jueves, 3 de septiembre de 2009

Pedro

La monjita que me da las clases de francés, me dice que no intente ser la persona que era antes. Que me sienta orgullosa de ser lo que soy ahora y que me esfuerce por ser mejor cada día. No es fácil. Uno es lo que es, por su relación con los demás. Y acá “los demás” con los que tengo relación, son más bien pocos.

Cuando llamaba a pedir un domicilio, le decía a la señora de la tienda:

- Sí, la del bloque 5 (…) Sí, la del perrito negro (…) dos bolsas de leche y una 2 litros (…

Cuando llamaba a los amigos de mi mamá a pedirles favores y a pesar de tener más de 30 años, les decía:

- Hola, hablas con Ángela, la hija de Guadalupe.
- Angelita, ya estas grande para presentarte como la hija de Guadalupe, yo sé quién eres…

Me contestaban jocosamente, pero yo quería amarrar los perros y asegurarme de que sabían quién era yo.

Yo era (y espero seguir siéndolo a pesar de estar lejos), la sobrina, la hermana, la amiga, la vecina, la socia, la parcera, la conocida de… No siempre era Ángela, pero era alguien. La dueña del perrito, la del carro rojo, la de la oficina del segundo piso.

A veces era chévere ser yo: Frente a mi oficina se sentaba un mendigo, que tenía la costumbre de cuidarme cuando salía tarde de trabajar.

- Suba la ventana doctora. No debería salir tan tarde doctora. Cuando no le guste más ese abrigo, ¿Me lo regala doctora?
- Venga amigo, pero es que yo no soy doctora.
- Pero con severas pintas como no va ser una doctora.

Alguna vez este amigo entró a pedir limosna a un restaurantucho del sector y el dueño llamó a un policía que estaba cerca para ahuyentarlo. Yo que pasaba por ahí, pregunté qué pasaba.

- Acá el polocho que no lo deja a uno pedir tranquilo. Me la tiene montada amiga.
- Usted que va a ser amigo de la señorita.
- Claro que somos amigos señor agente. Camine Fernando almorzamos y deje tranquilos a los señores.

El mendigo se dio mañas para soltarse del policía y se vino conmigo.

- Gracias doctora.
- No, de nada amigo.
- Y yo me llamo Pedro doctora, no Fernando… pero mucha abeja, dejó mamando al polocho.
- Yo me llamo Ángela.
- Sí, yo sé doctora. Muy bacano que haya dicho que somos amigos.
- Vea Pedro, nos vemos por la mañana, nos vemos cuando salgo a almorzar, me acompaña por la noche… ¿y no me da el placer de ser su amiga? Estamos mal Pedro, estamos mal.
Pedro se alejó sonriente. Nunca dejó de esperarme a la salida de la oficina.

En este pueblo no hay Pedros, ni restaurantuchos y los policías están para otras cosas. A veces no es chévere ser yo. En este pueblo nadie me va a tratar mejor a pesar de que yo sea la amiga de Pedro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que falta hacen estos comentarios cuando estamos en tierras extranas, asi pasen muchisimos anyos lo seguiremos anorando, ojala un dia podamos vivir y mostrar a nuestras familias nuestra preciosa patria. Todavia no pierdo las esperanzas.