miércoles, 3 de diciembre de 2008

La francofilia

Lo más extraño de todo es que siempre fui francófila. Me encantaba el francés en el colegio. La música melcochuda, Edith Piaf, las historias de La Resistencia, los existencialistas, los Derechos del Hombre, el Museo de Lourvre, los Impresionistas, los perfumes, los quesos, los vinos (aunque fuera sólo por esnobismo), la Revolución Francesa, Charles Aznaour, el fondue… Había viajado varias veces a Europa y lo disfrutaba profundamente. Era anónima, pero nunca invisible. Pero el turista sabe que vuelve y socialmente está en una posición privilegiada. El inmigrante está en la base de la pirámide social y todo el tiempo debe repetirse las razones que se inventa para no volver.

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