domingo, 18 de octubre de 2009

100 años

El último estudio sobre la expectativa de vida en Francia, dice que los niños que nacieron en el país durante el 2008, incluido el mío, vivirán 100 años. Con la ayuda de una página de internet sobre el tema pude calcular que por el hecho de haber inmigrado a Francia, mi expectativa de vida aumento en 10 años. Yo me pregunto si esos 10 años de más me tocará vivirlos en este pueblito tan aburrido. Espero que no.

Saber que este niño va a vivir 100 años me produjo una crisis ecologista. Llevo dos días calculando. Primero su relación con el agua: cuántas veces va a ducharse, cuántas va a soltar el agua del inodoro, cuántas veces nadará en el mar, cuántas en una piscina, cuánta loza se lava en 100 años, cuánta ropa… Y he seguido y seguido pensando: cuántos galones de gasolina, cuánto consumo de energía eléctrica, cuántas toneladas de basura…

Luego vino la crisis existencial: cuántas veces puede enamorarse uno en 100 años, cuántos comerciales de televisión puede ver, cuántos mails mandará, cuántas preguntas le hará a Google, cuántas veces va a llorar, a reírse, a maldecir, a gritar… Cuántas cosas puede aprender, cuántas cosas debe olvidar, cuánta gente va a conocer, cuánto y que tan lejos viajará, a cuántas personas va a querer y a cuántas va a detestar…

Más tarde la crisis de identidad, cuántas personas distintas es uno en 100 años: el bebe, el niño, el alumno, el adolescente, el universitario, el empleado, el sindicalista, el turista, el enamorado, el divorciado, el inmigrante, el malo de la película, el bueno, el que se las sabe todas, el que no da una, el arrancado, el despechado, el desilusionado, el pesimista, el optimista, el vecino, el observador, el protagonista…

Yo sólo espero poder enseñarle cosas simples. Respetar la naturaleza. Tener la fuerza de voluntad para salir y reducir las horas frente a la televisión y el computador. Hacerle sentir que por más oscuros que sean los escenarios, todo pasa. Enseñarle a creer en el amor. Darle siempre una segunda oportunidad a las personas y a las cosas. Reparar antes de cambiar. Saludar. Sonreír. Saber el nombre de la gente, conocer sus gustos y ser solidario con sus problemas. Decir la verdad por principio y mentiras cuando haga falta. No ser el más bueno, ni el más malo… También tengo que enseñarle a que no me oiga, ni me tome tan en serio, para que los próximos 99 años sean los mejores de su vida.

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