lunes, 30 de noviembre de 2009

Bogotá

Déjame deambular en Bogotá. Déjame perderme. Que un atardecer anaranjado me exprima el alma y que una noche fría me reúna con mis amigos a repetir las mismas historias de siempre.

Déjame perder el tiempo entre trancones infinitos. Comprar un cigarrillo en el semáforo y fumármelo camino a la casa. Regatear con el vendedor de los aguacates, preguntar cuál es el pan que está más fresco, quedar pegajosa de azúcar de roscón.

Quiero estar entre el ruido, el todo a mil, pague dos y lleve 3, vallenato ventiao, repuesto para la olla exprés, botella, papel, donde el regalaron el pase, pilas pirobo, chao mamita, quien pidió pollo.

Andenes en donde nunca pisé la línea. Plazas de mercado multicolores. La pobreza. El lujo. La miseria. La belleza. La tragedia. El desorden. Déjame comprar todo lo que no necesito en una miscelánea. Drogarme con el olor a pegante de una remontadora. Hacer mercado en la plaza y almorzar en algún restaurante snob. Ropa interior del Only y chaqueta del Centro Andino.

Déjame disfrutar de los niños que ganan el premio de montaña de la ciclovía. Familias que comen oblea después de misa. Chicharrones colgados de un gancho. Dosis personales de lechona en tenedores blancos. Mujeres que educan familias haciendo empanadas.

Deja que Bogotá me rompa el corazón como lo ha hecho tantas veces. Que llore mis muertos y mis ausentes. Déjame vociferar, maldecir, gritar, reírme a carcajadas. Tener fe en el futuro. Déjame volver.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Criticones Ánónimos

Hola, me llamo Ángela y soy una criticona.- Hola Ángela. – Contestarían los otros participantes de la reunión de Criticones Anónimos.- Llevo 16 días sin criticar a nadie. - Tímidos aplausos felicitarían mi esfuerzo.Porque siempre he sido una criticona. No soy la única. Sé que muchos disfrutamos del placer de armar y desarmar la vida de los otros, cómo se visten, cómo piensan, lo que compran. Ante la imposibilidad de ver objetivamente nuestras carencias, nos dedicamos a la deconstrucción de las de los otros con la ayuda de nuestra lengua viperina. Pero a veces no hace falta ir a las reuniones de Criticones Anónimos. El destino hace la vuelta. Nos hace comer una a una nuestras palabras. Nos muestra cómo siempre existe la posibilidad de estar equivocados. Cómo el chauvinismo y la prepotencia se pagan en módicas cuotas. Hasta aquí pareque que me hubiera intoxicado con un libro de autoayuda escrito por Og Mandino. Qué horror. ¿A qué se debería el repentino acto de contricción?. Tanta humildad parece sospechosa.

Hace 4 días el niño supo cómo abrir la puerta del baño (o tal vez yo la dejé abierta), abrió la llave de la tina, sacó la ducha extensible y minutos más tarde bailaba emparamado en el corredor de un apartamento prácticamente inundado. Hice todo lo que tenía que hacer, sequé, exprimí, escurrí, recogí, colgué… después de una hora de oficio adicional vi mi reflejo en el espejo. Me acordé de todos los comentarios intolerantes y ridículos que osaba expresar cuando veía a primas, amigas y vecinas, pasando trabajos con sus niños pequeños. Las teorías sobre la educación y cómo sería yo de mamá, que me atrevía a profesar cuando veía muchachitos haciendo pataletas en los supermercados. Las críticas idiotas de cómo las que se vuelven mamás viven desgualetadas. Y me comí todas y cada una de mis sandeces mientras metía las toallas en la lavadora incapaz de escurrirlas más. Luego me senté en el sofá con el niño, lo abracé, le dije que no me volviera el apartamento una piscina, él me abrazó también, suspiró y dijo: ma-ma.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Bendición

Dios me premió con un hombre al que no le gusta el fútbol. Temiendo un accidente su mamá le prohibió a él y a sus hermanos cualquier deporte de contacto. Al cumplir 18 años, todos se dedicaron a los deportes extremos y mi esposo adora lanzarse en paracaídas y volar en parapente. A veces, cuando vamos de picnic a la playa intentan él y sus hermanos jugar fútbol con los niños. Familia de troncos. Todos tienen dos pies izquierdos. Y si bien a veces hacen el ridículo cuando niños de otras familias se unen a los equipos, es una bendición que no les guste el fútbol. Si hay partido en la televisión, ellos pasan el canal sin inmutarse. No lloran cuando pierde Francia o algún equipo local. No son fanáticos idiotas tratando de romperle hasta el último hueso a los hinchas del equipo contrario. No se escapan los domingos para ir al estadio. No apuestan. No besan camisetas. No odian a los dirigentes de los equipos y las ligas, porque no tienen ni idea que los equipos y las ligas tienen dirigentes. No discuten horas enteras si era mejor Pelé que Maradona. Que si el toque toque, que si el pase-gol, “si me estima, si me estima”, “pásela guevón que yo estoy solo”, “ese juez esta comprado”, “no, esta vez tampoco fuimos al Mundial”. Nada. Dios me premió con un hombre al que no le gusta el fútbol. Gracias. Amén.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Otoño subversivo

