jueves, 26 de marzo de 2009

Las lecciones

Es inevitable comparar. Me paso la vida comparando mi país de origen y mi país de destino, ser inmigrante y jugar de local, la comida, la gente, los recursos, la geografía… Trato por todos los medios de darme explicaciones para entender por qué me siento de una forma o de otra, por qué choco, por qué me angustio, por qué a veces me muero de miedo de volver y prefiero quedarme acá. Por qué algunos días me siento feliz. El purgatorio en el que me sentía ha empezado a desaparecer y hay ante mí una realidad que más o menos manejo, o que simplemente acepto. Estoy aprendiendo mis lecciones.

Lección 1. Un francés es un francés. Libertad. Igualdad. Fraternidad. No es un mundo perfecto. No las tienen todas consigo. Pero hasta el niño del pueblo más pequeño, mas escondido, más lejano, irá al colegio y si algo le pasa, alguien llorará por él. Que tienen millones de subsidios, que le tienen miedo a los extranjeros, que son tercos y creen que La Francia es el centro del universo… si. Pero ese niño tendrá derecho a un médico y si fuera pobre aún así tendría derechos y herramientas para no pasar de la pobreza a la miseria.

Lección 2. Un colombiano es un colombiano, pero de nada le sirve. Los que menos queremos a los colombianos, somos los colombianos mismos. Por más mal que nos traten en el exterior, no es tan terrible como nos tratamos en el interior. Polarizados, clasificados, estigmatizados hasta por las más mínimas insignificancias. El estrato. El partido político. La gente de bien. Los otros. Los que no piensan como yo. Los pobres. Los más pobres. Los miserables. Al norte o al sur. Las minorías étnicas. Los homosexuales. Las mujeres. Los niños y las niñas. Los ancianos. Conmigo o contra mí. El campo. La cuidad. Sometidos a un check-list que nos da o nos quita derechos, accesos, entradas, permisos… ser solo colombianos no nos da derecho a nada y por el contrario es sinónimo de indefensión e indiferencia.

Lección 3. No comprar.

No hay comentarios: