jueves, 11 de febrero de 2010

El taller y los pájaros.

Para ir a su casa atravesábamos la ciudad. Pasaba los días cacharreando en un pequeño taller debajo de la escalera con puerta al patio. Yo tenía la certeza de que había desarmado y vuelto a armar todo lo que lo rodeaba. Miles de tornillos, tuercas, destornilladores, martillos, pedazos y pedacitos de todo y de nada. Yo que vivía en un apartamento crecí pensando que si un día tenía una casa iba a tener mi propio taller.

La vida cambió. Lo volví a ver años después visitando a mi papá en el hospital.

Gracias al internet volvimos a encontrarnos. Hemos intercambiado mensajes discutiendo de lo divino y de lo humano. De política. De moda. De mi hijo y de su vida. A mí me gusta leerlo y a él les gusta escribirme. Y viceversa. A veces me hace reír. A veces me pone triste, no por lo que dice sino por lo que me recuerda.

Ayer me escribió contándome de los casi 100 pájaros que comen y toman agua alrededor de su nueva casa lejos de la ciudad. Me describió sus colores y sus cantos. Al terminar de leerlo me fui a dormir. Me soñé con él, con el taller y con los pájaros. No sé de qué hablábamos. Me despertó el ruido de una ventana cerrada por el viento. Me levanté al baño. Prendí la luz y vi como sobre el horrible papel tapiz de florecitas, había dibujados 5 pájaros rojos de pecho negro volando en círculos. Pensé en el bebé. Me fui a su cuarto y vi como dormía plácidamente. El alzar la mirada vi que el móvil de pescaditos tenía ahora 6 periquitos de tela, cada uno de un color. Pensé que tal vez me lo estaba soñando y volví a la cama. Al levantarme esta mañana vi como mi taza del desayuno estaba decorada con 12 pajaritos blancos de pico amarillo. En el tapete de la entrada aparecieron bordados 14 pajaritos verdes de alitas azules y pecho rojo. El tarro del azúcar tiene ahora 20 pajaritos violeta parados todos sobre el borde de la tapa. En el reflejo que hacen las plantas sobre la pared de la sala se ven dibujados 34 pajaritos que juegan entre una fuente de agua. Mientras me tomo el té del desayuno recorro la casa. No encuentro más. Saco papel y lápiz y anoto cuantos hay y donde están. En total son 101. Prendo el computador y escribo:

- Querido tío, a tu casa vienen a comer y a tomar agua 101 pajaritos. Acá los estoy viendo. Son preciosos. Gracias por mandármelos.

Mi esposo se despierta. Entra al baño. Sale, me da un beso. No dice nada. Se alista para ir al trabajo y por casualidad mira el tapete de la entrada. Ve los pajaritos bordados y me dice:

- ¿Tapete nuevo?
- Si mi amor.

Me da un beso y se va. Baja las escaleras silbando la tonada que oí en mi sueño. Me siento otra vez frente al computador y escribo:

- ¿… y los cantos? Tienes razón, son bellísimos.

2 comentarios:

Wilmar dijo...

Lindo post, que chevere es experimentar la magia de las coincidencias, con los pajaros que viajan sin que los veamos me hiciste recordar como cuando niño mi madre solia decirme que algún pajarito le había contado mis travesuras... Cuanto me Conoce, me preguntaba si aun hoy con este continente en el medio aún esos pajarillos vuelan a darle chismes de mis travesuras; tu lo has respondido (:

Un saludo desde España, aquí te dejo el link de mi blog, espero puedas pasar algún día por allí.

http://fugadeemociones.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Desde la primera vez que lo leí me gustó mucho. Lo copié en mi compu, porque algún día, cuando él me falte, yo voy a tener este cuento para recordarlo. espero que sea dentro de muchos años. ¡Gracias Pala!
Te quiero
Liliana