En el otoño los días son atardeceres de 12 horas. No ha hecho tanto frio como se esperaba. Salgo de la clase de francés. Sigue siendo para mí la caricatura de un idioma, pero me gusta. Pongo un cd que me mandó un amigo de mi mamá, marcado con flumaster: “Mis MP3 favoritos”. Es el crossover más despiadado que he oído jamás. Pasa sin compasión de O sole mio, en la versión de Luciano Pavaroti, a Echao pa lante de Joe Arroyo. Canción 54. Yerberito Moderno, en la primera versión de Celia Cruz. Le subo el volumen. Le subo más el volumen. Como un acto subversivo bajo la ventana. Y Celia canta. Se oye el rumor de un pregonar que dice así: el yerberito llegó, llegó. Los niños juegan sobre montañas de hojas secas. Traigo yerba santa pa' la garganta. Traigo keisimon pa' la hinchazón. El semáforo esta en rojo. En amarillo. En verde. Traigo abrecaminos pa' tu destino. Traigo la ruda pa' el que estornuda. Cinco mujeres árabes recogen tres decenas de niños a la salida del colegio. También traigo albahaca pa' la gente flaca, el apasote para los brotes. Alguien hornea una torta de manzana que impregna el aire. El vetiver para el que no ve y con esa yerba se casa usted. Pueblito de Lego en el que todo es como debería ser. Yerberooo. Un hombre anciano me mira expresando descontento. Pero yo traigo yerba santa pa' la garganta y con esa yerba se casa usted. Niñas vestidas de mujeres que besan niños que no tienen afán de ser hombres. Ay pero yo traigo la ruda pa'l que estornuda y con esa yerba se casa usted. Casas preciosas en las que no vive nadie. Pero yo traigo el apasote para los brotes y con esa yerba se casa usted. Ancianatos de lujo. Oye yo traigo keisimon pa'la hinchazón y con esta yerba se casa usted. Farmacias magnificas para placer de vanidosos e hipocondriacos. Y con esa yerba se casa usted. Eh que mi yerbero moderno, yerbero moderno. Pueblito perfecto. Tan bonito. Tan ajeno. Oye yo traigo yerba santa pa'la garganta y con esa yerba se casa usted. Otoño con sabor a sopa de ahuyama. Pero yo traigo el apasote para los brotes y con esa yerba se casa usted. Otoño que me hace pensar en Bogotá y en las ganas infinitas de tomar onces de chocolate y huevos pericos. Mira yo traigo el vetiver para el que no ve y con esta yerba se casa usted. Pueblito de postal donde nunca cantó Celia. Hasta hoy.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Colombianita interior

Patacones con queso Boursan a las finas hierbas. Aunque los plátanos verdes me cuesten 7 euros el kilo. Integrarse no es comerse el queso con el vino que toca según el código francés - que no está escrito en ninguna parte -. Es conocer el quesito y comérselo como a uno le dé la gana. Es hacer guiso con queso Emmental. Es armar las empanadas con pâte feuilletée. Integrarse no es cambiar: es aprender. Nunca he sido tan colombiana como desde que vivo en Francia. Nunca antes me fue tan útil el sentido común, la simpatía y la capacidad de “hacer la vuelta” como ahora. Y no es que yo fuera la persona más simpática y la verdad siempre fui bastante inútil y eran otros los que hacían la vuelta por mí. Pero hoy la es misión aprender. Todo. Lo inútil. Lo simple. Lo importante. Aunque muchas veces lo inútil, lo simple y lo importante sea todo lo contrario a lo que yo pienso. Los europeos no son más sofisticados, son sólo más aburridos. Como niño rico que se respete nada es suficiente y todo está mal. Aunque tengan en exceso y las cosas estén bien. Por eso para ser feliz, yo aprendo, escucho, tomo nota. Mientras ellos se quejan yo disfruto. Mientras a ellos les parece poco, yo aprovecho. Colombia no es pasión como dijo el publicista gringo que cobró millones por una falsa obviedad. Y no es que se me haya ocurrido un slogan mejor. Yo solo sé que esa colombiana que habita en mí, que aprende todo y que no cambia, ha sido la mejor compañía desde que vivo lejos.

