miércoles, 6 de enero de 2010

Desde Bogotá. El tráfico.

Las personas mas buenas y generosas se transforman en bestias furiosas atrás de un volante. Podrían compartir el pan de su mesa, pero no ceder el paso. Los taxistas son guerreros salvajes que se abalanzan sobre la vía, la dominan, la marcan. Los camiones, los buses, lo automóviles, todos son tanques de una guerra contra todo y contra todos. Si bien la ciudad crece y las obras en cualquier otro lugar serían sinónimo de progreso, acá son un castigo y el motivo de la ira. Un obstáculo a vencer. Las señales de tránsito son objetos decorativos, inertes, sin función alguna. Los peatones son acróbatas que saltan entre los tanques. ¿La vida? Qué importa la vida. El papá más dedicado no tendrá reparo en dejar sus hijos huérfanos saltándose un semáforo o atravesando la calle burlando las cebras. Cuánta de esta gente irá al médico, hará dieta, leerá, irá a misa, pedirá perdón por sus pecados, amará a sus hijos, hará deporte, intentará tener su propia casa… tal vez todos, pero también todos estarán dispuestos a perder la vida si eso implica dejar que el otro pase primero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recuerdo que en uno de mis viajes a Bogotá, le dije una vez a mi papá: tranquilo que estamos en un "paso cebra". Y él me contestó: No mijita! mejor corra que esto no es Europa.
Maryluz