jueves, 21 de enero de 2010

Ruido. Desde Bogotá.

En Bogotá he vuelto a encontrar el ruido. Ruido sordo o blanco. Ruido de trancotes, de insultos, de gritos, de carcajadas, de pitos, de sirenas. Ruido en todas sus formas. Lo extrañaba. Chirimía de retahílas mezcladas con música y alta voz. Invitación de almacenes, de mercados, de prostíbulos. Sexo, drogas y reguetón. Chicas. Chicas. Si no puedes contra ellos confúndelos, o en su defecto déjalos sordos. Máquinas que martillan a lo lejos. Copetones que cantan en mi ventana. Lluvia, brisa, llovizna, ventarrón. Gente que habla duro en los restaurantes de moda, por si no habíamos notado que estaban allí. El ruido que hace la llave en el portón de mi casa. Los oigo a todos al mismo tiempo. Conozco como debe sonar cada hora del día, según el día de la semana y el mes del año. No me molesta, aunque a veces no oigo ni lo que pienso, y por consiguiente no entiendo ni lo que escribo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te envidio de poder pasar unas horas en la mitad de tremendo caos y ese ruido tan hermoso - un ciudad con tantas bellezas de las cuales nunca nos dimos cuenta hasta que no las tuvimos... los insultos al taxi montado en la acera, el chofer del bus, el pito sin razon alguna, el cuchillo cortando la morcilla la flota a cualquier velocidad - y otros mil sonidos que no se encuantran en nigun otro sitio sino en esa ciudad tan bella.