jueves, 22 de octubre de 2009

Camisas blancas planchadas

Ya había escrito sobre esto. La repetición de la repetidera. Que lora con eso mija.

A mí me gustaban los yupies. En mi juventud, allá a lo lejos. Cuando todavía creía que había una relación directa entre el éxito y la felicidad. Siempre oliendo rico, con sus camisas planchadas. Preferiblemente blancas. Planchadas y almidonadas. Corredores de bolsa, ejecutivos, abogados, economistas, tecnócratas… qué se yo. La pinta les ayudaba - o lo era todo - y esas camisas blancas, planchaditas, impecables… Alguna vez un amigo me dijo: Imagínese al man atendiendo una tienda. Y vino a mí la imagen: Forrado en una camiseta de Pintuco, con un palillo entre la boca, chupándose un lápiz para sacarme el precio sumando detrás de un cartón. Favor que me hizo. Después de eso, les perdí el respeto a los yupies, metrosexuales y a todos esos que eran lo que eran por lo que tenían y no por lo que eran. Luego conocí al que hoy es mi esposo, me lo imaginé atendiendo una tienda y me dieron ganas de comprar una y atenderla con él. Prueba superada. Pero toda la carreta tiene que ver con las camisas blancas planchadas. Yo no plancho, o al menos eso procuro. No me gusta, me da dolor de espalda, no sé hacerlo. En 6 años le he planchado a mi esposo 6 camisas: las que se pone para Navidad. Y yo la verdad compro la ropa dependiendo de si toca plancharla o no. Pero lo que en el pasado fue una prueba de mi pereza y de mi limitada habilidad como ama de casa, se volvió hoy un gesto de solidaridad con el planeta. Planchar la ropa, y sobre todo ser de esas señoras maniáticas que planchan sábanas, toallas, calzoncillos, carpetas, carpeticas, limpiones, trapos del piso… y que antes de ponerse la ropa vuelven y la planchan… es uno de los gestos más agresivos que se hace desde los hogares, hacia el ecosistema. Socialmente, si uno está arrugadito, es un dejado, desordenado, que no tiene cuidado de su presentación personal… Claro, no se pensará que es un ecologista. Nadie le daría su dinero a un corredor de bolsa arrugado: Si uno va a perder su plata, que al menos él que se la invierte esté de punta en blanco.

Y qué decir de las bolsas del mercado. Cuántas personas que se consideran civilizadas, educadas y gente divinamente de toda la vida, piden que en Carulla les empaquen la carne en una bolsita, que luego meten en otra bolsa, separada de la bolsa en la que llevan el jabón. Como si fuera el equipaje con el que van a subir al Himalaya. Como si vivieran a 4 días de sus casas. Algunos al menos usan estas bolsas una segunda vez. Otros las botan y compran otras bolsas para la basura. Viviendo en Francia aprendí a usar bolsas de mercado de “larga duración”, llevo mis bolsas, empaco mi mercado y lo subo y lo guardo y lo cocino y me lo como. Y si bien de solo pensarlo me agoto, es evidente que el pequeño gesto de no usar 10 bolsas plásticas semanales, representa 520 bolsitas de menos en el mar al año.

Y la gente me dirá, qué hago yo pensando en ecología con medio mundo muriéndose de hambre, habiendo tanto tema chusco y controversial como la guerra, los desplazados, la desigualdad, la corrupción… etc. Tal vez yo siga creyendo en poner un granito de arena.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente! yo también digo lo mismo, yo sigo poniendo mi granito de arena y me llevo la bolsa de tela en la cartera por si me meto a comprar algo de regreso a la casa. Pero también no vivo en Colombia ya...
Y el tema de la ecología tiene que ver con todo lo demás también, a los desplazados los desplazan por sembrar Palma Africana para hacer biodieseles para los paises primermundistas... para que sacien su mala conciencia, y nos dejan al resto con los problemas sociales y económicos, además del ambiental. / Joanna