viernes, 27 de febrero de 2009

Hedonismo farmacéutico

No hay nada que supere una farmacia francesa. Puedo pasar horas entre empaques preciosos, llenos de promesas que superan mi imaginación. No es necesario hacer una exposición del nivel de sofisticación de la industria cosmética francesa, ni del dominio absoluto en las fragancias, las texturas y las sensaciones. Cada estación tiene una gama de productos e incluso la decoración cambia para promocionar eso que no sabía que necesitaba. En mi pueblo hay una farmacia por manzana. Todas las semanas las visito con alguna excusa, no me importan las filas llenas de viejitos hipocondríacos, ni dejar la mitad de mis ingresos. Bueno, no hasta hace unos días. Farmacia Chaton, centro de Hyeres. Dos cajas y en cada una mujeres entradas en años haciendo su orden. El dueño de la farmacia muy atento, supervisa que sus empleadas atiendan bien a las señoras que ya llevan más de 10 minutos comentando cada uno de sus pedidos.

Caja 1
- No se te olvide la caja de supositorios de glicerina, tu sabes de mi constipación. No te imaginas este fin de semana, mi nuera preparo unos… bla, bla... supositorios, constipación, bla,…
- Si no se preocupe, ¿le incluyo dos cajas?

Caja 2
- Yo quisiera llevar unas goticas para dormir porque desde que se murió mi esposo, no logro conciliar el sueño como debe ser…
- Ah, madame! Cuanto lo siento y ¿hace cuánto que murió su esposo…?
- Hace como 22 años, pero yo he oído que tienen goticas para dormir…

La señora de la caja 1 termina de pagar. La señora de la caja 2 intenta pagar con una tarjeta débito, pero algo pasa.

- No entiendo, si el código es 3254, ¿por qué no me funciona? -El señor Chaton con paciencia infinita le ayuda.

El siguiente cliente es un anciano árabe. Con tantos años como las otras clientas, en un francés básico y lleno de acento solicita que le pongan una vacuna para la gripa. El dueño de la farmacia con desprecio, subiendo la voz y reforzando cada sílaba, le dice que vaya a un doctor que en Francia las farmacias no dan ese servicio. El señor sale ofuscado. El dueño comenta al público en tono burlón que a quien se le ocurre que en una farmacia se ponen inyecciones. A mí por ejemplo. Y a 45 millones de colombianos. Y por lo visto a los 600 millones de personas que hacer parte del Islam.

Me da una pereza horrible que llegue mi turno y que por causa de mi acento me traten de la misma forma. Pero el bebe empieza a hacer bolitas de baba y a aplaudir.

- Madame, que hermoso bebé!
- Merci. – No se notó tanto el acento.
- ¿Quiere llevar algo más? – Si, toda la sección de cosméticos, pero no quiero que me oigan hablar.
- No, merci.

Esa noche el dueño de la farmacia Chaton de Hyeres, saldrá cansado pero orgulloso de un día más de trabajo y del excelente servicio que da a sus clientes. Bueno, a casi todos.

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