Para facilitar las cosas, y teniendo en cuenta que las viejitas son realmente viejitas, me empeño en enseñarles a hacer collage. Llevo una caja llena de papeles, recortes, estampillas, lentejuelas… Me he pasado la vida haciendo trabajos manuales, en mi casa hay materiales para hacer collage los próximos 10 años. Me preparo. Me arreglo. Me presento:
- Me llamo Angela, como Angela Merkel, pero yo me visto mejor:
El chiste que mezcla política y moda, rompe el hielo. Les explico mi situación y que tienen la libertad de corregirme cuando hable mal. Me reciben de buen ánimo. De las 10, 3 hacen todo lo que digo y lo disfrutan. Otras 2 se esfuerzan pero se quejan de su poca habilidad manual. 2 entran y salen. 2 disfrutan sólo con mirar. Y hay una que se dedica a criticarnos a todas. Nada de lo que hacemos o decimos le parece. Me hace reír. Entre las más aplicadas hay una que parece un personaje de un cuento: de piel muy blanca, manos delicadas y pelo largo peinado como una niña, envuelta de cuello a pies en una bata levantadora roja. Como si fuera una travesura me habla en español. Dice que siempre fue su idioma favorito. Mientras corta papelitos lanza palabras al aire:
- ¡Tiburón! ¡Amor! ¡Amigo! ¡Guapa!
Yo traduzco lo que ella dice a las otras señoras que se ríen y comentan. La clase se termina. Me siento especialmente bien. Tal vez nunca hable francés a la perfección, pero al menos tengo una excusa para pasar la tarde y conversar con mis viejitas.
1 comentario:
que bonita oportunidad!
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