Promoción

- Quiero verificar con usted que mi esposa no va a tener problemas para reclamar la promoción. Yo se que ustedes a veces hacen más difícil este trámite a las personas que son extranjeras.
- No señor Blanc, no se preocupe. Además su esposa no parece extranjera. A simple vista se ve normal.

El gatito es un animal.

Cuando tenía 7 años, el Niño Dios, nos trajo a mi hermano y a mí la enciclopedia: El mundo de los niños. Nuestros papás acuciosos forraron cada tomo en un plástico transparente para proteger los libros. Mi hermano y yo nos sentábamos tardes enteras a mirarlos, leerlos y releerlos. A veces mientras repetíamos el tomo 5 llamado Los Aninales, peleábamos por quién debía pasar la página 209, que tenía la foto de la serpiente de cristal. Le teníamos terror.

Mientras esperaba a mi niño, mi mamá me mandó por barco la enciclopedia. Mi esposo subió la caja sin saber qué era y quedó atónito cuando la abrimos. No podía creer que alguien mandara una enciclopedia vieja a través del mar. Le expliqué qué era y lo que representaba. No pude explicarle lo que sentí cuando la vi, acá, en el mundo paralelo que es nuestra vida. Aún no puedo explicármelo a mí misma.

Mi niño ya tiene 17 meses, casi 18. Edad llena de emociones fuertes como subirse, bajarse, atravesar, esconder, encontrar, inspeccionar, investigar, reírse a carcajadas para luego gritar y finalmente llorar. Después de una de sus aventuras y mientras lo consolaba del nuevo chichón en su frente, decidí mostrarle el tomo 5, el de los animales. Sentados en el piso llegamos a la página 7: “El gatito es un animal”. Un dibujo de un gatico maullando llena la página. Para hacer la experiencia aún más interactiva hago mi mejor imitación. El niño queda extasiado. Paso la página. Llora. Volvemos a la página 7. “ete”. “miaooouuuuu”. Pasamos la página. “no”. “ete”. “miaooouuuuu”. Pasamos la página. “no”. “ete”. “miaooouuuuu”. Pasamos la página. “no”. “ete”. “miaooouuuuu”. 20 minutos de gatico e imitación de maullido. Casi 30 años después paso de nuevo la tarde con El mundo de los niños. La diferencia es que ahora vivo al otro lado del mar.

lunes, 2 de noviembre de 2009

El infierno

Su abuela nunca podrá perdonarle haber escogido la religión de su mamá. La anciana lo había intentado todo. La había encerrado sin que otros se dieran cuenta a contarle las parábolas del nuevo testamento. La había hecho recitar los 7 pecados capitales. También las virtudes teologales. Todo lo que la dejaba recordar su mente aturdida por los años y el alcohol. Al nacer la niña la abuela hizo prometer a su hijo que la dejaría escoger su religión cuando llegara el momento, tratando de conseguir el tiempo para traerla a su equipo. Pero ella que vivía con su mamá nunca entendió una palabra de lo que la anciana decía. Al momento de escoger prefirió eso que había vivido en el ejemplo y no en la catequesis codificada de la mujer. Los miembros de la familia temiendo la reacción de la matrona, escondieron la decisión de la niña. Pero fue inútil. Enfurecida la abuela le reclamó, le explicó, le ordenó, le cuestionó y en la desesperación la amenazó con el infierno. La niña angustiada vino a buscarme a la cocina.

- ¿Tú sabes qué es el infierno?
- Si. Es un lugar que se inventaron los adultos para asustar a los niños cuando no hacen lo que ellos quieren.
- ¿Pero existe o no existe?
- No existe.
- ¿Entonces, cuando me muera no voy a ir allá?
- No.
- ¿Entonces, por qué mi abuela me dice que me voy a ir al infierno?
- Porque tal vez ella viva en él.
- No entiendo.
- No te preocupes.
- ¿Y el cielo?
- Ese si existe.
- ¿Y cuando me muera me voy a ir allá?
- No sé. Yo solo sé que cuando tienes mucho amor en tu corazón y quieres a la gente que te rodea, la vida se parece más al cielo que al infierno.
- ¿Y cuando mi abuela se muera a dónde va a ir?
- No sé.
- ¿Qué vamos a almorzar?
- Spaguetti Bolognesa.
- Mmm delicioso. ¿Y cuando yo…?
- No sé mi amor, no sé. Por el momento ayúdame a poner la mesa.
- ¿En el cielo comen spaguetti bolognesa?
- No sé, pero eso espero…
- Sí, yo también.