acento, los turistas no tienen problema con que yo “viva” acá. A pesar de que en Francia la industria del turismo es una parte representativa del PIB, los franceses no sienten que nadie merezca estar en su país. Es muy difícil comer comida francesa, no solo por el precio, sino porque los meseros miran a sus clientes con desdén y les molesta tener que explicar los menús. En castigo, el mundo globalizado los ha invadido de MacDonalds, de restaurantes asiáticos y de pizzerías.

El domingo no soporté más el anonimato y me fui a Toulón, la cuidad más cercana. Mi esposo estaba de misión y caminé por ahí, para que no se me olvide lo que se siente tener sucia la zuela de mis zapatos. Toulón es un puerto sobre el Mediterráneo, que sin ser tan grande como Barcelona o Marseille, es habitado por franceses, árabes, africanos y otros tantos grupos no tan ricos, ni tan elegantes como los habitantes de mi pueblo. Compré cerezas y tiré las semillas al piso. Exhausta por el calor y mirando que mi niño tenía hambre, me senté en un bar de mala muerte a darle su sopa y a tomarme una gaseosa. Era la única mujer, y de pronto me vi rodeada de viejitos borrachos felices con mi presencia. Yo no soy lo que se dice una diva, pero a diferencia de las francesas y las árabes, saludo y sonrío. En el fondo tres señores me miraban y trataban de acordarse de algo… Finalmente lo hicieron. El más viejo de todos, se paró y vino caminando hasta mi dibujando una línea más curva que recta: “Madame, usted es tan bonita como Penélope Cruz”. Me dio tanta risa que le tomé las manos y le di las gracias. Mi niño también sonrió. Los otros señores me saludaban desde lejos. El barman se acercó a preguntarme si me estaban molestando. Le dije que no…

Benditas sean las calles sucias con bares de mala muerte. Los viejitos borrachos. Bendita sea la imperfección que me reconcilia con mis ángeles y apacigua mis demonios.

viernes, 3 de julio de 2009

Cerveza y aceitunas

Mi cuñada viene a despedirse de mí antes de salir dos meses de vacaciones a la casa de su mamá en Bosnia. Siempre me ha dicho que estoy invitada si quiero ir con ellos. En mi ignorancia geográfica descubro que Bosnia esta “ahí no más” al otro lado de Italia y que el viaje es de un día en autopista. Algún día voy a hacerlo. Viene y me trae sus dos matas consentidas para que les eche agua. Ella sabe que a mí no me germina un fríjol y que cuando compro una mata mi esposo la mira y le dice: Pobrecita, vas a morir. Alguna vez vino un señor a revisar las conexiones eléctricas y miró lo que quedaba de uno de mis proyectos botánicos y dijo: No sabía que en Ikea vendían matas muertas. Yo haré todo para que las de mi cuñada sobrevivan a este verano ardiente.

Mi cuñada coincide conmigo en dos cosas, ella también es inmigrante, aunque ella ya tiene la nacionalidad, y en la familia política. Estos dos “premios” los compartimos estóicamente y aunque no nos vemos todos los días, ella vive pendiente de mí y yo de ella. Por solicitud mía, le habla y le canta al bebé en Bosniac. Lo hace entre abrazos y besos llenos de verdadero amor. A veces entre cervezas y aceitunas compartirnos historias de guerra. Las mías, a decir verdad, vienen de la televisión, de los periódicos, de los amigos. Ella cuenta historias de necesidad, de carencia absoluta de recursos, de cómo no pudo hablar por casi dos años con su familia, de cómo su esposo en un acto heroico logró traerla a vivir a Francia.

Cuando estaba embarazada, me llamaba y me preguntaba si ya había hecho la comida, y dos minutos después llegaba su hija mayor con albóndigas, arroz o lasagna. Cuando pienso en esas refractarias calienticas, llenas de manjares revivo el placer con que las devorábamos. Como su mamá estaba de visita, una mujer buena y dulce con la que no compartíamos una sola palabra, venían a mi casa a tomarme la tensión y me acomodaban en el sofá con los pies de para arriba.

Copio descaradamente sus secretos de ama de casa, le pregunto todo, le aprendo todo. Ella ha aprendido a reírse de mi sentido del humor, y se ríe conmigo de mí. Lo cual agradezco. Se puso feliz cuando le hice a su hija una piñata para su cumpleaños y le divierte cuando me burlo de cómo consiente desmedidamente a sus hijos.

No compartimos la religión, ni las ideas políticas, ni la nacionalidad. Yo no sabría que Bosnia existía si no hubiera sido por la guerra. Ella trata de aprender español y yo la verdad no creo poder con el Bosniac, pero tal vez algún día encuentre a alguien que me traduzca este texto, para que ella sepa lo mucho que hace por mí. Por ahora, agua a las matas.

miércoles, 1 de julio de 2009

Reporte del Clima

Cuando la gente no tiene nada de qué hablar, habla del clima. Cada vez que conozco a alguien en Francia me pregunta qué clima está haciendo en Colombia. Y empieza la bendita explicación de la zona tórrida y los pisos térmicos. Qué no hay estaciones, qué Bogotá es fría, etc. Es excepcional encontrar un francés que conozca el concepto a priori.

Durante la visita de mi mamá, conocimos a un señor que dentro de la cortesía habitual arrancó por el tema en mención. Con la explicación de mi mamá –quien habla francés de forma más correcta que yo– el señor estaba absolutamente sorprendido.

- ¿Un país sin estaciones? ¿Señora, y cuando usted era joven, tampoco había estaciones?

Mi mamá estupefacta, contestó que siempre había sido igual. Yo observé en silencio. Al subirnos al carro, yo enfilaba mi lista de chistes, que incluían conceptos como las glaciaciones, el neolítico…

- Mami…

Mi mamá hizo un el gesto universal de no-bus-ques-lo-que-no-se-te-ha-per-di-do. Y volvimos en silencio a la casa.

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Del otro lado de la puerta, el señor Picard recoge la mesa mientras le comenta a su esposa:

- ¿Un país sin estaciones? ¡Viejas locas!